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Los pobres del mundo

El Informe de Desarrollo Humano (IDH) que fue presentado el día de ayer por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) trae noticias y cifras que no se compadecen en absoluto con las metas que los estados se fijan a sí mismos: hace apenas un año se venció el plazo fijado para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el mundo está cerca de que se redefinan las metas para los estados miembros de la ONU.

El Espectador
25 de julio de 2014 - 04:18 a. m.
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Entre plazo vencido y apertura de un nuevo objetivo se les va el tiempo y la vida a los países del mundo. La condena es estar así siempre: no salir del círculo vicioso de las metas fijadas. Ojalá los países entiendan, de una vez, que es mucho lo que puede hacerse de forma expedita para mejorar los índices de desarrollo humano.

Y esa falta, ese espacio vacío que se ve en las políticas públicas para generar bienestar social, es lo que aparece claramente en el informe. Asunto insoslayable y crudo: 1.500 millones de personas, en 91 países, malviven en situaciones de pobreza, carencia de educación y salud y problemas económicos. Hay 1.200 millones de personas que viven con un dólar y fracción al día. Para ponerlo en términos entendibles, gente que aguanta hambre. Miles de millones.

Ahora, la cifra puede aumentar porque existen personas que podrían caer en el rango de la pobreza por un ligero vaivén de las circunstancias económicas o por causa de un desastre natural. De un plumazo, entonces, podrían ser 2.200 millones las personas que aguantan hambre en el mundo. Mucha gente. No hay Estado social de derecho o democracia que pueda preciarse de esto. Ha habido avances, sin duda, pero la situación está fuera de control. ¿Cuándo, entonces, seguir estos insumos para generar políticas de nutrición, de aprendizaje, de salud? Se nos va haciendo tarde.

Pero pasemos de la escala global a Colombia. El país mejoró al pasar de 0,708 a 0,711 (siendo 1,0 la nota máxima posible), pese a lo cual bajó del puesto 91 al 98. Un campanazo de alerta que habrá que poner en el foco de la escena. En 2014 hubo un nuevo criterio de evaluación para corregir las distorsiones presentadas por la desigualdad, pues resulta evidente que el índice de desarrollo de Bogotá no es el mismo que el de Chocó. Cuando se descuenta ese indicador, el IDH para Colombia baja a 0,521. Es decir, el país padece un alto índice de inequidad, cosa que no sorprende y por la cual poco o nada se ha hecho a largo plazo. Es posible crecer económicamente, sí, y bajar los índices de desempleo, incluso de informalidad, pero nada será totalmente pleno cuando los ricos son más ricos y los pobres más pobres.

Es esa brecha (que incluso nos ha costado una guerra) la que hay que corregir pronto. La desigualdad misma, que influye en muchos otros fenómenos sociales: como la educación de las personas, como el acceso diferenciado a la salud, como la discriminación, no sólo entre clases sino también de género: ahí vemos en ese mismo informe que Colombia ocupa el puesto 92 entre 149 países. Un vistazo a nuestras corporaciones públicas, como el Congreso o las altas cortes, por no ir muy lejos, muestra esta irrefutable realidad. El progreso en el mundo sigue siendo irregular.

Para no ahogarnos mucho en las cifras, ni reproducir el lenguaje que desde hace un buen tiempo hay en estos informes, ¿qué mecanismos expeditos podemos usar para que los pobres del mundo —y de Colombia en particular— empiecen a ser menos? El Gobierno Nacional y los locales tienen la palabra.

Por El Espectador

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