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Me presenté, no porque aspirara a ganar el premio, sino porque quería que alguien con suficiente autoridad me dijera si lo estaba haciendo bien”. Nancy acababa de ser escogida como la mejor entre 1.150 maestros colombianos que aspiraron a serlo, todos con méritos suficientes.
La Gran Maestra lo es en ciencias sociales en la Institución Educativa Santa Ana de los Caballeros de Ansermanuevo, Valle del Cauca. Formada en la Universidad del Valle, llegó asignada a este colegio público con la idea de que los niños encontraran el gusto y se apasionaran por la historia o la geografía. Para ello, diseñó una estrategia pedagógica alrededor del entorno, la cotidianidad, el desarrollo de competencias y, como eje central, la indagación. Un ejemplo de su innovación: en lugar de descartar como erróneas las concepciones iniciales de sus estudiantes, las integra, y a partir de ellas va generando conceptos más precisos hasta llegar a la rigurosidad necesaria.
Nancy no fue la única premiada. Fueron 19 maestros ganadores y tres rectores, entre 190 postulados, de los cuales John Sandoval Rincón, de la Institución Educativa Liceo Alejandro de Humboldt de Popayán, fue designado como Gran Rector 2015. El ejemplo de Sandoval es igualmente significativo. Desde esta institución pública en un lugar que, como Popayán, recibe los efectos del conflicto que se vive con especial crudeza en el Cauca, Sandoval entendió que la educación es la mejor herramienta para afectar la guerra: transformó el colegio para atender las necesidades de la población vulnerable en un proceso pedagógico de calidad, primero, pero incluyente y con miras a que los estudiantes construyan sus proyectos de vida, con oportunidades laborales. Un exitoso proyecto de educación para la paz que ha sacado jóvenes de las armas y ha transformado familias y comunidades sin esperanza.
Pero volvamos a la espontánea reacción de Nancy Palacios en la entrega del Premio Compartir, porque en ella se reflejan muchas cosas respecto de nuestra educación y del significado de este premio.
Primero, cómo no, el contraste entre una maestra preocupada por la calidad de los conocimientos y habilidades que transmite, y por cómo lo hace, y las discusiones que nos ocuparon las últimas semanas de un sindicato de maestros oficiales más preocupado porque las evaluaciones de su trabajo, ya inevitables, no tuvieran efecto en los beneficios económicos por los que luchaban en el paro —no sin razones, eso sí—.
Pero también, que más allá de las dificultades es la vocación de los profesores y el acompañamiento a sus iniciativas lo que puede transformar una comunidad; o un país. Que el Gran Rector y la Gran Maestra sean representantes de la educación pública en lugares difíciles dice mucho sobre dónde invertir. Ser maestro no puede ser el sacrificio de unos cuantos héroes como estos. Es de aplaudir, claro, que el Gobierno anuncie inversiones e incentivos para que la magistratura ocupe el lugar privilegiado que debe tener. Pero falta ver si los grandes anuncios de presupuestos y planes educativos diversos, a veces dispersos, están dirigidos allí a donde se generan los mayores beneficios. Porque Nancy, John y la gran mayoría de los galardonados nos demuestran que las particularidades de cada entorno deben integrarse en el diseño de políticas generales.
Por lo pronto hoy, en el Día del Maestro, estos ejemplos reconfortan, y mucho, sobre lo que sí se puede.
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