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Tal vez lo más angustiante de la tragedia ocurrida en Manizales esta semana es que se trata de una situación demasiado conocida para sus pobladores. Aunque llevaba ya seis años sin derrumbes, la historia de esa ciudad está marcada por sucesos similares que, en el mejor de los casos, dejan destrucción y daños materiales, y en el peor cobran vidas. Lo más frustrante es que, precisamente por ese pasado de tragedias, Manizales ha desarrollado un buen sistema de prevención, lo que nos invita a pensar que los retos del cambio climático exigen tomar incluso más medidas y preguntarse cómo vamos a reforzar los puntos críticos. La temporada de lluvias que persiste también causa miedo por lo que pueda ocurrir en otras poblaciones menos preparadas.
Las cifras de lo ocurrido son terroríficas: según el Ideam, desde la noche del martes hasta la madrugada siguiente cayeron 151 milímetros de lluvia en Manizales. Para ponerlo en contexto, eso está cerca del promedio de lluvia que cae durante todo un mes en la ciudad. El resultado fue devastador. Según las últimas cifras oficiales, después de 40 deslizamientos en 25 barrios, se cuentan 16 personas muertas, 23 heridas, 70 viviendas colapsadas y 400 casas desalojadas. Los testimonios de las personas son descorazonadores y nos llevan siempre a las dos mismas preguntas: ¿qué podemos hacer de inmediato para ayudarles en su sufrimiento?, y ¿cómo evitamos que algo así ocurra de nuevo?
Sobre lo primero, por fortuna, y similar a lo ocurrido en Mocoa, tenemos una buena respuesta. De nuevo el Gobierno Nacional hizo presencia y, en colaboración con la Alcaldía de Manizales, en cabeza de José Octavio Cardona, puso en marcha los sistemas de emergencia para atender a las familias damnificadas, así como para llegar a los lugares donde podría ocurrir una tragedia similar. Llegaron de manera efectiva los kits de alimentación y ya se están organizando los subsidios prometidos para las viviendas temporales de quienes perdieron sus hogares. También se empezó la intervención necesaria en los cauces que atraviesan la ciudad.
Dicho eso, viene la pregunta más difícil: ¿era evitable? ¿Cómo podemos prevenir que ocurra de nuevo? Mientras que en Mocoa fue relativamente sencillo identificar las fallas estructurales que agravaron la situación, Manizales sí ha emprendido un juicioso proceso histórico para evitar las tragedias que tan bien conocen. Sin embargo, lo que vimos con estos hechos es que, por ejemplo, zonas que no eran de riesgo ahora lo son y necesitan atención. Todas las señales indican que los efectos del cambio climático exigen replantear lo que entendemos como suficiente planeación. El reto es mucho mayor de lo que se había proyectado y, lastimosamente, el panorama va a empeorar con el paso de los años pues el país y el mundo entero no se han tomado en serio la amenaza de un planeta más caliente.
En ese sentido, suscribimos lo dicho por La Patria en su editorial de ayer, donde piden reflexionar sobre la necesidad de “no sólo construir más obras públicas de estabilidad, sino de fortalecer la protección del medioambiente, los bosques, las riberas de los ríos y demás lugares que al ser maltratados son punto de arranque de desastres”. Recomendación que, por cierto, no sólo aplica para Manizales, sino para el resto del país. Ya hemos tenido suficientes advertencias y tragedias como para seguir ignorando el reto del clima. Los líderes políticos, sin importar su ideología, deben tomar nota y actuar con responsabilidad. Más aún cuando todavía no acaba la temporada de lluvias y hay tantas zonas en riesgo. Ojalá no veamos más casos como este.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.