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La prioridad: los maestros

Una reveladora investigación hecha por la Fundación Compartir, en conjunto con las universidades del Rosario y de los Andes, pone en el foco de la escena una solución para los pobres resultados que obtiene Colombia en las pruebas PISA (el lugar 62 de 65 países): mejorar la calidad de los docentes.

El Espectador
01 de febrero de 2014 - 11:00 p. m.
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De lo que saben, de cómo lo transmiten, de cuánto les pagan, de cómo se forman. Cosas simples. Cosas que hacen falta, por demás.

Mucho más allá de las características socioeconómicas de los estudiantes o de la dotación en los colegios o de los materiales o de los currículos, que son factores que, por supuesto, inciden en un buen rendimiento de los alumnos, el enfoque en el que tienden a coincidir los expertos del mundo en estos temas apunta a una sola cosa: la calidad del profesor. Eso dispararía no solamente el nivel educativo en Colombia, sino que también sería útil para la economía. Veamos.

No es un invento. De acuerdo con la evidencia empírica que allí tiene asiento, la formación de quienes dictan la clase, más que cualquier otra política aplicable en el sector, crea las diferencias en el desempeño de quienes la reciben. En Colombia, tal y como lo mencionamos en este diario el día de hoy (“Dejémonos de vainas con la enseñanza”), los maestros que ocupan una plaza en los colegios o quienes aspiran a ella, tienen un nivel formativo muy mediocre. Malos estudiantes terminan siendo profesores. A esas facultades que enseñan licenciatura entran aquellos bachilleres que no tienen las mejores habilidades. Parte de los peores estudiantes. Eso es inaceptable.

Las comparaciones no sólo se hicieron con países de excelentes resultados, como Singapur, Corea, Finlandia, sino también con otros más sensatamente comparables: Brasil, Israel, México, Estados Unidos. Colombia, de acuerdo con el estudio, tiene un escenario en donde todo es mejorable: la oferta de los programas de formación de profesores es muy amplia, heterogénea, con muy poco énfasis en lo que es la práctica docente y la investigación pedagógica. Los bachilleres no quieren estudiar docencia o, por lo menos, no les apetece tanto a los mejores. Las becas que se dan para estudiar sobre este importante oficio son proporcionalmente muy lejanas al número de maestros que se necesitan en Colombia. “Los análisis realizados muestran que las competencias en escritura, razonamiento cuantitativo y competencias ciudadanas de los graduados de formación de docentes son inferiores a las de otras carreras”. Es decir, no sólo los malos bachilleres se meten de maestros sino que también su desempeño, al finalizar la carrera, es deficitario.

Lástima, porque un maestro promedio frente a uno deficiente representa un retorno social en valor presente neto que va de US$300.000 a US$400.000 por grupo de estudiantes. Es rentable para la economía del país.

Son propuestas sencillas las que ayudan a resolver esta problemática. Cinco cosas puntuales que van mucho más allá de una grandilocuente reforma estructural que aún no llega. Mejorar los programas de pedagogía. Reclutar a los mejores alumnos para que estudien docencia, con incentivos como las becas condonables. Acompañamiento a los novatos. Subir el sueldo a los maestros, que estén a la par de otras profesiones que también gozan de prestigio.

Un útil estudio que puede redundar en algo más grande. Un camino mucho más corto y a todas luces efectivo. ¿Le apostamos o nos hundimos en la misma lógica de siempre?

Por El Espectador

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