Sin afán pero con prisa

Por mucha confusión que haya dejado en el ambiente la alocución del presidente Juan Manuel Santos el pasado miércoles, en la que abrió la puerta a la discusión de un cese bilateral y definitivo con las Farc, absurdo sería pensar que el proceso en La Habana no ha entrado en una autopista rápida hacia su último premio de montaña.

El Espectador
18 de enero de 2015 - 02:00 a. m.

Lo cual es, sin duda, una gran noticia que apoyamos y celebramos, pero que también, y con razón, despierta inquietudes y preguntas.

Primero, claro, por tanto “sí pero no” que se expresó desde diferentes voces del Gobierno, en esa intención constante —pero cada vez más difícil de sostener— de mantener a todos contentos: en especial, a los miembros de la Fuerza Pública en su ala más escéptica, para quienes es lógico que este cambio en la razón de ser de su misión vital resulte más difícil de digerir y de entender; pero también a la oposición, al menos para no darle razones para seguir anunciando apocalipsis o para decir que han tenido razón en sus alucinantes teorías de conspiración entre el Gobierno y las Farc.

En el medio, los colombianos de la calle, que han demostrado anhelar la paz pero no ven claro lo que llegar a ella puede significar en términos de costos, sacrificios y cesión de principios, más que encontrar en cada avance buenas noticias, siguen alimentando mayores interrogantes. Pensarán en su estrategia comunicativa en el Gobierno, quizás, que los ciudadanos entrarán en una segunda fase, la de refrendación, a la que sería imposible llegar si no se mantiene contentos a quienes mayor poder tienen de hacer daño ahora. Ojalá no termine siendo demasiado tarde.

En medio de tal confusión, las preguntas brotan frente el anuncio del comienzo de la discusión del cese bilateral y definitivo —no unilateral e indefinido—, uno de los puntos de la agenda que se pensaba sería el último en ser abordado. Que si es que se ha ordenado el fin de los bombardeos de la Fuerza Pública contra las Farc, según se le escapó al asesor Shlomo Ben Ami. Que si el cese es antes o después del acuerdo final. Que si se está violando la Carta porque no se le deja cumplir a la Fuerza Pública su misión constitucional. Y así, los políticos van sacando provecho y las medias verdades van quedando en el aire.

El hecho cierto, sin embargo, es que la negociación ha tomado otro ritmo y avanza por buen camino. ¿Una contradicción que lo digamos después de haber apoyado al Gobierno en su principio de conducir la negociación en medio del conflicto? Ni mucho menos. Y no solamente porque lo que se ha planteado es entrar en la discusión sobre el esquema que permitiría ese cese bilateral y definitivo, y no decretar dicho cese; tampoco, porque la negociación ha entrado en el camino de la resolución definitiva en donde dejar puntos sin abordar ya no tiene sentido.

Se ha insistido en que un cese solamente llegará conforme se vaya dando el desescalamiento del conflicto, y así debe garantizarse que sea. Acaso el cese unilateral de las Farc y su cumplimiento —no absoluto, con seguridad— sea el comienzo de ese desescalamiento. Pero falta mucho más: detener el reclutamiento de menores y entregar a los que tengan, así como acciones e información para facilitar el desminado lucen inmediatas muestras que deben dar las Farc. Y, no nos digamos mentiras: que en un escenario tal, la Fuerza Pública vaya actuando en consecuencia no tendría por qué ser el horror que se anuncia. En algún punto, el desescalamiento tiene que comenzar a ser mutuo.

Es claro el afán, sí. Y no está mal que así sea, porque los ciudadanos no aguantan tanta espera, y menos en medio de tanta incertidumbre. Pero hay que tener cuidado. Sobre todo, en lo que falta por negociar, que es la nuez tanto de esas condiciones para el abandono final de las armas por parte de las Farc como del refrendamiento ciudadano de dichas condiciones. Ahí es donde está la verdadera solidez de todo este proceso. Hay que repetirlo y jamás dejar de tenerlo presente: justicia, verdad, reparación a las víctimas, garantía de no repetición... En eso no puede haber afán; en lo demás, que siga la prisa.

Por El Espectador

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