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Esta importante y esperada decisión es un paso más que acerca a Washington y La Habana en su proceso de restablecimiento pleno de relaciones iniciado en diciembre, tras más de medio siglo de alejamiento. Pero aún falta un buen trecho por recorrer.
Volver a generar confianza luego de tantos años de confrontación ideológica no es fácil. El presidente de Estados Unidos ha tenido que lidiar en los últimos meses con un Congreso abiertamente republicano, así como algunos parlamentarios demócratas, que se opone a rajatabla. A pesar de los aplausos que la reciente decisión ha generado en América Latina y el Caribe en particular, los opositores de la medida están dispuestos a obstaculizar cada paso que se dé y, en caso de no lograrlo, torpedear el proceso a cualquier costo. Saben, con elecciones el próximo año, que el importante paso dado hacia Cuba, así como el cuestionado acuerdo que se espera firmar con Irán en materia de reducción de la capacidad nuclear y su uso pacífico, son el legado que el actual gobernante demócrata dejará a la posteridad. Vea pues.
La notificación presidencial para solicitar al Congreso que se elimine a Cuba de la lista negra debería entrar en vigor en 45 días. Para tomarla, Obama certificó que en los últimos seis meses dicho país no ha tenido ningún vínculo con actividades terroristas y que La Habana asegura que no los tendrá a futuro. No hay que olvidar que el ingreso a la lista se dio en 1982, por el apoyo que desde la isla se daba a las Farc y a Eta. De hecho, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue consultado por el estadounidense sobre la situación de Colombia con Cuba y la respuesta favorable de Santos fue un elemento definitorio para avalar la decisión adoptada.
La arremetida republicana no se ha hecho esperar y ya comenzó a descargar parte de su artillería. Figuras de peso, como el senador y candidato presidencial Marco Rubio, así como los inefables congresistas Mario Díaz Balart e Ileana Ros-Lehtinen, no han ahorrado expresiones de descalificación: “lamentable”, “vergonzosa”, pues pone en peligro la seguridad de Estados Unidos al ceder ante Cuba. Lo cierto es que luego del resultado reciente en Panamá, la Casa Blanca va a jugarse a fondo para que se apruebe su solicitud en el Congreso. Se vaticina que, a pesar de que se llegara a revocar la decisión mediante una resolución conjunta, Obama la vete. El próximo mes y medio dirá quién gana el pulso.
Lo que seguiría, dentro del diálogo que mantienen las dos cancillerías, sería la apertura formal de las embajadas en Washington y La Habana. De esta manera, las actuales oficinas de intereses volverían a ser ocupadas por embajadores cuando las dos partes consideren que es el momento de hacerlo. Como hecho práctico relevante vale la pena mencionar que una vez que se apruebe la solicitud del presidente, Cuba podrá, por fin, abrir una cuenta bancaria para su sede diplomática. Hechos como el anterior, más allá de lo anecdótico, dan muestra de la complejidad del restablecimiento pleno de relaciones bilaterales tras tantos años de desencuentro.
Otra noticia importante es la de la eventual visita a Cuba que haría el papa Francisco este año, luego de pasar por Estados Unidos. Dentro de este ambiente, tal vez el paso de mayor complejidad por resolver es el levantamiento pleno del embargo a la isla. En la medida en que la prudencia y el manejo discreto en los diálogos bilaterales sigan dando buenos resultados, como los que se han visto en la última semana, es de esperar que a mediano plazo se termine con la paradoja que ha representado para los dos países el hecho de vivir tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos.