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El 10 de noviembre, tras dos meses del asesinato de la periodista Flor Alba Núñez, el proyecto Pitalito sin censura vio la luz. Su objetivo es claro: que el homicidio de Flor Alba no quede impune, como ha ocurrido con 69 de 144 asesinatos de periodistas registrados desde 1977. Una cifra que va a ser de 71 a finales de este año, si se tienen en cuenta los casos de Gabriel Cruz Díaz y Ernesto Acero Cadena.
En desarrollo de esta iniciativa, promovida por la Fundación para la Libertad de Prensa, Andiarios, Colprensa, El Espectador, El Tiempo y Semana, ya se han publicado dos reportajes que dan cuenta de las dificultades de hacer periodismo en las regiones.
En Pitalito, ciudad donde trabajaba y fue asesinada, Flor Alba, como era su deber, denunció a bandas criminales que hacen presencia en la región, aunque las autoridades niegan su existencia; cuestionó a políticos y protestó contra la decisión, por parte de un juez, de cobijar con el beneficio de casa por cárcel al hombre que, días después, la asesinó. Macabro que los asesinos anden campantes y los periodistas atemorizados. Eso no es una democracia, sino un régimen de terror. Pero, ante ello, no hay de otra que alzar la voz ante el silencio que los criminales pretenden imponer. Flor Alba se salió del libreto y denunció, como era su deber. Y los criminales, que tanto le temen a la verdad, la asesinaron.
Los periodistas no somos jueces. Son las autoridades las que deben detener a los responsables de este crimen contra el periodismo. No obstante, cualquier voz contra la impunidad es bienvenida. Y por ello este proyecto: para que las autoridades y la amnesia colectiva no vuelvan paisaje el asesinato de una periodista. Vienen nuevos reportajes. Porque en vez del silencio que intentaron imponer con balas, lo que van a recibir es una sonora respuesta.
Ya ha habido iniciativas como esta: en 2002, tras el asesinato del subdirector del diario La Patria de Manizales, Orlando Sierra Hernández, siete medios dieron inicio a lo que fue conocido como el Proyecto Manizales. Una iniciativa para que las investigaciones que Sierra venía adelantando no quedaran huérfanas y para que su crimen no quedara impune. Trece años después, aunque cojeando, la justicia llegó: este año las autoridades capturaron al autor intelectual del asesinato, el exdiputado Ferney Tapasco.
Tapasco se creyó invencible, el amo y señor de Caldas. Cuán equivocado estaba y cuán equivocados están quienes creen que el periodismo va a sucumbir al terror.
Flor Alba no fue una pérdida únicamente para el periodismo. En regiones en las que algunos se han creído reyes, el periodismo crítico recuerda, con juicio, que hay un ejercicio democrático que hay que respetar. Ante el despotismo, el valor. Y por ello, cuando se acallan voces como la de Sierra o como la de Núñez, pierde toda una región, todo un país.
La impunidad es una revictimización de quienes se enfrentan al régimen del terror. Hacerle frente debe ser un objetivo común. Porque una sociedad marcada por la impunidad es una que premia a los criminales y condena a los valientes. Y eso, sencillamente, no se puede permitir.
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