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Por una campaña sin desinformación

Los colombianos nos preparamos para una votación definitiva: si se avala o no el proceso de paz con las Farc. La desinformación y las exageraciones con fines políticos pueden llegar a ser una grave amenaza para la legitimidad de la decisión que se tome. Los dirigentes, los medios y la sociedad en general tienen la tarea de conseguir que la verdad no se convierta en víctima de este proceso.

El Espectador
01 de julio de 2016 - 08:04 p. m.
Colombia puede aprender de las campañas del Brexit. /Bloomberg
Colombia puede aprender de las campañas del Brexit. /Bloomberg

No se puede seguir con la idea de que el fin justifica los medios. Una victoria electoral, por histórica que sea, es frágil si se basa en exageraciones y estrategias que desinforman a los votantes. Lamentable muestra de ello es lo sucedido en el Reino Unido con el Brexit: ya avalado el divorcio con la Unión Europea, muchos de los que votaron por el retiro han descubierto que los promotores del Brexit fueron irresponsables en sus discursos.

Sus promesas estaban tan alejadas de la realidad que ahora los líderes de la salida se la han pasado contradiciéndose o apartándose, como si no hubiera pasado nada; como lo hizo el exalcalde de Londres Boris Johnson, quien se apartó de la nominación a primer ministro como si fuera un niño descubriendo que su pilatuna se le salió de las manos. Lo sucedido en Gran Bretaña es un llamado de alerta. Y, en el caso de Colombia, un ejemplo de lo que no se debe hacer.

Los colombianos nos preparamos para una votación definitiva: si se avala o no el proceso de paz con las Farc. La desinformación y las exageraciones con fines políticos pueden llegar a ser una grave amenaza para la legitimidad de la decisión que se tome. Los dirigentes, los medios y la sociedad en general tienen la tarea de conseguir que la verdad no se convierta en víctima de este proceso. El compromiso debe ser a no difundir llamados apocalípticos (o cantos de sirenas) que puedan inducir a error a millones de colombianos.

El llamado es claro: que los promotores del no y del sí hagan una campaña seria, mostrando los fundamentos de sus aseveraciones y lejos de los facilismos retóricos.

Haría bien el presidente Juan Manuel Santos en estudiar con calma el fracaso de la estrategia de David Cameron, que se sustentaba en el miedo a las consecuencias de dejar la UE. Poco aportan sus declaraciones sobre la guerra urbana y el aumento de impuestos que presuntamente vendrán si falla el plebiscito, o el mecanismo democrático que la Corte decida finalmente.

También sería prudente manejar las expectativas, no presentar este proceso como la solución a todos los problemas, cuando no lo es. Puede hacerse una campaña responsable.

Y por los lados de la oposición también hay mucho que cuestionar. El Centro Democrático y, en particular, el senador Álvaro Uribe Vélez han difundido datos sin sustento que ahora hacen parte del imaginario de una porción de la población, como que a los reinsertados de las Farc se les van a pagar $1’800.000 mensuales, cuando no se ha dicho algo similar en ningún momento. Hay críticas que pueden —y deben— hacerse a las negociaciones y los acuerdos, pero es necesario que se hagan sobre fuentes verificables, para que aporten al debate y no sean consignas de campaña.

En esta coyuntura histórica es clave que la discusión sea democrática y argumentada, y que la decisión que se tome sea lo más informada posible, para que, sea cual sea el resultado, éste se sustente, no en ambigüedades ni exageraciones, sino en verdades, en la transparencia que requiere una decisión como esta. Porque acabar con el conflicto en Colombia no es algo que se hace a la ligera.

De lo contrario, se puede correr el riesgo de seguir el ejemplo del Reino Unido y convertirnos en una sociedad polarizada, con dudas y arrepentimientos, es decir, seguir en el mismo atolladero del que pretendemos salir tras tantos años de sangre derramada.

 

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