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Villa de Leyva en el umbral

Villa de Leyva está en el corazón de los colombianos. Es patrimonio nacional. Por eso las decisiones que toman las autoridades locales, en su forma y contenido, no deberían ser iguales a las de cualquier otro municipio. ¿O su carácter patrimonial es otro saludo a la bandera? No lo creemos, sobre todo, por el bien de sus habitantes.

El Espectador
15 de diciembre de 2013 - 10:00 p. m.
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No basta pues que se exija que la arquitectura imite en forma y color una supuesta apariencia colonial, caso en el cual lo patrimonial terminará reduciéndose a unas cuantas edificaciones antiguas. Se requiere con urgencia un plan de desarrollo urbano, en el que claramente se delimite la parte patrimonial y se ordene el crecimiento adicional, incluyendo un perímetro suburbano en conformación que genera nuevos retos.

No se trata de congelar la actividad económica generando un pueblo museo. Pero tampoco acoger cualquier tipo de crecimiento, como lo sería el que jalona la llegada de nuevas cadenas comerciales. Ya se evitó, gracias a la ciudadanía, que recibiera el impacto del desarrollo petrolero.

Esto último demuestra que parte de la respuesta ya se encuentra allí, en personas e instituciones que vienen consolidando un poblado que permite una experiencia de encuentro con los valores naturales y culturales, que es lo que buscan sus visitantes. Si esto se pierde, en áreas del crecimiento de corto plazo, entraría a competir con tantos otros poblados que presentan otro tipo de atractivos. Sin duda el reto es complejo y requiere una forma nueva de intervención entre la autoridad patrimonial nacional y el municipio.

Muchas instituciones, como el Instituto Humboldt, que tiene allí una sede, por ejemplo, podrían participar. Porque tememos que el futuro de la villa pudiera quedar capturado por intereses locales que no compartan la misma visión.

Por lo pronto hacemos un llamado a la prudencia. Hay decisiones que deberían esperar. La escasez de agua es una oportunidad temporal para la reflexión participativa. Aumentar contundentemente la oferta del líquido seria simplemente favorecer la explosión urbana. En vez de una represa, y mientras se llega a un acuerdo en torno a una visión de futuro, se debe consolidar una nueva cultura del ahorro doméstico y una jardinería con plantas de zonas áridas que no aumente la huella ecológica.

También se debe favorecer la producción y comercio local de alimentos, ojalá con certificación de calidad ambiental. Es claro que el potencial de esta villa está basado en su especial carácter, en sus atractivos naturales y culturales. Podría ya tener un efectivo sistema de áreas naturales protegidas que la potencie además como un epicentro del ecoturismo.

Con su región ya debería estar inscrita en la lista de los paisajes culturales protegidos. Por eso el tema no es la cantidad de su actividad económica, sino su calidad. Lo grave que observamos es que hay indicios de otro futuro posible y más probable en marcha: una Villa de Leyva que ofrece bienes y servicios que corresponden más a un suburbio de una ciudad moderna, mientras lo patrimonial pasaría a la categoría de un gran parque temático. Todavía podría evitarse.

Por El Espectador

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