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La visita de Almagro

La primera visita del nuevo secretario general de la OEA, Luis Almagro, a Colombia pasó con bajo perfil a pesar de que el alto funcionario internacional cumplió una apretada agenda.

El Espectador
27 de agosto de 2015 - 04:19 a. m.

 El apuntalamiento al proceso de paz, diversas reuniones con actores gubernamentales y sociales, así como el haber dialogado con el presidente Juan Manuel Santos sobre el Sistema Interamericano de Educación, las drogas y la compleja relación con Venezuela, demuestran que su estancia fue productiva.

Para Colombia, la relación con la OEA es muy importante, así no trascienda con frecuencia. Sin ir muy lejos, en el país viene operando desde 2004 con bajo perfil, pero alto nivel de eficiencia, la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (MAPP). En estos últimos años han acompañado, con oficinas desplegadas a lo largo y ancho del país, los procesos de desmovilización, primero de paramilitares y luego de guerrilleros, así como su reinserción y respeto por los derechos fundamentales, la devolución de tierras, el cumplimiento de las leyes de Justicia y Paz. El Gobierno decidió ampliar por tres años su mandato de acción, lo que convirtió a la OEA en el primer multilateral que colaborará de hecho en el posconflicto en la medida en que el mismo ya comenzó. La MAPP debería, con la aprobación del Gobierno, profundizar su acción, pues en estos once años conoce a fondo las particularidades de cada una de las regiones donde opera. La visita de Almagro al Cauca, donde tuvo encuentros con la sociedad civil, el gobernador, alcaldes y los gremios, le permitió constatar de primera mano lo que se ha logrado hasta el momento. La decisión de Santos de apoyar su permanencia es un paso en la dirección correcta.

También está el tema de las drogas, donde Colombia ha jugado un papel importante desde la Cumbre de las Américas en Cartagena y el mayor involucramiento de la OEA en el mismo. Se ha dado un timonazo frente a las posiciones tradicionales para enfrentar este flagelo. El énfasis en salud, la creación de jurisdicciones especiales para el tema y la continuidad de mano dura contra los grandes capos, son logros palpables. De ahí que la necesidad de que la región marche con una posición unificada frente a la gran reunión de Drogas Ungass 2016, en Viena, debería ser un imperativo para el ente hemisférico. Otro aspecto es la propuesta que Colombia llevó a la Cumbre de las Américas en Panamá de crear un Sistema Interamericano de Educación, que ha sido retomado por el propio Almagro, ya cuenta con el apoyo del BID, el Banco Mundial, la CAF y la Cepal. La posibilidad de armonizar políticas públicas en toda la región sobre la base de las mejores experiencias y los esfuerzos que se están adelantando, es inaplazable.

Con respecto a la tirante situación con Venezuela, no es mucho lo que pueda hacer el secretario Almagro. Su capacidad de acción está limitada a la invitación que le hagan los estados para vincularse en una eventual labor de mediación. En este caso, Colombia ha preferido privilegiar de manera acertada la instancia del diálogo diplomático bilateral. Si los hechos llegaran a empeorar, el Gobierno podría acudir a la instancia multilateral, comenzando por el problema humanitario que se ha creado. En distintas circunstancias, pero con resultados similares, se está viviendo una situación compleja entre República Dominicana y Haití.

La OEA ha sido criticada con frecuencia por su aparente inactividad y la pérdida de importancia frente a otras, como Unasur o la Celac. De ahí que la llegada de Luis Almagro haya hecho presagiar nuevos vientos para la principal organización política de América. Ese es un papel preponderante que no sólo debe conservar, sino profundizar. ¿Cómo lograrlo? La nueva administración propuso una reestructuración de la Secretaría General para inyectar una nueva dinámica que le devuelva la relevancia que merece. Es de esperar que este proceso termine en buen puerto y a mediano y largo plazo se comiencen a ver resultados tangibles. La OEA y la región lo merecen.

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Por El Espectador

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