Educación porno

Columna del lector
03 de abril de 2017 - 02:00 a. m.
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Por Alejandra Omaña

Los contenidos de la industria porno están hechos por hombres y para hombres, como cualquier industria que obedece a la demanda.

Los hombres, antes de tener sexo por primera vez, vieron porno para saber qué hacer; y nosotras cedimos, confiando que ellos sabían cómo hacerlo.

¿Por qué no somos las mujeres las principales consumidoras de pornografía en el mundo? Porque llegamos tarde a nuestra sexualidad. Crecemos sin conocer la función exacta de nuestros genitales y las sensaciones que produce la estimulación de los mismos. Sospechamos ante la prohibición de palpar o exhibir nuestras partes, ante la insistencia de llevar la falda del colegio debajo de la rodilla; y si la curiosidad nos produce placer, nos culpamos de inmorales por no seguir las reglas. Oímos de nuestras mamás que nuestro valor como mujeres depende de la conservación de un himen, pero no nos dicen que ese mismo se puede romper solo haciendo deporte.

Tardamos años en saber que el orificio por donde orinamos no es el mismo por el que más adelante podremos ser penetradas. Del clítoris sabemos mucho más tarde, porque a diferencia de los hombres, nuestros genitales no cuelgan.

Por eso llegamos tarde al porno, porque llegamos tarde a nuestros cuerpos.

Los hombres, educados sexualmente por el porno (¿cómo más podrían hacerlo?) reducen la figura femenina al cuerpo “penetrable”, porque creen nuestra sexualidad tan básica como la suya. No saben, como a veces nosotras tampoco sabemos, que la piel es el órgano sexual con más terminaciones nerviosas.

Creen que, como en las películas porno, una palabra morbosa bastará para humedecernos. También ven en las actrices porno el referente de lo que necesariamente debe hacer una mujer para ser un buen polvo.

Y ellos, claro, adoptan la idea de que solo lograrán satisfacer a sus parejas si tienen el pene grande y la resistencia de los actores porno. Y alguien tiene que decirlo: esas no son cualidades del colombiano promedio.

Entonces, como la educación que recibimos la mayoría de los colombianos: nos enseñaron mal. Nos enseñaron mal cómo coger.

Nota: Los tiempos cambian y los derechos se hacen populares, no tanto como para que los padres o profesores enseñen a los adolescentes cómo tener sexo, pero sí para que directores, productoras, actrices y actores hagan porno para todos: no convencional.

Pornografía donde el pene es solo un elemento más de la escena y no el protagonista; pornografía donde se asume la responsabilidad del porno como elemento de educación sexual y se explora el placer femenino desde los sentidos, reconociendo que cada mujer es diferente.

Nueva pornografía en la que caben todos los cuerpos, hasta los que hemos pensado que no tienen sexo, como las personas con movilidad reducida, sin extremidades, sin algunos sentidos.

Mis figuras favoritas son la directora Erika Lust, la actriz Amarna Miller, el colectivo de yeswefuck.org y otros transgresores que quieren hacer porno que enseñe a follar bien.

@AmarantaHank

 

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