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El año rural se debe acabar

Roberto Esguerra Gutiérrez
24 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Cuando estamos ad portas de que el Gobierno presente la reforma a la salud a consideración del Senado, vale la pena revisar temas que deberían ser incluidos en una reforma estructural como la que se requiere.

Año rural  o servicio social obligatorio son términos para designar un año que médicos y otros profesionales de la salud deben cumplir para obtener sus títulos profesionales.

La historia se remonta a su creación mediante un decreto de estado de sitio del 9 de noviembre de 1949, de lo que se denominó el “Servicio de Salubridad Rural, equivalente al año de práctica del plan de estudios de las Facultades de Medicina reconocidas por el Estado”, como requisito para obtener el título. Se eliminaba el año de internado rotatorio a cambio de este año, con el que se pretendía ayudar a solucionar la ausencia completa de servicios de salud en muchas regiones rurales y apartadas del país.

Pocos años más tarde se volvió a incluir el internado rotatorio como séptimo año en la formación médica, previo al año rural. En los años 80 se comenzó a denominar “servicio social obligatorio” y se creó el Consejo Nacional Coordinador del Servicio Social Obligatorio, adscrito al Icfes. Desde entonces hasta ahora múltiples leyes, decretos y resoluciones han reformado sus características, por ejemplo no restringiéndolo a áreas rurales sino incluyendo áreas urbanas, proyectos de investigación y otras actividades.

Cuando se expidieron las primeras normas se graduaban en Colombia probablemente menos de 300 médicos al año y las condiciones de atención médica eran muy rudimentarias o no existían en muchas zonas rurales del país. Hoy cada año se gradúan cerca de 3.800 médicos y en todos los municipios existen servicios de salud, algunos muy elementales, es cierto, pero en la mayoría de los casos aceptables.

En los últimos años el número de plazas habilitadas para el servicio social obligatorio no ha sido suficiente y se ha recurrido a realizar sorteos, de manera que quienes no salen seleccionados quedan exentos. De los seleccionados una buena proporción queda en las grandes ciudades, incluyendo Bogotá, en actividades de investigación o similares, muchos otros son asignados a municipios importantes que disponen de hospitales y solamente tienen que acudir a un puesto de salud en algún pueblo cercano a realizar consulta. Finalmente, algunos van a áreas rurales donde permanecen sólo ese año.

El nuevo sistema de salud deberá fortalecer la atención primaria, como ya lo ha ordenado la Ley 1438, para ello es indispensable crear las condiciones necesarias para que los médicos recién graduados vean una oportunidad laboral y profesional interesante, que les permita radicarse en poblaciones rurales y lugares apartados, porque están bien remunerados, tienen condiciones adecuadas para trabajar y la estabilidad que les permita radicarse y establecer relaciones sólidas con la comunidad.

Evidentemente, las condiciones que llevaron a crear el año rural ya no existen y no es un buen mensaje para las poblaciones que más requieren de atención primaria, enviar médicos recién graduados, que la gran mayoría de las veces llegan allí sólo porque les toca cumplir con el requisito y deben abandonar el lugar al terminar el año por lo que la comunidad apenas los alcanza a conocer.

No tengo duda al afirmar que el año rural se debe acabar lo más pronto posible, pues no conviene a la sociedad ni a los profesionales y aunque me he referido solamente al caso de los médicos, pienso que también aplica a los otros profesionales de la salud que hoy cumplen con este requisito, que constituye un paradigma con el que hay que acabar.

 

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