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Una de las expectativas relacionadas con el proceso de paz es que, de lograrse un acuerdo, muchos de los esfuerzos presupuestales y materiales que actualmente absorbe la guerra podrán invertirse en otros servicios, como la salud y la educación.
Llamado genéricamente el dividendo de la paz, el cálculo de los perjuicios económicos generados por el conflicto y las ventajas esperadas de la paz puede analizarse de diferentes formas.
Por un lado, Colombia tiene hoy uno de los gastos militares más altos de América Latina. Según un informe del Ministerio de Defensa del 2009, entre 2001 y 2007 el gasto de defensa y seguridad promedio de Latinoamérica fue de 1.6 por ciento del PIB. Colombia alcanzó 4.7 por ciento en el mismo período. Una parte importante de esos recursos podrán ser convertidos a otros usos una vez se desmovilicen las estructuras armadas ilegales que actualmente operan en el país. Naturalmente, la reorientación no será automática. Como sabemos de otros países, las necesidades de seguridad en el postconflicto no terminan, sino que se transforman. En vez de ejército se necesita fuerza policial y, aún en el caso hipotético de que la mesa de negociaciones logre un acuerdo en torno al narcotráfico, la penetración de las organizaciones armadas ilegales en toda clase de negocios lícitos requerirá una respuesta estatal importante. Pero en el mediano plazo es factible empezar a ver que se liberen cada vez más recursos para tareas constructivas asociadas con un mayor bienestar de toda la población colombiana.
Por otro lado, la economía colombiana ha podido crecer y transformarse a pesar del conflicto armado y Colombia figura hoy entre los países promisorios del mundo en desarrollo. En ese sentido, el proceso de paz no se da en un país devastado por la guerra (como sí pudo percibirse previamente al proceso del Caguán o en la antigua Yugoslavia). Sin embargo, la añorada prosperidad equitativa—reflejada en una dinamización de las economías regionales y una mayor distribución del bienestar hacia sectores de la población que hoy todavía ven la bonanza colombiana desde las barras—sólo podrá darse con el fin del conflicto armado. Esto permitirá la reorientación de los recursos que tanto el Estado como el sector privado actualmente invierten en seguridad. Así, en el mediano y largo plazo, a medida que las instituciones colombianas desarrollen mayor capacidad de respuesta y atención en todo el territorio nacional, el dividendo de la paz será mucho más contundente.
* Angelika Rettberg, Directora y profesora asociada Departamento de Ciencia Política
