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Para los demócratas del continente no puede haber duda alguna de que Nicolás Maduro, el impostor, y el tenebroso Diosdado Cabello, señalado de ser el jefe del cartel de los soles, han sometido a Venezuela a una auténtica dictadura y condenado a su pueblo a sufrir la escasez alimentaria consecuencia del estruendoso fracaso de su modelo económico estatizante.
La detención del alcalde caraqueño y líder de la opositora Mesa de Unidad Democrática, Antonio Ledezma, que se suma a la ya prolongada que sufre Leopoldo López y la amenaza contra María Corina Machado y otros críticos del régimen, es la confirmación contundente de que el castro-chavismo pretende establecerse indefinidamente en el poder y profundizar su “revolución del socialismo del siglo 21” siguiendo el ejemplo cubano.
El dúo Maduro-Diosdado huye hacia adelante ante la caída de los precios del petróleo que redujo de forma dramática su margen de maniobra y sus posibilidades de mantener el tren de gastos que traían cuando el barril estaba por los cien dólares.
El malestar de la población que bordea más del 70 por ciento de desaprobación contra Maduro, crea, por primera vez en muchos años, una atmósfera favorable a las banderas de cambio de la Oposición democrática. El régimen lo sabe y por ello ha lanzado esta provocación para que sus opositores reaccionen con violencia y así tener pretextos para nuevas detenciones.
Aunque la MUD acusa algunos problemas internos y ha perdido capacidad de dirección y convocatoria por las divisiones, tiene a su favor una opinión amplia que espera las consignas a seguir. Además, gobernantes de otros países han puesto sus ojos sobre las movidas represivas del dúo tenebroso y hay síntomas de emergencia de un movimiento, por lo menos continental americano, de solidaridad con los venezolanos y de rechazo a la dictadura.
Con el cuento del golpe de estado, Maduro y Diosdado pretenden legitimar la represión, pero también, concitar la solidaridad de aquellos que se han beneficiado de su prodigalidad. Ha llegado el momento de cobrarles en efectivo a los países del ALBA, y a los gobiernos de izquierda que dominan en el continente. Pero ambos carecen de la aureola con la que Chávez engolosinaba a diestra y siniestra, dólares y petróleo de por medio. Y, además, falta el carisma, falta el billete y falta el petróleo para aceitar la maquinaria.
Por eso mismo, la huida hacia adelante puede resultar un fiasco. Soplan vientos adversos para varios de sus aliados. En Ecuador un ensoberbecido y autoritario Correa quiere coronarse, cual Napoleón, emperador eterno con poderes absolutos, está dedicado a perseguir a la prensa opositora y a un caricaturista. En Argentina Cristina Kirchner está al borde de un ataque de nervios por las acusaciones del fiscal Nisman y su muerte misteriosa. Su vicepresidente está siendo procesado por corrupción y ella misma puede terminar en los estrados arriesgando a perder el poder en las próximas elecciones presidenciales. Dilma Roussef, si bien acaba de ser reelegida, enfrenta el peor escándalo de corrupción en la poderosa Petrobras.
Correa, Morales y Ortega han manipulado sin rubor la legislación electoral y las constituciones de sus países, valiéndose de su condición mayoritaria en el Congreso, para extender indefinidamente sus mandatos, en una clara violación del espíritu democrático.
Acusa síntomas de desgaste la estrategia del izquierdista y filocomunista Foro de Sao Paulo, consistente en acceder al poder apoyado en un discurso promesero, regalista, anticapitalista y nacionalista y utilizando la vía electoral, para luego, por medio de artimañas impúdicas atacar instituciones centrales del ordenamiento tradicional republicano como la libertad de prensa, la separación de poderes, el debilitamiento de los ejércitos y la reforma de la constitución de tal forma que sea imposible un cambio de gobierno por vía electoral.
Estábamos advertidos de la naturaleza antidemocrática y dictatorial del proyecto castro-chavista. Muchos intelectuales liberales y progresistas se burlaban de tales avisos, los creían exagerados e infundados, fruto de la paranoia o de un fantasioso anticomunismo. Muchos gobernantes se dejaron seducir por las dádivas “generosas” sin querer ver el veneno.
Hoy la situación pone al mundo democrático en el plano de una inevitable disyuntiva: o sigue pasivamente el aplastamiento de las instituciones democrático-liberales, o toma el toro por los cuernos y sale a combatir por su restablecimiento. La dictadura busca una confrontación de fuerza porque es lo que justifica la represión. A la Oposición, en cambio, le convendría una acertada combinación de la protesta masiva, la resistencia pacífica, la preparación de las elecciones legislativas y una intensa campaña convocando a la solidaridad internacional.
Los amigos de Venezuela, ante la incompetencia de la OEA y la actitud cómplice de UNASUR -en manos de un monigote de Maduro-, deberían orientarse a la constitución de una instancia opuesta al Foro de Sao Paulo, un Foro Latinoamericano por la Democracia y las Libertades.
Darío Acevedo Carmona, febrero 23 de 2015