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Falleció Virginia Bouvier el pasado fin de semana en Washington. Ginny, como la conocíamos quienes tuvimos el privilegio de trabajar con ella, fue una de esas personas desconocidas para el gran público, pero cuyo trabajo comprometido, discreto y persistente por la paz en Colombia ha sido y seguirá siendo clave.
La conocí en 2006 cuando recién asumía la dirección del programa de Colombia en el Instituto de Paz de Estados Unidos, conocido por su sigla en inglés USIP. Sin duda, USIP es un bicho raro. Fue creado en 1984 en tiempos de Reagan por el Congreso, en ese entonces de mayoría demócrata. Su junta directiva, compuesta, entre otros, por el secretario de Estado y el secretario de Defensa, le ha dado siempre un carácter no partidista, lo que le ha permitido trabajar de manera independiente, a pesar de los bruscos cambios de la política gringa en las últimas décadas.
Ginny inició su trabajo para USIP en Colombia justo en los momentos más difíciles, en plena era Bush-Uribe, tiempos en que hablar de la salida negociada al conflicto armado era prácticamente calificado como subversivo. Recuerdo cómo nos alentaba en medio de nuestro pesimismo y frustración, siempre señalando caminos alternativos y apoyándose en las múltiples experiencias de trabajo por la paz de los sectores sociales populares en los territorios colombianos.
Editó un libro ejemplar, titulado Colombia: La construcción de la paz en tiempos de guerra, publicado primero en 2009 en inglés y luego, en 2014, en español (con prefacio de Francisco de Roux). Es una recopilación de escritos importantes sobre la realidad colombiana que se complementan con las voces premonitorias de mujeres rurales, comunidades indígenas, líderes campesinos y jóvenes de las barriadas.
Durante el sentido homenaje que el representante Jim McGovern del estado de Massachusetts le rindió a Ginny en la Cámara de Representantes, resaltó su trabajo y compromiso con las comunidades más golpeadas por la guerra.
Sus análisis y opiniones siempre fueron recibidas con mucho respeto en los corredores del poder en Washington, dada su inteligencia y fuerte compromiso con la causa de derechos humanos y democracia. Estaba dotada de una gracia especial, mucha dulzura y gran elegancia, quizá por su parentesco lejano con Jackie Kennedy Onassis. Su blog, Colombia Calls, se había convertido en una fuente obligada de información para los policy makers en relación con el proceso de paz en Colombia. El trabajo juicioso, laborioso y silencioso es clave, especialmente cuando se trata de un medio tan complejo y contradictorio como lo es Washington.
La última vez que visité a Ginny en su oficina la encontré muy golpeada: le acababan de informar que en el proyecto inicial de presupuesto que Trump le había presentado al Congreso el rubro asignado a USIP era cero. ¡Ni un solo peso! Seguía observando el proceso colombiano con mucho optimismo, pero no escondía su tristeza y preocupación por la suerte de su propio país, aunque como buena funcionaria, guardaba paciente esperanza.
Nos hará mucha falta Ginny, especialmente cuando más se necesita que se escuchen voces sensatas en Washington. Se organizan sendos homenajes tanto allá como acá. Será también la ocasión para agradecerle a aquellos estadounidenses que, sin ser colombianos, se han hermanado con nosotros, nuestras luchas y nuestros sueños. Son pocos pero valientes estos aliados indispensables en la capital del imperio, que nos apoyan con la construcción de la paz en Colombia. ¡Paz en la tumba de Ginny!