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Es inmensa la admiración que conservo por Julio Sánchez Cristo pese a que luego de mi salida de Semana.com, provocada por María Isabel Rueda, le brindó a ella en La W un ‘silencioso’ apoyo consistente en que cortaba a todo oyente que por esos días llamaba a referirse al tema. Esto lo entendí como un gesto de solidaridad con su compañera de trabajo, bajo el entendido de que ella está en su derecho de tener amigos que la quieran con cariño auténtico y protector, del mismo modo que lo estuvo Felipe López al retirarme la columna, sin que me haya parecido censura. Como dijo Pascal, “razones tiene el corazón que la razón no entiende”.
Pero ahora resulta que nuestro muy apreciado ‘don Julito’ se ha inventado una teoría consistente en que entre periodistas no se pisan las mangueras, como si fuéramos bomberos y no profesionales de la comunicación, sin limitante alguno en la escogencia de temas. Con motivo de la columna de León Valencia en Semana, titulada Claudia Gurisatti y RCN, el lunes 1 de junio entrevistó a primera hora a la directora de Noticias de ese canal y le manifestó su entusiasta solidaridad con estas palabras: “resulta muy extraño que los periodistas se vuelvan jueces de otros periodistas. El único juez que tiene un periodista es su oyente, su televidente, su lector”.
¿Cómo así? ¿O sea –pregunto- que a un periodista no se le debe permitir criticar a sus colegas, pero sí se debe permitir que María Isabel Rueda traspase los linderos de lo penal y desde su tribuna de opinión acuse con total impunidad a un expresidente de la República de haber ordenado un asesinato, basada en la declaración de un mafioso al que la revista Semana considera que “¡Está loco!”? (Ver artículo en mención).
Hablando de extrañezas, el día de la entrevista citada los oyentes extrañaron lo que habría podido ser un animado debate entre Gurisatti y Valencia –como acostumbra hacer La W en otros casos- para que estos se hubieran formado su propio concepto. Si no lo hizo así fue porque en legítimo gesto de nobleza con su amiga quiso defenderla de “los ataques que ha recibido”, pero es aquí donde comienza mi amable divergencia con el periodista radial, pues de ningún modo se puede concebir como ataque lo que en la columna de León fue un respetuoso análisis del sesgo marcadamente político y agitacional que ha tomado Noticias RCN desde que Claudia Gurisatti asumió su dirección.
Ocultar esta verdad es lo mismo que pretender tapar el sol con un dedo. Se trata de una situación desde todo punto de vista anómala, y da origen a un debate que no se puede soslayar. De por medio está la responsabilidad que toda empresa periodística y todo comunicador tienen en el manejo de la información, más cuando esta llega a millones de televidentes. En este contexto Valencia puso el dedo en la llaga cuando advirtió que “con solo dos grandes canales de televisión abierta (…), si en uno de ellos quien orienta la información declara su intención de poner el medio a favor de una causa política, el panorama se torna totalmente oscuro”. Y esta situación la consideró “grave”.
Como dije en reciente columna, en el servicio informativo del canal RCN “se percibe una total coincidencia política e ideológica con las tesis de Álvaro Uribe, que los dibuja unidos en difundir a los cuatro vientos la sensación de que nunca antes habíamos estado peor”. Esto es precisamente lo que se quiere ocultar, y es aquí donde el debate debe darse, disgústele a quien le disguste.
Para tratar de hacer creer que dicho enfoque tendencioso no existe, Gurisatti mencionó en la entrevista que también ha acudido a fuentes del gobierno (entre esos mencionó al Ejército) o ha informado sobre temas como el avance del desminado, de reciente ocurrencia. Pero esto se contrapone con el hecho de que, por ejemplo, cuando la noticia de apertura fue el anuncio del levantamiento del cese al fuego unilateral por parte de las FARC, las cuatro primeras declaraciones que en su orden presentaron fueron las del expresidente Álvaro Uribe (quien pidió “concentración” en un área, como si se hubieran rendido), el senador uribista Alfredo Rangel, el procurador Alejandro Ordóñez y la excandidata a la presidencia por el Partido Conservador, Martha Lucía Ramírez.
El día que ese debate se dé sin censura ni cortapisas, habría que preguntarse si en Colombia hay vacas sagradas del periodismo a las que no se les puede tocar, pero sobre todo cómo es que periodistas que cargan con la responsabilidad de un inmenso poder mediático no pueden ser objeto de crítica o de análisis, como si por haber alcanzado tan altas cumbres de fama o de prestigio quedaran exentos del escrutinio público. Muy por el contrario, estos son los que hasta en su vida privada deben dar el mejor ejemplo, como si fueran los sacerdotes de la tribu a quienes se les encomienda la preservación de un fuego sagrado, el de la información responsable.
En la entrevista citada Gurisatti contraatacó diciendo que Valencia “insinúa que puede haber riesgo para la empresa dueña de RCN”, y entendió eso como “una nueva modalidad de censura”. Puedo estar equivocado, pero me parece que el columnista advertía más bien sobre el riesgo que para la Organización Ardila Lulle habría en el menoscabo de su credibilidad, con eventuales efectos en el mercadeo de sus productos o en la contratación de la pauta publicitaria.
Según Sánchez Cristo “una periodista con esa hoja de vida es libre de decir y expresar lo que quiera”. Ahí estamos de nuevo en desacuerdo. La propia Gurisatti demostró hasta la saciedad que llegó a la dirección de Noticias RCN con bitácora política propia, y en tal medida está al servicio de quienes quieren que el uribismo –o sea la extrema derecha- retome el poder e imponga sus propias condiciones. Esto es algo que el país no puede permitir, a no ser que logren imponer esas condiciones por la vía de las urnas, no por la fuerza de sus ‘armas’ mediáticas.
DE REMATE: En torno a la colaboración que hoy le presta María del Pilar Hurtado a la Fiscalía, un trino reciente del expresidente Álvaro Uribe sugiere que este presiente pasos de animal grande: “comprobé la tortura, sutil y camuflada con halagos, a la cual fue sometida en cautiverio de la Fiscalía”. Puesto que no podrá acusarla de loca (como sí hizo con Yidis), parece estar abonando el terreno para alegar tortura psicológica cuando la exdirectora del DAS comience a ‘cantar’…
En Twitter: @Jorgomezpinilla
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