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Lección de los paros rurales

Luis I. Sandoval M.
16 de septiembre de 2013 - 11:00 p. m.
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A comienzos de año no parecía que pudiera ser así, pero el paro del Catatumbo en junio, el paro rural de diversos sectores y regiones en julio y agosto, inclusive, en otra modalidad, las múltiples actividades de la Semana por la Paz en septiembre, muestran que parte importante de la sociedad se mueve hacia la paz, hay acción colectiva de sectores concernidos con la agenda que se discute en La Habana, especialmente campesinos y otros estratos del mundo rural.

El hecho de que la tierra y su gente sea tema no solo en las conversaciones Gobierno-Farc sino a raíz de acciones legítimas de protesta social (paros, bloqueos, marchas) efectuadas en forma sucesiva y confluyente, con respaldo masivo en territorios indígenas y, lo más sorprendente, inclusive en las ciudades, muestra que se justifica la prioridad que se le ha otorgado, y que tiene fundamento la aguda y hermosa frase de Darío Fajardo: “para sembrar la paz se necesita aflojar la tierra”.  

Pero muestra también que la propuesta reformista del Presidente Santos, cuya primera expresión es la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, aplicada con lentitud exasperante y sin garantías de seguridad, es insuficiente frente a la hondura de los problemas del campo y las represadas aspiraciones de víctimas, campesinos y productores rurales. 

Otro aprendizaje importante de 100 días de movilización en los últimos meses, es el reconocimiento generalizado de que el campo, con sus territorios y sus gentes, está atrasado porque ha sido sistemáticamente relegado gobierno tras gobierno. Su atraso es crónico, estructural.   

La múltiple protesta social rural hizo visible que la victimización tiene que ver no solo con el conflicto armado sino también con el modelo económico y la mala política. Por ende no basta dejar de disparar para que llegue la paz (paz negativa), se requiere que se creen las condiciones económicas y políticas para que vean la luz los cambios necesarios (paz positiva). 

Ello implica que haya reformas serias, reformas realmente democráticas, y que haya actores – ciudadanos activos con derechos, movimientos, partidos, instituciones - capaces de realizarlas. No podemos eludir la lección de los paros y exigencias del campo: la reforma rural no solo es necesaria sino perentoria, no da espera.  

Al tiempo que se hace sentir un repunte de la movilización para la paz, las encuestas más recientes (Datexco) están indicando que sigue habiendo amplias franjas indiferentes al proceso, o incrédulas de que llegue a buen fin, o francamente hostiles a él.  63% de los encuestados está en desacuerdo con la forma como se maneja la negociación en Cuba, 64% no cree que se logre firmar un acuerdo, respecto al referendo 45% está de acuerdo y 44% se opone, la refrendación por Asamblea Constituyente tiene aún menos acogida. 

El propio gobierno contribuye a estos preocupantes indicios porque en el afán de extremar la deslegitimación de las Farc, y hacer concesiones al guerrerismo, destruye lo poco que hace para legitimar el proceso en su conjunto, aparte de que no tiene estrategia coherente y eficaz para el reencuentro y la reconciliación. 

Pesan los intentos fallidos, pero ahora quizá incide fuertemente el método  deletéreo de negociar en medio del conflicto. Al respecto fue muy claro el Expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de Paz (1987) Oscar Arias en reciente visita a Bucaramanga. 

El cambio de estas condiciones solo puede venir de la fuerza moral e iniciativa política de una sociedad movilizada desde todos sus espacios regionales y nacionales (amplio movimiento social de paz) con una idea clara de vivir, conflictuar, gobernar de otra manera, de manera genuinamente democrática.

lucho_sando@yahoo.es

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