Publicidad

No combatientes

Ramiro Bejarano Guzmán
22 de febrero de 2015 - 03:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Es una paradoja, por decir lo menos, que los empresarios y financiadores del paramilitarismo, que con sus dineros alimentaron y multiplicaron el conflicto interno durante años sin que jamás la justicia los tocara, ahora disfrazados de mansas palomas con el apelativo de “no combatientes” se apresten a meterse en el saco de la justicia transicional también propuesta para ellos por el expresidente Gaviria.

Si alguien tiene que purgar prisión efectiva por haber incrementado el conflicto armado son los empresarios perfumados y sofisticados que se aliaron con los paramilitares dizque para defenderse y terminaron montando la más pavorosa máquina del crimen.

Es insólito que no haya un solo empresario investigado y condenado por haberse sumado al paramilitarismo. En el libro Mi confesión, de Carlos Castaño, se mencionó una junta directiva nacional del paramilitarismo conformada por encumbrados potentados del gran capital, y que se sepa, no ha habido una sola pesquisa judicial para establecer ese rastro delincuencial.

Para no ir muy lejos, desde 1998 en esta columna he venido comentando el malhadado suceso que habrían protagonizado unos empresarios vallecaucanos que fueron al Caguán a plantearle al guerrillero Simón Trinidad que era mejor secuestrar políticos y no industriales, porque ellos generaban riqueza y trabajo. El cuento no tendría importancia si no fuera por dos circunstancias insoslayables: la primera, que hasta ese momento las Farc no habían secuestrado políticos, y la segunda, que coincidencialmente a partir de esa época empezaron a caer en los campos de concentración de las Farc hombres públicos de todas las tendencias y lugares.

En esa ocasión fueron cuatro grandes señorones del Valle del Cauca los contertulios del guerrillero Trinidad, quienes hicieron parte de esas gigantescas comitivas que entonces viajaban al Caguán buscando seguridad para ellos y los suyos. Cuando me enteré de la historia, que por lo demás estuvo en boca de muchas gentes en la región, me comuniqué telefónicamente con uno de estos personajes, que aún hoy vive, y le pregunté si era cierta la versión de la insólita propuesta al guerrillero, pero, como se dice coloquialmente, se hizo el loco, aunque nunca negó su presencia en el Caguán en compañía de varios de sus amigotes. Desde entonces siempre he tenido la sombría preocupación de que algo de cierto hay en esa historia tenebrosa y siniestra.

Y la justicia nunca se ha preocupado por indagar si semejante suceso tiene o no algo de verdad, como tampoco las conocidas alianzas entre paracos e industriales. Por el contrario, en el Valle del Cauca floreció el paramilitarismo y casi que se volvió obligatorio en ciertos escenarios. Se hicieron tan célebres los bandidos paramilitares que inclusive el grupo Carvajal, que se ufana de hacer las cosas bien, a través de la editorial Norma patrocinó y publicó la única biografía autorizada del que para ese momento algunos irresponsablemente consideraban un héroe: Salvatore Mancuso.

¿Por qué nunca la justicia llegó hasta esas latitudes? Aunque debe de haber más de una razón, lo cierto es que es fácil suponer que esa impunidad obedeció a lo mismo de siempre: la justicia es para los de ruana. Por estos días se ha sabido que en la Fiscalía duermen 13.000 denuncias contra industriales acusados de haber cooperado con el paramilitarismo, sin que haya una sola que permita concluir que alguien se interesó por investigar a esos criminales de cuello blanco.

Ahora con el remedio de la justicia transicional la suerte parece sonreírles a estos no combatientes, que a pesar de no haber empuñado jamás un fusil, tienen tan untadas de sangre sus manos como las de los paracos que incendiaron el país. Lo que no puede ocurrir es que a quienes contribuyeron con masacres, asesinatos selectivos, despojos y desplazamientos, se les premie encarcelándolos en sus mansiones o en sus fincas de recreo.

 

Adenda. Que los Estados Unidos hayan enviado a Bernie Aronson como delegado para el proceso de paz es una magnífica señal de que lo de La Habana va por buen camino, así le duela al troglodita del procurador Ordóñez.

 

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar