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Más que anunciado estaba que el Gobierno del presidente Duque arrancaría con la necesidad ineludible de incrementar los ingresos de la nación. Y, aunque muchos de sus electores prefieren mostrarse ahora sorprendidos, también era bastante claro que, ante la necesidad de aumentar el recaudo tributario, la clase media sería la primera en quedar en la mira. No podían traicionar a sus principales financiadores —los ricos—, ni darle papaya a la oposición con los impuestos más regresivos que afectan a los pobres.
Suena técnico y sofisticado —por eso se repite con insistencia— que el país necesita una reforma tributaria estructural para que la política tributaria pueda atender y balancear las tensiones entre suficiencia (contar con los recursos suficientes), equidad (que paguen más los más privilegiados), simplicidad (con un estatuto tributario simple y más claro) y eficiencia (que promueve la competitividad del aparato productivo del país). No obstante, la prioridad es clara: contar con más recursos.
Y hay algo que no se ha enfatizado al respecto: los ingresos tributarios adicionales quizás ya vienen en camino sin necesidad de más impuestos a la clase media. Es temprano para afirmar que la economía colombiana se encuentra en una senda de recuperación. Pero el crecimiento de 2,8 % del segundo trimestre del año, sin duda, es una señal positiva. Si, además, se confirma el esperado incremento de las tasas de interés en los Estados Unidos, podría darse un mayor aumento en el precio del dólar, que estimularía las exportaciones y la sustitución de algunas importaciones.
Esto ayudaría a consolidar la recuperación y a tener más ingresos tributarios, siempre y cuando el Banco de la República atenúe su ansiedad, de casi siempre, frente a los efectos inflacionarios de la devaluación. Es decir, que, en el marco de su esquema de inflación objetivo, es deseable que el banco central sea flexible y no se apresure a subir las tasas de interés como reacción a los incrementos en las tasas de interés internacionales.
Si los astros se alinean —mejor dicho, si las políticas monetaria y fiscal se alinean—, el Gobierno del presidente Duque tendrá más margen de maniobra para enfrentar una eventual convulsión de los mercados internacionales, en medio de guerras comerciales e incertidumbre sobre el precio de las materias primas. Al mejorar las posibilidades de consolidación de la reactivación, el Gobierno podría incluso incrementar sus ingresos sin necesidad de aumentar los impuestos.
Algo más: al efecto tributario positivo de la reactivación se podría sumar el efecto rezagado de la reforma del Gobierno Santos que, dentro de poco, le daría también más ingresos tributarios al Gobierno Duque. ¿Vale la pena, entonces, afectar a la clase media y frenar el repunte? No lo creo. Apresurarse con una nueva reforma tributaria puede resultar en algo parecido al quemón que se lleva quien abre más la llave del agua caliente porque se impacienta cuando no sale caliente después del primer giro. Paciencia, presidente.
* Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).
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