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Prehistoria del aborto

Mauricio Rubio
02 de octubre de 2013 - 11:00 p. m.
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Las hembras chimpancés, orangutanes y gorilas son madres mucho más devotas de sus crías que las mujeres.

Nadie establece un vínculo tan sólido como las primates con sus bebés. En su habitat natural, no sólo los alimentan sino que durante las primeras semanas mantienen contacto físico con ellos 100% del tiempo, día y noche. El lapso más corto registrado para que una madre chimpancé suelte voluntariamente a su retoño es de tres meses y medio.  Sea cual sea la condición del hijo, no existe la menor posibilidad de que lo abandone. “A bebés nacidos ciegos, sin algún miembro, o con parálisis cerebral los alzan y los mantienen cerca”. Aún cuando mueren los pueden seguir cargando por días.

Aunque la mujer sufre durante el embarazo cambios endocrinológicos similares, la dedicación al hijo tras el parto es más compleja y condicional. El apego depende tanto de las características del recién nacido como del entorno. En una sociedad cazadora-recolectora un bebé se puede percibir indeseado, inoportuno, incluso defectuoso. La madre lo examina al nacer y “dependiendo de sus atributos específicos y de sus circunstancias sociales toma la decisión consciente de guardar el bebé o dejarlo morir”. 

En estas sociedades el abandono de infantes es poco frecuente: cerca de uno en cien nacimientos. Se trata de una decisión particularmente dolorosa, que una mujer toma con dudas y que lamenta. No es un evento que quiera recordar y para los etnógrafos ha sido difícil investigarlo, siempre de manera indirecta.  El vínculo más fuerte de la madre sapiens con su hijo aparece cuando, decidida a conservarlo, comienza a darle pecho. Son las respuestas hormonales y neurológicas a esa estimulación, combinadas  con señales visuales, auditivas, olfativas y de contacto físico las que consolidan el poderoso y creciente lazo emocional con el bebé. 

Una ventaja de este desapego humano sobre la dedicación absoluta de las antropoides es que permite a terceras personas colaborar con la crianza. Se piensa que así se desarrolla la empatía del recién nacido, algo crucial para vivir en grupos sociales complejos. 

Sarah Hrdy, primatóloga y antropóloga especialista en maternidad, considera que “desde el punto de vista de la madre prehistórica, aborto e infanticidio son equivalentes … en tiempos remotos el primero era más peligroso para la madre, mientras que actualmente lo es el infanticidio”. A diferencia de las primates, literalmente atadas a sus crías, un rasgo distintivo de la mujer, según Hrdy, ha sido la facultad de “escoger cómo y cuándo estará dispuesta a dedicar parte de su existencia a otro ser”.

Referencias

 

 

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