Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las protestas en Venezuela, un acto legítimo en su esencia, han sido convertidas, gracias a la prensa internacional, en una especie de pandemonio viviente, una alta tensión política y social que amenaza con acabar el entramado legal del país.
Se acusa al gobierno de autoritario, de antidemocrático, de paranoico, como lo hizo el diario El Espectador en su edición del 15 de febrero de 2014. No hay tal: el gobierno venezolano ha respondido acorde a la experiencia histórica, que le indica que en esta clase de eventos el poder mediático ha manipulado a su antojo las controversias y debates para promover oscuros intereses y aprovechar la psicología de masas para arrastrar a los incautos, los inocentes y las personas de buena fe hacia las metas buscadas, como efectivamente ocurrió en el golpe de Estado del año 2002, que quedó evidenciado en el documental La revolución no será televisada (2003), de Kim Bartley y Donnacha O’Briain.
El absurdo no es, como señala el diario, que se restrinja la emisión del canal NTN24 por transmitir acomodadamente las protestas estudiantiles. Lo verdaderamente absurdo y arbitrario es la manera como se comporta este canal ante las manifestaciones ciudadanas: una nota al margen para los reclamos de estudiantes y campesinos colombianos, su país de origen, y señal en directo para la oposición venezolana y sus cuestionamientos, válidos en una democracia. No es de extrañar tal doble rasero: NTN24 hace parte del grupo de medios RCN, que a su vez hace parte del grupo empresarial más poderoso de Colombia, dueño de buena parte de la oferta televisiva, publicitaria y cinematográfica local, además de inversiones estratégicas en todos los sectores productivos y comerciales, incluido el control total del fútbol nacional. Ante tal panorama, es fácil comprender el porqué de un actuar ilógico en la prensa y el periodismo: los intereses no están en la información, sino detrás de ella. En medio de esta situación, surge el nombre de un experto en manipulación informativa y desorientación política: Álvaro Uribe Vélez, quien ha sido señalado por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, de ser el agitador principal y la mente maestra detrás de las transmisiones tendenciosas de NTN24, cuyo grupo propietario fue aguerrido aliado suyo durante su largo período presidencial en Colombia. Ante tales acusaciones, Uribe Vélez ha contestado, no con una prudente aclaración de respeto por la situación del vecino país y su deseo de encontrar salidas pacíficas y concertadas al conflicto, sino con un manifiesto de apoyo a la “lucha contra la dictadura castro-chavista”, lleno de epítetos, actitudes y frases a todas luces insultantes y pendencieros.
CNN en Español es otro ejemplo de este manejo despótico de la información: una protesta que se salió de control, se convirtió, de un momento a otro, en la debacle de la nación y el Estado venezolanos. Avisos sensacionalistas y reportes especiales con un halo de alarma general pueblan la programación de tal cadena, donde hace falta el análisis sereno y eficaz que le otorgan a los informes bursátiles y empresariales; en lugar de un estudio objetivo y desapasionado, se riegan como mancha de petróleo las declaraciones incendiarias de María Corina Machado, Leopoldo López y Uribe Vélez, donde inclusive se hace eco de intervenciones de fuerzas extranjeras para solucionar la encrucijada; se ha radicalizado la postura antigobiernista, ni siquiera el buen trato dado por las fuerzas policiales a los detenidos es resaltado; los llamados a la sedición son permanentes, y las acusaciones contra el citado expresidente colombiano son desechadas sin mayor profundidad. Mientras tanto se hace caso omiso de las graves acusaciones contra Canal Capital, de Bogotá, que tiene fundadas razones para temer una verdadera arremetida de fuerzas antidemocráticas.
Miedo, zozobra, desestabilización, absurdo, arbitrariedad, manipulación, incendiarios, alarmismo: las características de lo autoritario, en este caso, están en el campo de los medios de comunicación. Tal comportamiento hubiera suscitado la reprobación de la ciudadanía, pero hasta ahora todo ha sido cubierto bajo el espejismo informativo. Es hora de que aquellos que tengan una agenda oculta la destapen, para permitir el debate y la libre circulación de las ideas, componentes verdaderos de un sistema democrático.
Quien se tiene que serenar es la prensa internacional. La solidaridad de cuerpo no puede ser óbice para la manguala mafiosa. Que busque la información para sus espectadores, oyentes y lectores, no la conspiración y la alarma desestabilizadora que sólo deja réditos monetarios a costa del sufrimiento y la desgracia de los afectados. Evidentemente, el verdadero talante surge ante la adversidad. En estos tiempos adversos en Venezuela, hace falta, mucha falta, que éste se vea reflejado en los comunicadores que cubren las noticias de este país.