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(Jalón de orejas al establecimiento)
La encuesta de Gallup publicada la semana pasada confirma que la primera vuelta será tan reñida como la segunda por el fraccionamiento de las fuerzas políticas.
Aparte de eso, podría calificarse como la encuesta del “como nunca antes”: La aprobación del presidente Santos casi llega a su punto más bajo ,24%, desde que ejerce como presidente, pero la de su contradictor más importante, el ex presidente Uribe, es, también la más baja, 46%, desde que asumió la presidencia en 2002.
Podría pensarse que la polarización ha desgastado a ambos, pero la opinión desfavorable del congreso (79%) es la más alta desde el 2000; el negativo del sistema judicial, 82%, roza el peor desde que se mide, y los partidos alcanzan su record histórico con un 85% de opinión desfavorable. Quien lleva la peor parte, debido a su aspiración presidencial, es el vicepresidente Germán Vargas, cuyo desfavorable, 40%, es el más alto desde 2003 dejando en el aire la pregunta de si un candidato con un negativo tan alto tiene opciones reales .El escenario se completa con el inédito 19% de favorabilidad que alcanzan las FARC, el techo de opinión en su historia.
Aunque para muchos la responsabilidad de tanto negativo la tienen los costos y el desgaste del proceso de Paz, puede decirse que todo el “establecimiento” sale perdiendo en esta encuesta, lo que se puede explicar porque el 85% considera que la corrupción está empeorando y la mayoría piensa que ese es el problema más importante de Colombia. Estos resultados, por supuesto, se recogen en un momento en que están frescos Odebretch y la corrupción en La Guajira. ¿Durará la indignación ciudadana, como referente electoral, hasta mayo de 2018? Nada parece indicarlo; en elecciones seguiremos divididos entre amigos y críticos de los acuerdos con las FARC.
Un breve análisis de comportamiento electoral tomando como antecedente las presidenciales de 2014 y las proyecciones del censo electoral, revela que podemos esperar entre 14.200.000 votos en primera vuelta y 16.700.000 en la segunda, sin voto obligatorio, pudiéndose afirmar que ningún partido superará 4.200.000, el 30%, en la primera, lo que ha llevado a proponer alianzas que, hasta el momento, se encuentran crudas. Mientras el Centro Democrático, que acusa el golpe de Zuluaga y fricciones a su interior, convocando a sectores del conservatismo y otros, apuesta a ganar en primera vuelta, los demás partidos de la actual coalición se encuentran atomizados y en proceso de profundizar diferencias.
Se perfilan dos grandes coaliciones pero, de acuerdo con la experiencia, eso solo lo veremos en segunda vuelta por lo que los actores políticos buscarán ampliar su influencia con las fórmulas vice presidenciales. En el caso de la que liderará el Centro Democrático la búsqueda de un nuevo consenso debe llevar a la discusión, además de Zuluaga, Duque y Carlos Holmes, nombres “externos “como Luis Alfredo Ramos, Martha Lucia Ramírez y Jaime Castro. En la otra coalición, aparte de Humberto De La Calle, jugarán Simón Gaviria, Clara López, Robledo, Petro, Claudia López y, naturalmente, Fajardo, cuya imagen permanece estable hace más de un año. ¿Quiénes cederán, aceptando vice presidencia?
A estas alturas cada candidato, tratando de impresionar, considera que tiene votos suficientes para pasar a segunda vuelta aunque todos saben que necesitarán alianzas, aunque no lo digan. Si el Liberalismo y la U van divididos, por ejemplo, estarían arriesgando su pase a segunda vuelta.
Ante la atomización del voto de opinión en las grandes ciudades, repartido en primera vuelta entre tantos candidatos, de nuevo el gran elector será el voto tradicional que se mueve desde el congreso; la “clase política”, cuya influencia no fue medida del todo en esta encuesta por su restricción a las cinco principales ciudades.