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Tola y Maruja responden qué hacer con los corruptos

Tola y Maruja
05 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.
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Venerables antiguallas,

Soy una ciudadana muy triste por la corrupción que azota a Colombia y me parece que llegó la hora de poner castigos severos. He pensado en la pena de muerte para los corruptos, pero me preocupa que caigan inocentes del Centro Democrático. ¿Ustedes qué opinan? ¿Será que si matamos a los corruptos nos quedamos sin clase gobernante?

Atentamente,

Política viuda de Ética

Querida viuda,

Por su letra vemos que confunde la be grande con la ve chiquita. Tola y yo estamos leyendo el libro Historia de la corrupción, del catedrático costeño Caconio Cuello Blanco, con prólogo de los Nule, y que nosotras conseguimos en edición pirata.

A según el profesor Cuello, el primer episodio de corrución humana fue la manzana que se comió Eva y que obligó a Dios a poner el caso en manos del Comité Ético del Paraíso, integrao por la serpiente y la urraca.

Adán le echó el agua sucia a Eva, dijo que todo ocurrió a sus espaldas y mostró un video de la cámara de seguridá del Edén donde se veía a Eva encaramada precisamente en sus espaldas, alcanzando la maldinga manzana.

En un juicio fas-trá, y sin segunda istancia, Adán y Eva fueron condenados al destierro, pero Adán se declaró perseguido político y apeló ante el Tribunal, integrao por el lirón y el perezoso.

Lo que más le dolió a nuestro padre Adán fue la maldición de Dios: ganarás el pan con el sudor de la frente, pues en ese tiempo había trabajo, pero no había quién lo diera.

La costitución colombiana de 1821 estableció la pena de muerte pa los funcionarios corrutos y creó la Oficina Nacional del Papayo, encargada de las ejecuciones. Esta dependencia cotizó una guillotina francesa, una horca norteamericana y una silla elétrica inglesa.

La Contraloría alertó al gobierno sobre la inconveniencia de la silla elétrica, considerando que no habían inventao esa energía, pero la oficina alegó que la silla era tan impresionante que haría morir del susto a cualesquiera.

Finalmente la silla se compró sin licitación y fue inagurada por el presidente Francisco de Paula Santander, cuando eletrocutó simbólicamente un muñeco de Bolívar.

A pesar de su inutilidá prática, la silla prestó un gran servicio humanitario pues muchos condenados a muerte pedían de último deseo ser fusilados sentaos en esa silla “tan chévere”.

Hubo controversia pública cuando la prensa señaló que había sobrecostos en la silla y que el verdugo era escogido a dedo, sin respetar la meritocracia.

Hasta que estalló el escándalo político cuando detuvieron al senador Clepto Bula, acusado de recibir plata del fabricante de la silla por lagartiar a su favor.

Bula fue condenado a muerte, pero su abogao Tinterillo de la Espriella logró frenar la ejecución y el reo permaneció sentao en la flamante silla hasta que se vencieron los términos.

Sin moverse de la silla, Bula consiguió que le trajeran un escritorio y se hizo nombrar jefe de la Oficina de Control del Papayo, donde se pensionó con certificados falsos.

Como ves, querida viuda, la pena de muerte a corrutos colombianos es genéticamente inviable.

Tus tías que te quieren,

Tola y Maruja

Posdata: este año cambia de nombre el programa radial del dotor Fernando Londoño Hoyos y se llamará La hora de la Posverdad.

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