Vaticano hot

Javier Ortiz Cassiani
08 de julio de 2017 - 03:30 a. m.

Un amigo poeta dice que el hábito no hace al monje, pero oculta sus erecciones. El cardenal australiano George Pell, a quien reconocen como el número tres en el Vaticano, máximo responsable de las finanzas de la Santa Sede y con cierta cercanía al papa Francisco, ha sido recientemente acusado de pederastia. Es un hombre mayor, con el pelo entrecano, y lleva frecuentemente unas gafas de montura dorada que contrastan con sus ojos azules. Pell, por supuesto, se dice inocente y asegura que tratan de desprestigiarlo. El papa lo defiende diciendo que el mismo Pell ha sido uno de los religiosos que ha hecho declaraciones en contra del abuso sexual, como si eso pudiera demostrar su inocencia.

Pocos días después los medios de comunicación registraron otra noticia. En esta ocasión denunciaron al nuevo prefecto para la Doctrina de la Fe, el arzobispo español Luis Ladaria Ferrer, de quien se ha dicho que tiene un “pasado oscuro” por no haber denunciado ante la justicia a Giovanni Trotta, un cura pedófilo. Aunque Trotta fue condenado a la vida laica, a Ladaria lo acusan de mantener en silencio la situación, hasta el punto que el excura se desempeñó por un tiempo como entrenador de fútbol de muchachos adolescentes. La prensa romana afirma que las familias no se enteraron porque la Congregación y la Curia se quedaron en silencio. Entre 2012 y 2014, Giovanni Trotta abusó sexualmente a una decena de jóvenes. Nadie les advirtió del peligro que corrían.

En cuestión de días, sin embargo, hubo otra gran revelación. La Policía del Vaticano allanó un apartamento donde se realizaba una orgía. El diablo andaba suelto entre sexo y drogas, y el organizador —un sacerdote, exsecretario del cardenal Francesco Coccopalmerio— fue enviado a un hospital por su alto grado de intoxicación y, de postre, como a los chicos díscolos de familias adineradas, a un retiro espiritual.

Mucho ha cambiado desde los tiempos del papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, pero quizá mucho se mantiene. Dicen que sabía más de orgías que de misas en latín, y sus biógrafos lo muestran como un despiadado que se complacía viendo animales copular. Engendró una historia llena de traición, infamia, incesto y poder; una historia de anillos impregnados de arsénico con los que desaparecía a quienes se oponían a sus planes. Aunque Borgia ahora solo parece una reliquia fantástica del Renacimiento y un tema fascinante para series de televisión, otros pasos turbios han atravesado los nobles pasillos.

Por mucho esfuerzo del papa Francisco, el Vaticano sigue habitado por controvertidos excesos que hacen parecer real a Pio XIII, el personaje de El joven papa, la serie de Paolo Sorrentino. Esta historia de ficción revela a un papa, protagonizado por Jude Law, que en uno de sus discursos dice: “Hermanos cardenales, tenemos que volver a hacer lo prohibido, lo inaccesible, lo misterioso. Esa es la única manera de llegar a ser otra vez deseados. Es la manera en la que nacen las historias de amor; no quiero más creyentes a medias, yo quiero grandes historias de amor, quiero fanáticos de Dios porque el fanatismo es amor”.

Así se cuenta la historia de los grandes hombres que dicen tener línea directa con Dios. Haciendo lo prohibido, mientras se encargan de llenar de prohibiciones a los demás. Y claro, suelen llevar un hábito pulcro que oculta sus erecciones.

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