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Venezuela: mochando cabezas

Héctor Abad Faciolince
22 de febrero de 2015 - 03:00 a. m.
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La tragedia venezolana tiene sólo una cosa buena: que Colombia se puede mirar en ese espejo de infamias y no dejarse seducir por el chavismo local: la inflación más alta del mundo, la peor devaluación del continente, índices de homicidios que duplican los de Colombia, desabastecimiento, represión salvaje a la oposición política, corrupción con cuentas en Suiza, parálisis de la producción.

El régimen bolivariano es desastroso, míreselo por donde se lo mire. Ya no pueden permitirse ni los mercados con que mantenía sedados a los más pobres. Con el precio del petróleo decaído, ya su única exportación no alcanza para robar y comprar conciencias al mismo tiempo.

Este jueves, con tanquetas y 100 hombres armados hasta los dientes, sacaron a los golpes al anciano alcalde Ledezma de su oficina particular. ¿Por qué de su oficina particular si era alcalde de Caracas? Pues porque Chávez, manu militari, en 2008, le nombró a dedo un superalcalde. Le quitó el presupuesto y lo desalojó a la fuerza de la Alcaldía. Lo único que no pudo quitarle fue el título de alcalde, pues 650.000 caraqueños votaron por él. Ahora, aislado en un calabozo militar, ya no puede tener ni su puesto simbólico en la ciudad. Así, poco a poco, Maduro va apresando a los opositores, para que no haya cabezas de la oposición cuando vengan las elecciones parlamentarias. Después de Leopoldo López y Ledezma, María Corina Machado y Julio Borges siguen en la lista. Y que tiemble lo poco que queda de prensa libre.

Tal Cual, el periódico del exguerrillero Teodoro Petkoff, cierra dentro de una semana, pues ya no tiene papel ni forma de imprimirse. Las multas y la persecución policial (ordenadas por Diosdado Cabello, enemigo jurado de Petkoff) acabaron con el diario y con su director. Éste tiene que presentarse en la Policía cada semana, como si fuera un delincuente, al lado de los peores maleantes comunes de la ciudad. A la humillación y la injusticia sólo pueden seguir la depresión y el cierre del periódico. La televisión está en manos del Gobierno. El Universal ya ha sido comprado por testaferros chavistas. Y El Nacional, el diario más digno e independiente de Venezuela, está en la mira. Maduro acaba de decir: “El Nacional ni pa’ basura sirve, porque contamina la basura”. Y fue en ese diario donde se publicó (con firmas, en una carta abierta) la tal conspiración secreta por la que acusan a Ledezma de planear un golpe de Estado. Sí, un golpe de Estado en el que los conspiradores dan su nombre, firman comunicados y se mueven a pie. Además, ¿con quiénes lo van a dar? ¿Con los militares que nadan en el narcotráfico?

Hablemos un momento de los narcogenerales. El más fuerte de todos, alias el Pollo Carvajal, es un general al que Chávez encargó de las relaciones con las Farc. Así se hizo amigo de Granda (el canciller de las Farc liberado por Uribe) y del ala narco de la guerrilla. Aprendió de ellos también el arte del secuestro. Tiene orden de arresto internacional, por narcotráfico. Y es él quien domina en la Sebin —Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional—, la policía secreta que detuvo (sería mejor decir secuestró, pues no había orden de arresto de autoridad competente) al anciano alcalde Ledezma. Los verdaderos delincuentes son los narcogenerales que lo acusan de delitos delirantes.

En tiempos de Chávez las detenciones tenían todavía una apariencia de legalidad. Se presentaban órdenes de allanamiento firmadas por el Tribunal Supremo. Ya ni eso: a Ledezma lo golpearon, lo encapucharon y lo encerraron en una mazmorra de inteligencia militar. Mientras lo detenían, la televisión venezolana transmitía clases de yoga y dibujos animados. Si no fuera por las redes sociales, ni se sabría que fue puesto fuera de circulación.

Ya es hora de que el Gobierno colombiano se pronuncie con firmeza sobre el horror venezolano. El proceso de paz debe tener su propia dinámica, y por protegerlo no valen ni el silencio cómplice ni los consejos tímidos y diplomáticos.

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