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Álvaro Uribe Vélez encarna lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la “raza antioqueña”, si acaso existe tal majadería. Es el típico avivato: ventajoso, zalamero, mentiroso, arbitrario, tramposo, hipócrita y cínico. Busca siempre su propio beneficio y lo disfraza de altruismo. Recalca en los demás todo aquello de lo que carece. Si le dice desleal a alguien, es porque, con certeza, lo traicionó primero. Si cree que el ataque es la mejor defensa es porque sabe a ciencia cierta que su defensa siempre será el peor ataque.
Casi siempre responde con evasivas a las preguntas que lo sulfuran, desenmascaran o incriminan. No ha podido “acostumbrarse a decir sí o no como Cristo nos enseña”, según recomendaba el catecismo del padre Gaspar Astete, ese clásico del adoctrinamiento ideológico al que fueron sometidos casi todos los niños de su edad, sesentones que ahora aguantan sin resignación tanta indecencia y tanta desfachatez. Mal perdedor y, por tanto, mal ganador. Guache. Vengativo. Resentido. Grita, insulta, descalabra, patea, hace zancadillas, da fuete, “cargado de tigre” o “le rompo la cara, marica”. Confunde y ofende adrede. Donald Trump es una poma al lado de sus marrullas de gamonal de pueblo. Justiciero, fanático, tenebroso, con desespero busca el reconocimiento, la obediencia y el halago. Lo consume la libido imperandi: quiere más Poder y más Poder y más Poder.
¿Ideas políticas? Una mazamorra de laureanismo y catolicismo. “¡Llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la República!”. Matar liberales, comunistas, ateos, rebeldes, cismáticos, inconformes. “¿No es verdad que es más honroso predicar la rigidez de Esparta que la libre disipación de Babilonia?”. Populismo de derecha. Cuasifascismo ordinario. Masato impotable de El brindis del bohemio, de Guillermo Aguirre y Fierro, y Siquiera se murieron los abuelos, de Jorge Robledo Ortiz. Antioquia federal. Colombia feudal. Significa un pasado desechable, un presente de asco y un futuro estéril.
Por eso la necesidad (¡la urgencia!) de una coalición o convergencia o alianza antifascista, es decir, antiuribista. Unirse contra el capataz Uribe, en el cuerpo ajeno de sus mascoticas o marionetas, es la vía para mandar al ostracismo a la extrema derecha y sus propósitos autoritarios. Si Colombia no se une contra Uribe, él se unirá contra Colombia. Se quejarán algunos, pero ¿cuál es la bronca, ah? En política todo es personal. Las decisiones políticas siempre afectan a los individuos, desde la crispación hasta la indignación pasando por el desespero. Las secuelas de la política nunca han sido ni son ni serán impersonales. Como canta Serrat: “Entre esos tipos y yo hay algo personal”. Ya no más Uribe.
Rabito: “Nos afanamos por conquistar las cosas sin pensar, en el ahínco, que jamás estarán seguras, que rara vez perseveran y son siempre susceptibles de pérdida, nada está nunca ganado eternamente, a menudo libramos batallas o urdimos maquinaciones o contamos mentiras, incurrimos en bajezas o cometemos traiciones o propiciamos crímenes sin recordar que lo que obtengamos puede no ser duradero, y que las batallas y maquinaciones, las mentiras y bajezas y traiciones y crímenes se nos aparecerán como baldíos una vez anulado o agotado su efecto, o aún peor, como superfluos”. Así empieza lo malo. Javier Marías, 2014.
Rabillo: Mañana es la consulta popular en Venezuela: ¡Democracia, justicia y libertad!