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La nueva realidad que traen Facebook Live y Periscope

Las herramientas de video en vivo de estas redes sociales traen ventajas para la diversificación de discursos, pero también presentan retos para las plataformas y para la sociedad en general.

Santiago La Rotta
16 de julio de 2016 - 03:00 a. m.
Manifestantes protestan por la muerte de Philando Castile en Saint Anthony (Estados Unidos). / AFP
Manifestantes protestan por la muerte de Philando Castile en Saint Anthony (Estados Unidos). / AFP
Foto: AFP - Stephen Maturen

La muerte de cinco policías en Dallas y la de Philando Castile en Saint Anthony, ambas ciudades de Estados Unidos, no sólo habla de las fuertes tensiones raciales en este país y de su problemática cultura de armar a sus ciudadanos, sino también de la tecnología: se convirtieron en dos de los momentos estrellas de Facebook Live, una plataforma de transmisión en directo que la red social estrenó a mediados del año pasado.

En ambos videos, con contenido gráfico, dos usuarios de la red social transmiten en directo los hechos: el ataque contra un grupo de policías en Dallas que acompañaban una protesta pacífica del movimiento Black Lives Matter y el homicidio de Castile a manos de un policía local. En el segundo caso, quien realizó la transmisión fue la novia de la víctima, Diamond Reynolds, que se encontraba en el asiento del copiloto cuando sucedió el tiroteo.

Pocos días después de estos dos videos, DeRay Mckesson, uno de los líderes de Black Lives Matter, transmitió en vivo su arresto mientras participaba en una protesta contra la violencia de la policía hacia ciudadanos afrodescendientes. La transmisión la realizó a través de Periscope, la aplicación de streaming de video de Twitter, que fue adquirida por esta red social en 2015.

Los videos fueron retomados por medios de comunicación, blogs y usuarios individuales en todo el mundo. La noticia, más allá de los titulares en los noticieros y el análisis, fue el material producido por estas personas, inmersas profundamente en cada momento, lugares a los que los productores clásicos de contenido quizá no pueden llegar.

La multiplicación de las cámaras y las opciones de transmisión ciertamente suena como una suerte de apertura de la opinión: una multiplicación de los puntos de vista que incluso pareciera arañar la verdad. Pero, si bien la cámara no miente, tampoco dice toda la verdad, como anotaba un usuario en un foro de discusión de Reddit. (Lea "El tiempo de las mil miradas")

“La imagen también puede ser manipulable. Los medios siempre buscan las imágenes más espectaculares de la guerra, por ejemplo. Ya en el terreno, en el frente, puede que a veces no pase nada e igual los combatientes se ofrecen para disparar un poco, para posar para la foto. Y esto distorsiona el contenido y la realidad y también puede traer consecuencias en el combate como tal”, dice Luis Ángel, reportero gráfico y realizador audiovisual colombiano que regresó hace poco de un viaje por Siria y su conflicto.

Sus palabras tocan un punto sensible en una era en la que, quizá como en ninguna otra, los hechos se definen a través de lo visual: la imagen es un documento, claro, pero también un punto de vista, apenas un recorte del cuadro general, y ambos son asuntos maleables, que incluyen posturas y prejuicios.

Lo otro que resulta llamativo en este debate es el papel de Facebook y Twitter como foros de discusión de este tipo de eventos. Las aplicaciones de transmisión en vivo parecieran poner a ambas empresas (y a la primera, notablemente) en un terreno que suele estar más asociado con medios de comunicación, no con compañías de tecnología.

“Estas son plataformas, no medios de comunicación. Y eso hace una diferencia. Un medio de comunicación siempre tiene posturas editoriales. Una plataforma no necesariamente, es neutral. Claro, el algoritmo detrás de estas redes responde a los intereses de un programador, de un humano. Pero, en últimas, es el usuario quien decide si quiere explorar más allá de lo que le muestra la herramienta de primera”, explica Amalia Toledo, coordinadora de proyectos de la Fundación Karisma y quien también ha estado en zonas de conflicto en Oriente Medio.

La neutralidad de un servicio como Facebook es un asunto volátil porque, como bien lo dice Toledo, el algoritmo que decide qué mostrarle a un usuario, y qué no, es programado por una persona bajo ciertos parámetros (secretos, la mayoría). Ahora bien, esta pieza de código también es afectada por las elecciones de los usuarios y, hay que decirlo, la gente, en general, pareciera querer ver lo mismo que siempre ve.

Un estudio de enero de este año, realizado por investigadores en Italia y Estados Unidos, afirmó que los usuarios de Facebook se asocian con personas afines a sus opiniones y eligen ver información que refuerza sus puntos de vista: crean una especie de cámara de eco en la que sólo resuenan perspectivas iguales o similares.

Esta investigación fue publicada antes de que sobreviniera un escándalo por el supuesto sesgo político del algoritmo de Facebook que, según excontratistas de la compañía, suprimía información de políticos conservadores en Estados Unidos de la influyente sección de noticias de la red social. La compañía negó estas acusaciones.

Para Toledo, aplicaciones como Facebook Live pueden empoderar justamente a poblaciones que por lo general han tenido un acceso difícil a los medios para contar sus experiencias, su lado de la historia, bien sea de opresión racial, exclusión económica o abandono del Estado, por ejemplo.

Pero la cultura de la imagen y la popularización de este tipo de herramientas de transmisión en vivo contribuyen a la creciente sobreabundancia de material gráfico. La era de la imagen no sólo empodera el formato, sino que lo explota y lo multiplica, a tal punto que su discurso, en un mar de contenido, puede quedar anulado. “Aquí sigue siendo muy importante el papel de la curaduría, del hecho de aportar contexto y datos para poder entender la historia completa y no sólo quedarse con pedazos”, opina Ángel.

Esta curaduría no está en manos de Facebook, ni debería estarlo. Como ya se dijo, se trata de una empresa de tecnología afincada en Estados Unidos (lo que la hace responder en primer lugar a las leyes de ese país) y que, al cotizar en bolsa, tiene una clara obligación financiera con sus accionistas.

 

Por Santiago La Rotta

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