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Según cálculos del Ideam y del Ministerio de Minas y Energía, el promedio anual de brillo solar de lugares como La Guajira es de siete a nueve horas por día. En términos de energía solar, esto representaría una media de entre 5,5 y 6,5 kilovatios por hora por metro cuadrado. Una cifra nada despreciable que, sin embargo, ha sido largamente ignorada por la empresa privada y por iniciativas estatales.
La historia de La Guajira es, de cierta forma, la misma para el resto de la energía solar, en general: una fuente de energía promisoria a la que típicamente le ha faltado apoyo de los gobiernos, voluntad política que nunca ha llegado. (Lea "La herramienta tecnológica que puede revolucionar la adaptación al cambio climático")
En 1973, a raíz de la crisis petrolera desatada por la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y los consecuentes miedos acerca de la volatilidad de un recurso vital, controlado mayoritariamente por territorios no muy amigos de Occidente, la investigación en energía solar sufrió un inesperado auge. A media que la crisis se superó y el petróleo volvió a fluir a mejores precios, el trabajo científico, primordialmente en las celdas fotovoltáicas, declinó.
Pero un resurgir en el financiamiento de investigación, que se dio primordialmente a finales del silgo pasado y principios de este, permitió que las celdas hayan mejorado sustancialmente, produciendo más energía, a mejores precios: el vatio producido con este tipo de energía pasó de Us$30 a US$1,5, en promedio.
La voluntad política lo es todo, pues, al igual que el petróleo, el gas y el carbón, la energía renovable también requiere de apoyo estatal para estimular la inversión; dinero que se gasta no sólo en nuevas instalaciones, sino también en investigación para mejorar todo el sistema.
Aunque en Colombia se aprobó en 2014 la ley 1715 para el desarrollo de energías renovables, la falta de reglamentación de la ley desacelera la creación de grandes proyectos, en opinión de Fernando Rodríguez, gerente de las unidades de aire acondicionado y energías de LG, uno de los fabricantes de tecnología que está invirtiendo en este tipo de energía en el país. “En el día puedo recibir seis llamadas de aire acondicionado y cuatro o cinco de paneles solares. Gente pidiendo nuevas cotizaciones. El Gobierno está muy lento en su reglamentación. Eso es frustrante porque hay mucha gente con ganas de invertir. Estamos esperando que la reglamentación diga cómo va a ser la venta de energía hacia las redes públicas, cuáles van a ser lo valores de compra de los excedentes de un sistema, por ejemplo”.
LG se asoció a principios de este año con la Escuela de Administración de Negocios (EAN) para montar un proyecto piloto de energía solar fundamentado en una nueva generación de paneles solares que prometen duplicar la vida útil y la eficiencia energética de esta tecnología.
Las dos instituciones se aliaron para montar 25 paneles de alta eficiencia que hoy logran producir casi ocho kilovatios en su mejor momento, suficientes para alimentar el 10% de un edificio de clases con ocho pisos, plagado de computadores y otros tanto elementos hambrientos de energía.
“La idea era no sólo tener un proyecto funcional, sino generar conocimiento alrededor de la energía solar. En el pasado, la gran falencia fue que se trataba de proyectos en los que sólo había transferencia tecnológica: el fabricante venía e instalaba y se iba. Esto pasó mucho en la Costa Atlántica. Hoy se habla de diseñar la instalación, de hacer el trabajo desde la ingeniería y brindar soporte para que los proyectos se mantengan en el tiempo y sean viables en términos de inversión”, cuenta Leonardo Rodríguez es el director del departamento de procesos de la facultad de Ingeniería de la EAN.
La instalación de la universidad, aunque es totalmente funcional, tiene unos errores de diseño para propósitos educativos. “En la universidad tenemos un énfasis en la sostenibilidad energética. Por eso nos parece importante educar en este tipo de energía. En nuestro próximo edificio la energía solar será importante”, dice Rodríguez.
Cambios en la pureza del silicio, un incremento en la cantidad de conductores y mejores diseños en las celdas hoy permiten que los paneles de este proyecto cuenten con una vida útil de 25 años y una garantía de 12. En el pasado, estos valores eran de cinco y dos años, respectivamente.
“La eficiencia energética de las celdas es mayor y esto permite que en un área menor se produzca más energía. El factor de degradación de los paneles también es menor y por eso en su vejez continúan produciendo buena energía”, asegura Rodríguez, de LG.
Y añade: “La tecnología ciertamente ha mejorado. Durante tres años consecutivos hemos sido reconocidos con premios de diseño para nuestros paneles. ¿Qué falta? La regulación es clave porque sin ésta los proyectos no son viables. Y esta demora puede llevar al traste los negocios. Si el Gobierno no se afana en solidificar los procesos para energías renovables, la gente se va a cansar y no va a creer en este tipo de energía, que hoy en día es una alternativa real y factible”.