“El fútbol fue mejor medicina que una quimioterapia”: Zulay León

La joven de 27 años no pudo cumplir su sueño de ser futbolista profesional, porque padeció de leucemia durante siete años. En ese periodo fue desahuciada tres veces. Ahora tiene una fundación en la que les enseña a jugar fútbol a niñas de escasos recursos.

Michelle González Macea
26 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.
 A Zulay León, fundadora de Integrarte, le diagnosticaron leucemia a los 20 años.  / Fotos: Cristian Garavito - El Espectador
A Zulay León, fundadora de Integrarte, le diagnosticaron leucemia a los 20 años. / Fotos: Cristian Garavito - El Espectador

“El fútbol fue mejor medicina que una quimioterapia”, dice Zulay León mientras está sentada en el pasto y observa cómo sus alumnas corren con el balón. “Definitivamente no se trata solo de pegarle a la pelota, es mucho más que eso”.

Desde que era niña jugaba fútbol con sus hermanos en los cafetales o las carreteras de una vereda de La Palma, Cundinamarca. El balón era una pelota de caucho rellena de trapos viejos.

Su niñez fue interrumpida por el conflicto armado. Desde finales de los 80, el frente 22 de las Farc desató allí una ola de violencia con secuestros, extorsiones, hurtos y asesinatos. A mediados de 2002 los paramilitares se enfrentaron con la guerrilla por el control del territorio. Desde 2003 hasta 2008 se registraron 76 homicidios en la zona, según el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos.

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En 2002, cuando tenía 11 años, llegó con su familia al barrio La Isla en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá. Cerca de 17.000 personas que huían de la violencia de todo el país también llegaron a ese sector. Fue la primera vez que León vio a jóvenes con problemas de drogadicción y alcoholismo.

Lo que acercó a esos muchachos del campo con los de la ciudad fue una pelota de fútbol. Al igual que en La Palma, León era la única niña en los equipos.

“Me dije que a pesar de todas las necesidades que habíamos pasado por ser desplazados, iba a superarme para ser una persona de ayuda”. Ella estudió en un colegio del sector durante el tiempo que vivió ahí. En 2008 el Gobierno les dio un subsidio de vivienda, con el que compraron una casa en la localidad de Usme.

Un año después ganó una beca deportiva para estudiar matemáticas en la Universidad Sergio Arboleda. Durante seis meses hizo un preuniversitario en el que debía mantener un promedio de 3,6 para entrar a la carrera. Después de cumplir ese requisito debía estar en el equipo de fútbol de la universidad y conseguir buenas calificaciones.

Ese mismo año León fue convocada a una preselección Colombia sub 17. No pasó la convocatoria, pero continuó practicando ese deporte. A los 20 años, cuando iba en cuarto semestre, le diagnosticaron leucemia. León se lo ocultó a su familia durante ocho meses y lidió con la noticia a su manera: “Patear el balón significa mandar lejos todos los problemas y ayuda a curar las tristezas”.

La joven padeció de leucemia linfocítica aguda (LLA), un tipo de cáncer que afecta las células sanguíneas y se desarrolla en la médula ósea. En Colombia, la mayoría de los adultos que sufren de LLA están entre los 18 y 35 años. En 2016, murieron 132 pacientes por esa enfermedad, según el Fondo Colombiano de Enfermedades de Alto Costo. Un tratamiento de leucemia para un niño puede costar $200 millones y si requiere un trasplante de médula ósea se necesitan cerca de $150 millones más.

Durante su enfermedad tuvo que someterse a una transfusión de sangre que requería la firma de su mamá. Así fue como ella se enteró. Después de eso, lloraba todos los días y le prohibió a su hija salir de la casa para que no sufriera una recaída.

Sin embargo, León iba a jugar fútbol a escondidas. Solo podía hacerlo durante diez minutos, porque las quimioterapias la debilitaban tanto que se desmayaba. Su proceso profesional se frenó por la enfermedad.

En uno de esos partidos amistosos conoció a Dimar Rubio. Empezaron a salir y se enamoraron. Él quería enseñarles a jugar fútbol a niñas de escasos recursos. León se unió a esa idea y juntos crearon la Fundación Integrarte en 2011. “Decidimos trabajar solo con niñas porque el fútbol femenino sigue siendo un tabú y el machismo se nota”, explica León mientras ve cómo Rubio les tapa los tiros libres a las niñas durante el entrenamiento.

Él estuvo a su lado durante los siete años que luchó contra la leucemia. En ese periodo los médicos la desahuciaron tres veces. “No me hicieron cirugía. Después de varios tratamientos y medicamentos, poco a poco, Dios fue haciendo la obra y un día ya no había cáncer”.

Con la Fundación la pareja lideró a un grupo de niñas en el barrio San Cristóbal Sur. Eran cerca de 15 jóvenes, entre los 14 y 19 años, que practicaban en una cancha de cemento o en el parque del barrio. Las niñas pagaban el entrenamiento con 250 tapas plásticas. Cada mes, León y Rubio llevaban los bultos de tapas a una fundación que ayuda a niños con cáncer. “A raíz de mi proceso médico y toda la necesidad que tuve que pasar por un medicamento, salir de una quimioterapia y no tener qué comer ni tener para transportes, decidimos ayudar a los niños que están pasando por eso”. La fundación las vende y con ese dinero les dan subsidios para transporte y alimentos a los menores que se encuentran en esa situación.

En 2015, tras tres años de formación, viajaron con el grupo a Holanda para un evento deportivo llamado Easter Open. La directora de una ONG los ayudó contactándolos con ocho familias, que decidieron ser los padrinos del equipo. Ellos les dan hospedaje a las niñas cuando van a Holanda. Además, le consignan a la pareja para el pago de materiales, uniformes y el arriendo de la casa donde viven en Bogotá.

Integrarte ha sido el único equipo femenino y latinoamericano en ese torneo. En 2015 quedaron en el quinto lugar entre 470 equipos. Esto les permitió ser invitadas nuevamente en 2016 y 2017. En ambas ocasiones obtuvieron el tercer puesto, entre unos 700 equipos.

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“Escuelas exclusivas de niñas hay pocas y qué bueno poder abrirles esa puerta donde ellas se sientan libres”, explica León. El fútbol femenino en Colombia se profesionalizó en 2017 con la liga apoyada por la Dimayor, en la que compiten 23 equipos. La entidad aseguró que a partir de 2019 todos los clubes estarán obligados a tener una escuadra conformada por mujeres.

Las niñas que hacían parte del equipo de San Cristóbal Sur crecieron y ya no podían ir a los entrenamientos por sus trabajos o responsabilidades académicas. Rubio vivió en su juventud en Suba, por eso decidieron mudarse al barrio La Gaitana. “En el sector la mayoría de los residentes son de la región cundiboyacense. Cabe resaltar que en los últimos diez años han llegado bastantes personas de la región Caribe y víctimas del conflicto armado”, aseguró José González, presidente de la junta de acción comunal del barrio.

Allí, León y Rubio iniciaron una convocatoria y desde abril lideran un grupo de 15 niñas. Algunas de ellas llegaron de Montería, Chocó e Ibagué.

“La verdad, esta es una localidad con problemáticas sociales muy fuertes, muchos hogares disfuncionales, drogadicción y alcoholismo. Es un poco más duro de lo que veíamos en San Cristóbal”, cuenta León mientras camina por el polideportivo La Gaitana, donde a veces entrena con las niñas. Algunas cifras de la Policía Nacional muestran la violencia y delincuencia que se presenta en La Gaitana. Desde enero de este año hasta la primera semana de julio se habían presentado siete homicidios. Lo que significa uno por mes. Además, en el mismo lapso ocurrieron 77 hurtos y 55 lesiones personales en la zona.

“También trabajamos con talleres del SENA de hábitos saludables para personas de la tercera edad y con la Secretaría de la Mujer hacemos charlas con las niñas sobre prevención de maternidad a temprana edad, trata de personas, paz y reconciliación de conflictos y también estamos buscando un profesor de inglés”.

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Ahora, además de dar tapas plásticas, las niñas pagan una mensualidad de $20.000 para el mantenimiento de las canchas, lo que les alcanza para entrenar dos veces a la semana.

“A este mundo vinimos a servir. Después del proceso de leucemia uno le empieza a ver un valor diferente a la vida. Para que estemos prestos a servir con gusto y más en una sociedad donde hay tanta descomposición social, ¿por qué no mitigar esas problemáticas con el fútbol como herramienta social?”.

El objetivo de los fundadores de Integrarte es regresar al torneo Easter Open, pero primero necesitan preparar deportivamente al nuevo equipo. Mientras eso sucede, León practica con ellas cómo ser mamá, algo que era poco probable por la cantidad de quimioterapias a las que fue sometida. Está esperando una niña.

Por Michelle González Macea

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