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Con la muerte de Luis Gabriel Cano Isaza cayó el telón para el último integrante de los ‘cuatro ases’ —como los denominó su padre, Gabriel Cano Villegas—, promotores de la expansión de El Espectador. Luis Gabriel fue el primer hijo de Gabriel Cano y Luz Isaza, pero el último en partir. Se despidió de su hermano Guillermo el 17 de diciembre de 1986, cuando las balas de los sicarios de Pablo Escobar segaron su vida saliendo de la sede de este diario. Enterró a Fidel hace casi 18 años y a Alfonso le dijo adiós el pasado 31 de diciembre. “La muerte de Alfonso le dio el paso a mi papá para también ir a descansar en paz”, expresó su hijo Miguel.
El ‘póquer’ de los Cano Isaza asumió el destino de El Espectador por décadas. Guillermo fue su director; Fidel, gerente publicitario; Alfonso, gerente de circulación, y Luis Gabriel, gerente general. Se fijaron como meta expandirlo nacionalmente, y así lo hicieron. Se sabían herederos de una dinastía periodística que había surgido en 1887 tras la fundación del diario más antiguo de Colombia a la fecha. Sin embargo, sólo Alfonso y Luis Gabriel fueron testigos del momento en que éste, que había pertenecido a su familia por un siglo, pasó a manos del grupo Santodomingo. Fueron designados presidentes honorarios, pero en septiembre de 2002 presentaron su renuncia.
Desde entonces, Luis Gabriel se sumió en una batalla por su propia vida. Una arritmia en el corazón lo obligó a llevar un marcapasos durante un largo tiempo, tenía una férula en su fémur derecho, tuvo que lidiar con la diabetes gran parte de su existencia y, como si fuera poco, hace unos años le detectaron un cáncer en la boca cuya operación le causó una seria infección en las vías respiratorias, la cual le complicó sus últimos meses de vida. No obstante, dicen sus hijos, estas aflicciones sacaban a relucir aún más su espíritu: era un optimista incansable. Cada vez que salía de la clínica, sentía que él estaba ganando la pelea.
Su hermano Guillermo defendió la libertad de prensa con la pluma, con la agudeza que requirió entender desde los años 80 el infierno en el que el narcotráfico sumiría a Colombia. Luis Gabriel, desde su orilla, también dejó un legado invaluable. Fue el primer colombiano en ser elegido presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y, como miembro de ésta, defendió a capa y espada la labor de los reporteros, al punto de ser uno de los gestores del acuerdo más relevante en este campo que se haya pactado en el continente: la Declaración de Chapultepec, que fue acogida por la Conferencia Hemisférica sobre Libertad de Expresión en México D.F., en 1994.
A pesar de las semejanzas que compartía con Guillermo, Fidel y Alfonso, Luis Gabriel Cano no compartía con ellos su fervor por el Santa Fe o por cualquier otro equipo de fútbol. Su pasión, su gran pasión, estaba en el mar. El 2 de septiembre de 1989, día en que Los Extraditables hicieron explotar una bomba en las instalaciones de El Espectador, su casa de descanso en Barú fue incendiada. Pero, como recuerda su hija Gloria Luz, él fue el primero en expresar “salimos adelante”. Firmemente creía que esa era la única dirección hacia la cual caminar. “Ojalá todo el país tuviera sus principios, su honor. Fue fiel a sus amigos, a su familia y a sus ideales hasta la muerte”, manifestó Gloria Luz.
Fue, sin duda, un hombre apreciado. Apenas se supo de su muerte en la SIP, su director ejecutivo, Julio Muñoz, se comunicó con Miguel Cano para transmitirle las condolencias de parte de esta organización: “Luis Gabriel fue no sólo un gran presidente sino un amigo incansable y un aliado a toda prueba en nuestra lucha por los principios de la SIP”. La Presidencia de la República también se pronunció, y en un comunicado oficial expresó que lamentaba profundamente la muerte de Cano Isaza, resaltó de igual forma su paso por la Sociedad Interamericana de Prensa y su trayectoria en este diario.
Fue un hombre de mundo. En varias ocasiones recorrió Estados Unidos, Europa y conoció la China que creó la revolución comunista. Pero su ciudad era Cartagena. Sentarse a ver barcos en el muelle o a pasajeros bajando de los cruceros era un verdadero deleite. Tuvo cinco hijos con su esposa, Cecilia Martínez, quien murió hace unos 15 años. Calmaba su soledad con el olor del océano Atlántico y con las navidades y años nuevos que celebraba en compañía de sus 15 nietos y cuatro bisnietos. Era fuerte como la Muralla china, sin embargo, no logró perdurar tanto. La férula lo postró en una silla de ruedas y por el cáncer en la boca difícilmente podía hablar. Por eso su familia, en medio del dolor, se siente tranquila: “Era un hombre con muchos deseos de vivir y de gran entereza. Él ahora descansa en paz”.
Libertad de prensa en América
La Declaración de Chapultepec es el resultado de la Conferencia Hemisférica que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) organizó en marzo del año 1994 en el castillo de Chapultepec, en Ciudad de México. El encuentro reunió a líderes políticos, académicos, abogados, escritores y directores de medios de América, con el objetivo de elaborar un documento para reivindicar la libertad de prensa y su papel esencial en la construcción de democracia.
Esta iniciativa, que contiene 10 principios fundamentales en los que se soporta la libertad de prensa, ha sido firmada por los principales jefes de Estado del continente. En agosto de 1998 en Costa Rica hubo un nuevo encuentro para ratificar el decálogo de Chapultepec.