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Alonso Sánchez de Huelva: el piloto anónimo

En uno de sus viajes, Alonso Sánchez de Huelva es arrastrado por un fuerte temporal y empujado por la corriente del Golfo, llevado hasta las costas de la Isla Quisqueya (Isla de Santo Domingo), desembarcando en paradisíaca playa.

Por PABLO EMILIO OBANDO ACOSTA, colaborador de Soyperiodista.com
12 de octubre de 2012 - 05:54 p. m.
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Norman Fiering, director y bibliotecario de la John Carter Brown Library, escribe en el prefacio del libro “Derechos del descubrimiento – Apelación Final de Cristóbal Colón al rey Fernando”, editado por Carvajal S. A. con motivo de conmemorarse el quinto centenario del mal llamado Descubrimiento de América, en el año de 1992, una reflexión que nos permite dar rienda suelta a nuestra imaginación y, por su puesto, escribir un breve ensayo que, esperamos, contribuya a un sano entendimiento de la figura de Don Cristóbal Colón: “para los investigadores de la vida de Cristóbal Colón, el hecho que más ha llamado la atención es que cuatro meses antes de su partida hacia su gran descubrimiento, tomó la precaución de firmar con los Reyes Españoles un contrato minucioso sobre los beneficios que obtendría en caso de tener éxito .

Tan extravagantes eran las retribuciones en dinero y privilegios conferidos por estas famosas Capitulaciones del 17 de abril de 1492, que los intérpretes del evento han especulado por siglos, quizás de manera excesiva, que Colón ya poseía una idea bastante aproximada sobre lo que encontraría y por consiguiente formuló las máximas exigencias, mientras que la otra parte de la negociación lo desconocía todo”.

Para algunos historiadores e investigadores estas exigencias de Cristóbal Colón son una clara muestra del conocimiento que tenía sobre las nuevas tierras que se encontraban “allende el mar”. La pregunta obvia es: ¿dónde o de quién obtuvo Colón dicha información? Para muchos Colón era un enviado de Dios, un iluminado que respondía a muchas profecías, un misionero encargado de abrir las puertas de nuevos mundos para la Fe católica. Hacia el año cuarto de nuestra era Lucio Anneo Séneca en su obra Medea hace expresar al Coro de Corintios:

En edades tardías venir han unos siglos
En que el océano relajará las cadenas
Del mundo
Y se abrirá una tierra inmensa;
Tetis revelará un nuevo mundo y
Tule ya no será la postrera de las tierras.

Esta es considerada una profecía sobre el Nuevo Mundo y la proeza de Cristóbal Colón: “celebérrimos en todas las edades han sido estos versos, en que parece profetizarse el descubrimiento del Nuevo Mundo, concedido por Dios a nuestra raza”.

En el año de 1873 el Cardenal Donnet intentó llevar hasta la Santa Sede su pretensión de canonizar al “almirante genovés”, obteniendo una negativa por cuanto se demostró hasta la saciedad que Colón fue un hombre excesivamente ambicioso y carente de los méritos necesarios para ascender a los altares. En 1876 el mismo Cardenal Donnet “puso su intento y pretensión ante la Santa Sede de introducir oficialmente la causa de la canonización…”. Este nuevo fracaso se debió entre otras cosas a la afición de Colón de esclavizar y vender a los naturales de América en Europa: “lo hizo abiertamente, contra todas las leyes e instrucciones que tenía, realizada por sí mismo, introduciendo la captura y esclavitud de los indios a buen precio de ganancia”.

Sobre el mismo origen de Colón hay muchas dudas. Para el historiador e investigador Aarón Goodrich, autor del libro “A History of the character and achievements of the so-called Christopher Columbus”, publicado en el año de 1874 afirma: “Cristóbal Colón ni fue hijo de Domenico, ni genovés, ni siquiera Cristóbal Colón, si no un tal Giovanni o Zorzi, compañero de Colón “el Joven” (cuyo nombre tampoco era este, si no Nicolo Griego), que tomó éste sobrenombre de Colón o Colomo, y se distinguió como pirata y negrero; que con el nombre usurpado de Colón se casó con la portuguesa Felipa Muniz de Perestrello, y, domiciliado en la isla de Madera, se apoderó de los mapas y documentos del náufrago Alonso Sánchez de Huelva, marino a quien una tempestad furiosa había arrojado a las costas de América…”.

Respecto a Alonso Sánchez de Huelva se sabe que era un diestro marinero, natural y vecino de la Villa de Huelva, “su negocio consistía en adquirir por cuanta propia los productos naturales de la región andaluza: aceitunas, vinos, aceites, etc., y transportarlos, bien a las “Islas Afortunadas”, o a la de Madera, donde los intercambiaban por artículos de las mismas; y en ocasiones, incluso se arriesgaron a subir hasta las costas inglesas, donde eran apreciadísimos los frutos hispanos”.

En uno de sus viajes Alonso Sánchez de Huelva es arrastrado por un fuerte temporal y empujados por la corriente del Golfo, llevados hasta las costas de la Isla Quisqueya (Isla de Santo Domingo), desembarcando en paradisíaca playa, “donde todo es tan encantador que les hace pensar, en efecto, que lo han hecho en el mismísimo Paraíso Terrenal”.

Ante un requerimiento que se le hace a Fray Dr. Gaspar da Madre de Deus sobre sus conocimientos respecto al verdadero descubridor de América, expresa: “Me ordenan que diga en qué año se descubrió las Américas y el Brasil, y cómo estoy obligado, diré lo que sé. Una tempestad horrorosa obligó a Alonso Sánchez a correr por mares antes nunca navegados, hasta un punto…”.

Gómara afirma: “Fue a parar en tierras no sabidas ni puestas en el mapa o carta de marear…”. Gracilazo de la Vega es categórico cuando expresa: “al cabo de este largo tiempo, se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; y no se sabe de cierto cuál fue, más de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo”. Onofre Antonio de la barreda dice: “una vez descubiertas las nuevas tierras, marcó las señas, reguló las singladuras por el rumbo que había navegado con temporal, tomó la altura con astrolabio, fijó la estrella de nuestro Polo por cotejarla con la del Sol. Era persona de talento…”. Rodrigo Caro es contundente al afirmar que “Fue natural de Huelva el primer hombre que descubrió las Indias de Poniente, llamado Alonso Sánchez de Huelva, el cual, llevando con un barco grandes mercancías a las Canarias, llegado cerca de aquella isla, fue arrebatado con un viento tan deshecho que en 17 días lo puso en las Indias…”.

Alonso Sánchez de Huelva al regresar a España, maltrecho y en un deplorable estado de salud, se encuentra con Cristóbal Colón, en la isla de Madera, y al decir de Francesco Gonzaga: “Ocurrió en casa de Cristóbal Colón –oriundo de Génova, y peritísimo en el arte de la navegación- murió cierto extraordinario navegante que dejó en manos e aquél algunos escritos.

Su lectura despertó en Colón, que sabía mucha astronomía, la ambición de explorar mundos desconocidos…”. Pedro de Mariz confirma lo anterior por cuanto a testimonio de que “…Colón tuvo tanta suerte que en su casa se hospedaron los marineros que en la nave todavía venían todavía vivos; los cuales, viendo que su huésped era sabedor de las cosas marítimas y práctico en cuestiones de navegación y comprendiendo que estaban a un paso de la muerte (para gratificarle la buena acogida que les hiciera U OBLIGADOS A ELLO COMO ALGUNOS SOSPECHAN), le revelaron el lugar de dónde venían y todas las tierras que habían descubierto y de qué modo y por donde se podría navegar hasta ellas; y la enorme riqueza de que aquellas tierras eran abundantísimas; e incluso otros informes que necesarios les parecieron para el intento de redescubrirlas”.

Concuerdan todos en que Alonso Sánchez de Huelva murió en la casa de Cristóbal Colón después de entregar los documentos que le permitirían posteriormente arribar al Nuevo Mundo. Muere Alonso Sánchez y es enterrado en una fosa común, su nombre olvidado y su hazaña ignorada. El francés Michelet afirma: “La Historia es una resurrección” y, quizás, para Alonso Sánchez de Huelva, ésta sentencia sea verdadera.

Por PABLO EMILIO OBANDO ACOSTA, colaborador de Soyperiodista.com

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