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Lastimosamente, es un clásico: una de las postales comunes de vacaciones, o del puente, son las matas algo deshidratadas, marchitas o muertas por falta de riego en los momentos en los que cada una necesitaba de atención humana.
Primero, vamos a decir algo que suele ser cierto para la mayoría de las plantas: suelen resistir mejor las sequías que los inviernos. En otras palabras, unos días sin riego, por lo general, las dañan menos que un riego excesivo o los encharcamientos frecuentes.
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Dicho esto, muchas plantas tienen defensas naturales o adaptaciones especiales para sobrevivir a periodos de sequía. No todas, claro. Pero, de cierta forma, los momentos de menos agua son un fenómeno común en la naturaleza, en la medida en la que las lluvias intensas son estacionales en muchas partes del planeta.
¿Cómo revivir una planta deshidratada?
Lo primero es saber cuál es el régimen de hidratación. O sea, tener claro qué necesidades tenía antes del descuido temporal por obra de las vacaciones. Esto es clave, pues, por ejemplo, algunos cactus pueden tener un de riego mensual, entonces con ellos la hidratación es más bien escasa.
Lo segundo es que, si la planta tiene necesidades más específicas y periódicas de hidratación (o si se trata de una especie sensible a los encharcamientos, como las suculentas, por ejemplo), no se vale con ahogarlas al llegar y dar por finalizada la tarea.
Claro está, todo depende de qué tanto ha sufrido la planta y qué tan extensa ha sido la sequía.
Si estamos hablando de periodos algo prolongados (de más de un puñado de días) es muy posible que ya haya hojas y tallos marchitos. Uno de los primeros pasos es removerlos, pues estos van a robar nutrientes y energía a la hora de hidratar de nuevo al paciente en cuestión.
Una vez hecho esto, algunos recomiendan (especialmente si se trata de materas profundas) extraer la planta y remojar sus raíces en un platón aparte mediante inmersión. Esto ayuda a una primera hidratación, de forma más directa y focalizada. Piénselo de esta forma: cuando va a una clínica en una urgencia, los medicamentos suelen ir directamente a sus venas mediante una inyección para acelerar el proceso de mejoría. La remojada opera un poco siguiendo esta misma lógica.
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Otro consejo común es darle una removida a la tierra, especialmente a las primeras capas, pues la ausencia de humedad (casi tanto como su exceso) tiende a compactar el suelo y los sustratos. Esto dificulta la entrada de agua de nuevo y su dispersión óptima para que el agua alcance a todas las raíces.
Ahora bien, la ausencia de cuidado humano implica, claro, falta de agua. Pero también puede pasar por alto otros factores que son igual de importantes: el lugar en donde está la planta afectada recibe más iluminación en determinada época del año, la falta de corrientes de aire hace que la temperatura del ambiente suba lo suficiente como para comenzar a afectar la retención de humedad.
En otras palabras, resucitar una planta implica echarle agua, pero también evaluar si su pérdida de hidratación es una conjunción de factores más allá de la sola falta de riego.
Aquí también hay que decir que, si bien muchas plantas tienen una cierta resistencia a las sequías, someterlas rutinariamente a esa prueba lo único que hará será desgastarlas. Repetir el ejercicio apoyándose en su resistencia puede ser, a la larga, una sentencia de muerte (más larga o corta, pero casi del todo segura).
Ahora bien, dependiendo del daño en la planta, una de las etapas de cuidado más intensivo consiste en replantar completamente la especie en una nueva matera, con tierra y sustratos nuevos. Algunos también recomiendan abonar una semana después del episodio de deshidratación intensa.