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Una huerta en casa puede sonar como toda una labor, especialmente si la persona es medianamente nueva al mundo de las plantas y la jardinería. Y la verdad es que no se equivoca si es de los que asocian la palabra complejidad a esta tarea.
Pero, a la vez, hay formas de adentrarse en un huerto casero y sobrevivir a la tarea. Al final de cuentas, siempre hay una primera vez para todo y para todos.
Lo primero es aceptar el error como parte del camino. La jardinería y la agricultura, en general, tienen una serie de imprevistos y variables inciertas. Parte del camino es ir encontrando las formas de superarlos y de divertirse en el proceso. No es un eterno ensayo y error, pero tampoco se trata de perfección al primer intento. Aceptar esto aligerará todo el proceso y abrirá la oportunidad para aprender, más allá de la frustración.
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Para empezar, como con muchas cosas en la vida, vale la pena hacerlo con un proyecto pequeño y cultivos que sean de fácil control y crecimiento.
Cada planta es un universo, con requerimientos propios, por lo que no se trata de hacer una lista interminable de cuidados, condiciones climáticas, requerimientos de agua, posibilidades de sustratos, fertilizantes... Lo ideal es manejar una variables comunes (además de un poco de sentido común) a todas las plantas.
Los primeros amigos
Cultivos como la lechuga, el romero, orégano, perejil y espinaca son algunos de los más sencillos y se encuentren siempre entre las listas de lo más recomendable para un agricultor urbano primerizo.
¿Por qué? Porque son plantas resistentes, con necesidades de riesgo más bien estándares y que no requieren sustratos y tratamientos de tierra complejos.
Pero, de fondo, uno de los consejos más sensatos para empezar es plantar algo que de verdad quiera, que llene de felicidad en la medida en la que la planta se desarrolle y dé fruto eventualmente.
Además de ser una labor con fines ambientales, si se quiere, una huerta en casa debe traer alegría y goce para quien la realiza. Este es, quizá, el principal alimento de todo este asunto.
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Luz y agua, luz y agua
Es fácil ilusionarse con la idea de una gran huerta, diversa y extensa. Pero, lo cierto es que crecer en extensión y complejidad requiere tiempo y conocimiento. Por lo que, volviendo al primer consejo, se recomienda escoger el lugar de la huerta con base en dos criterios simples: acceso a luz y agua.
De nuevo, cada planta requiere cuidados distintos, pero en general la regla que se puede aplicar acá es que entre más luz, mejor. Quizá una determinada esquina de la terraza o el balcón no es la más fotogénica para Instagram, pero si cuenta con mejor radiación solar, adelante: eso es lo que importa.
De la misma forma, la ubicación debe permitir acceso fácil al agua o, cuando menos, a la labor de riego. También debe ser un lugar en el que se pueda trabajar cómodamente en su cultivo, que le deje acceder sin tener que hacer estiramientos previos o malabares durante.
Matera, cajonera y riego
Después de seleccionar una ubicación con los criterios que ya han sido enunciados, es importante escoger en qué tipo de contenedor va a arrancar esta pequeña huerta: un cajonera, que permite acomodar más plantas y tierra (pero también presenta retos extra) o si se trata de unos primeros cultivos que estarán en materas.
La recomendación es que, para este primer intento, es mejor irse por las materas, pues su tamaño más controlado también incide en las necesidades de riego, así como en los tipos y cantidades de sustrato que deben usarse. De estos dos factores hablamos a continuación.
Si se opta por una matera, es clave que esta tenga drenaje, o sea, que pueda desaguar por el fondo de esta. Bien sea que se compre de esta forma o que se hagan huecos en casa con puntillas gruesas o taladros.
Ahora bien, el riego en una matera es distinto que el que se realiza en un recipiente más grande o incluso en una plantación en tierra abierta. La diferencia esencial es que, al ser un espacio cerrado, la humedad tiende a concentrarse mucho más, por lo que hay que tener cuidado con la cantidad y número de riegos que se le da a cada planta.
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En tierra abierta, las plantas pueden parecer secas en las primeras capas de tierra, pero sus raíces pueden extenderse más al fondo para buscar humedad, lo que funciona como una defensa natural para tiempos muy calurosos. En una matera esta opción no existe y por ello hay que tener cuidado con la cantidad de agua.
Como ya se dijo, cada planta es su propio universo, así que el régimen de agua va a depender de una combinación entre las especies con los que arranque su primera huerta, así como la ubicación de sus plantas y las dimensiones del recipiente en donde haya escogido plantar.
Lo último en este punto es escoger un buen sustrato. Las plantas no sólo se alimentan de luz y agua, sino que también necesitan minerales y otros compuestos, que obtienen a través de la preparación de la tierra. Es importante tener en cuenta qué tipo de fertilizante y sustratos son adecuadas para cada especie. Y, de la misma forma, es bueno utilizar productos ecológicos, que no sólo son más amigables con sus plantas, sino con todo el resto del ecosistema.
Utilizar un sustrato adecuado para su cultivo le va a ahorrar dolores de cabeza, así como mejorará el crecimiento, la salud y el desempeño de cada plantación.