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Entre los retos históricos de la educación en Colombia, en sus distintos niveles, está el acceso incluyente y el cierre de brechas regionales en cuanto a cobertura y calidad, teniendo en cuenta que nuestro país se ubica en el rango de los más desiguales y centralizados en América Latina y el Caribe. Estas dos problemáticas estructurales se han profundizado por la pandemia, creando nuevas brechas que merman las posibilidades de desarrollo equitativo y sostenible en el corto plazo.
Al hacer un balance de 2020, es imprescindible destacar la veloz adaptación del sistema educativo a las plataformas en línea en medio de la crisis sanitaria. No hubo tiempo para experimentaciones sino que, sobre la marcha, fueron implementadas las herramientas remotas y de virtualidad para retomar las clases. Ha sido un ajuste tecnológico importante, sobre todo para las instituciones de modalidad exclusivamente presencial, que implicó, además, la adaptación y el cambio de mentalidad de los involucrados en el proceso formativo. Con esto se ratificó que es posible innovar y generar nuevos entornos y métodos para el aprendizaje, flexibilidad curricular, sistemas de evaluación, formación y actualización de profesores, etc.
Una tarea pendiente es ajustar la dinámica virtual; es decir, no solamente volcar las clases presenciales a los medios remotos, sino producir esquemas exclusivos para la educación en línea, bien sea con los modelos de alternancia o totalmente virtuales. “La tecnología no solo puede cambiar los métodos de enseñanza y aprendizaje, sino también ampliar el rol de los docentes de impartir conocimiento a trabajar como cocreadores de conocimiento, como mentores y como evaluadores”, según explica el informe “Education at a Glance”, de la OCDE, sobre el impacto de la pandemia en la educación. Sin embargo, la crisis también agudizó la gran dificultad de la falta de conectividad de muchos hogares, en especial en áreas rurales. Estadísticas de octubre del Ministerio de Educación Nacional (MEN) indican que 102.880 niños y adolescentes de colegios y jardines infantiles abandonaron sus estudios por la pandemia.
En cuanto a la educación superior, con la encuesta de percepción sobre el impacto de la crisis, efectuada en septiembre, el MEN estableció que por lo menos el 70 % de las Instituciones de Educación Superior públicas y privadas tendrán una deserción del 0 al 10 %. Esto lo atribuye al “gran trabajo colectivo y solidario” para mitigar los efectos de la pandemia.
En un análisis de la Universidad de Patras (Grecia), el catedrático Thanassis Karali concluye que la lección aprendida más importante de esta situación no es tanto si las soluciones urgentes funcionaron, sino determinar que vale la pena estudiar después de volver a la normalidad; “son las implicaciones que han surgido para el día siguiente; es decir, qué ajustes deben realizarse y en qué medida la experiencia de una situación diferente se puede utilizar como punto de partida y de reflexión sobre las condiciones que hasta ahora definían las dimensiones básicas de educación y aprendizaje en sistemas y organizaciones de educación formal”.
Fue importante la respuesta comprometida y propositiva del sector educativo durante el 2020 y es fundamental seguir promoviendo la calidad y la pertinencia. Lo que no podemos permitir es que nos embargue el “síndrome de la amnesia” y olvidemos las lecciones aprendidas durante la pandemia.
*Rector de la Universidad Simón Bolívar.