Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Después de veintiún meses de la declaratoria de la pandemia de covid-19, la sociedad aprendió a convivir con el virus y sus variantes, en medio de múltiples restricciones, medidas de bioseguridad y permanentes jornadas de inmunización. En buena hora, en nuestro país, el Gobierno logró una buena disponibilidad de vacunas y los colombianos tuvimos disposición de vacunarnos. Los cambios radicales en la vida cotidiana, motivados por las medidas para frenar la enfermedad, modificaron nuestros hábitos, costumbres y procesos en todos los sectores de la sociedad.
En el caso de la educación superior, sus actores y grupos de interés tuvieron que ser disruptivos e innovadores para lograr nuevas dinámicas en sus responsabilidades misionales, ideando y rediseñando estrategias que permitieran la excelencia en la formación y la investigación científica, a pesar de las limitaciones de la cuarentena y el distanciamiento social; tuvimos que priorizar las necesidades de aprendizaje de los estudiantes, las posibilidades y capacidades de los profesores e investigadores, y las características de los procesos pedagógicos. Además, adaptar la infraestructura educativa y utilizar intensamente las tecnologías de la información y la comunicación con sus equipamientos tecnológicos, programas y plataformas.
A pesar de ello, los análisis mundiales dan cuenta de la gran brecha abierta por el atraso de los niños y jóvenes que desertaron de las instituciones o carecieron de los medios para continuar las clases a través de la telepresencia, como también los que tuvieron limitaciones para lograr rendimiento en su aprendizaje por la imposibilidad de asimilar la teleenseñanza y no poder interactuar en los laboratorios y campos de práctica.
Siendo trascendental y definitivo el rol de la educación superior en estos tiempos, es preciso seguir respondiendo a los crecientes desafíos que se presentan, tales como aprender a vivir en la incertidumbre y el cambio permanente, validar e integrar como complemento propositivo los escenarios virtuales y las herramientas digitales, potenciar y reformular la enseñanza híbrida, promover de manera decidida el autocuidado y consolidar valores como la solidaridad y la cooperación, entre otros.
Producto de una consulta pública a 1.200 personas en cien países, la Unesco presentó en noviembre el informe “Caminos hacia 2050″, sobre el futuro de la educación superior, planteando cuatro caminos principales: calidad de vida, cambio social, cuidado del medio ambiente y desarrollo de la tecnología. Para tener mayor acceso a la educación superior y la búsqueda de la equidad, los consultados sugieren enfocarse en los futuros procesos de aprendizaje de calidad centrados en los estudiantes, que respondan a sus capacidades, intereses y necesidades; así como la promoción de valores.
El informe concluye, igualmente, que los encuestados tienen esperanza en que “las instituciones de educación superior sean faros de información, que proporcionen conocimientos fiables y relevantes para superar las futuras crisis y que, al mismo tiempo, sean más resistentes a su impacto”.
Indefectiblemente, tanto para el presente como en previsión para los escenarios futuros, la sociedad y, en particular, el mundo académico deben tomar conciencia de la fragilidad de la humanidad en aspectos como la salubridad, el medio ambiente y la equidad social. Este presente desafiante se debe enfrentar con decisión y firmeza con procesos educativos y modelos pedagógicos resilientes e incluyentes, enmarcados en políticas y estrategias de buen gobierno, transparencia y alta calidad.
*Rector de la Universidad Simón Bolívar.