En la plaza de El Carmen de Bolívar se encuentran todos los días mototaxistas, vendedoras de dulces y jugadores de dominó. Este último grupo, de pensionados, se sienta por las tardes a “echar ficha” al lado de la famosa fuente falsa, que tiene como telón de fondo la iglesia del pueblo. Cuentan los carmeros —como se les dice a los oriundos de este municipio— que en 2003, con la visita del presidente Álvaro Uribe, todo parecía estar listo para la anunciada inauguración del acueducto. El pueblo se reunió alrededor de la nueva fuente y esperó ansioso a que de ella saliera agua.
El alcalde del momento cortó una cinta y abrió la llave. Carmeros y visitantes celebraron el fin de la lucha por el líquido potable. Pero la fiesta no duró mucho: en pocas horas se dieron cuenta de que todo era una farsa patrocinada por un vecino que suministró agua desde el tanque de su casa hasta la fuente.
Hoy la falsa fuente es motivo de chiste para muchos habitantes del pueblo; para otros, de indignación. Lo cierto es que ésta fue la quinta inauguración ficticia del acueducto en la tierra de Lucho Bermúdez.
Los habitantes de El Carmen de Bolívar han adaptado su organismo, sus casas y su estilo de vida a la ausencia de un acueducto. Daniel Torres, un vendedor de chance, tuvo que instalar un sistema de canales en su casa para que el agua lluvia caiga en dos pequeños tanques y sirva como reserva.
Sin embargo, la lluvia no siempre es fiel. Durante los meses de sequía, como ahora, Torres tiene que hacer filas de dos horas para recibir el agua que llega en carrotanques desde el acueducto de Ovejas (Sucre).
En marzo del año pasado, los carmeros bloquearon calles y carreteras durante tres días para exigir su derecho de acceder a agua potable. Como respuesta, en octubre se empezaron a reparar las redes (diseñadas en los años 80) que permiten al municipio acceder al agua proveniente de Ovejas. Por esta razón, ahora algunos sectores reciben el líquido sin ningún costo.
De acuerdo a Raúl Cardozo, gerente de la empresa de acueducto de El Carmen, Acuecar, “el 30% de la población recibe agua mediante redes, y ésta llega prácticamente todos los días”. Pero los carmeros niegan la versión y aseguran que sólo cinco sectores reciben el líquido cada 8 o 15 días, aunque cuando llega hay toda una celebración: “Las personas que tienen agua sacan las mangueras a la terraza para darles a otros que llegan con baldes. Todo el mundo aprovecha para lavar los carros y la ropa”, cuenta Clara Espinosa, habitante del pueblo.
Ésto se puede evidenciar en el hecho de que la producción actual de agua de los pozos de Ovejas es de sólo 27 lps (litros por segundo), cuando, según el gerente de la empresa Aguas de Bolívar, Álvaro Viloria, la población requiere un caudal medio de 84 lps de agua y para 2025 la demanda aumentará a 125 lps.
El pasado 11 de febrero se firmó un acuerdo entre la Gobernación de Bolívar, el Viceministerio de Agua (parte del Ministerio de Ambiente) y la Financiera de Desarrollo Territorial (Findeter) para la construcción de un acueducto en el municipio. Findeter será la encargada de administrar los $39.000 millones que se destinarán para este proyecto y el 16 de abril escogerá al beneficiario de la licitación para ejecutar las obras que buscan solucionar los problemas de transporte al casco urbano, almacenamiento, tratamiento y distribución domiciliaria del agua subterránea producida.
En declaraciones públicas, el gobernador de Bolívar, Juan Carlos Gossaín, pronosticó que en nueve meses habrá agua para el 100% de la población: “En diciembre, Dios mediante, El Carmen de Bolívar recibirá el mejor regalo del Niño Dios”.
Pero a los corregimientos y veredas de El Carmen aún no llegará el aguinaldo decembrino. De acuerdo con el gerente de la empresa Aguas de Bolívar, ni el Plan Departamental de Agua, ni la Gobernación de Bolívar, ni la Alcaldía Municipal de El Carmen tienen hasta la fecha proyectos formulados para los alrededores del municipio.
Sin embargo, esta vez los habitantes de El Carmen de Bolívar dicen sentir más cerca la llegada del acueducto. Una espera de 237 años, desde la creación del municipio, es más que suficiente para que sus habitantes dejen de creer en las entidades encargadas y guarden su única esperanza en la fidelidad de la lluvia.