El colapso de la civilización occidental
La geóloga y profesora de historia de la ciencia de la U. de Harvard, en Estados Unidos, imagina qué sucederá en 2093 si seguimos la misma senda de desarrollo.
Caty Arévalo / EFE Verde
La mayoría de historiadores estudian el pasado, algunos el presente y muy pocos se atreven con el futuro. En este último grupo está la científica americana Naomi Oreskes, quien se ha aventurado a describir cómo será el mundo a finales de siglo si no tomamos otro camino para frenar los impactos del cambio climático.
La geóloga y profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, sitúa en el año 2093 el momento histórico que da nombre a su último libro: El colapso de la civilización occidental, que acaba de publicar junto a Erik Conway, del Instituto Tecnológico de California.
El panorama que presenta es de película de terror: la desintegración de la capa de hielo oeste de la Antártida sumerge gran parte de las capitales del mundo occidental. Eso y los desastres naturales provocan migraciones masivas y una reorganización del orden mundial.
Estados Unidos, por ejemplo, donde se vetaron las energías renovables y se encarceló a los científicos climáticos, está fusionado con Canadá cuando se produce el “Gran Colapso”, en 2093, sus habitantes tienen racionados el agua y la comida, y prohibido por ley tener más de un hijo.
Todos estos detalles los conocemos cuando, trescientos años después, rememora los hechos un erudito en China, la única superpotencia que queda en el mundo, debido a que dio un giro drástico hacia las energías renovables y, eso sí, con controles de población rígidos y un gobierno central autoritario.
¿Provocador? No podíamos esperar menos de una científica sin pelos en la lengua que lleva más de diez años poniendo sobre la mesa el consenso científico en cambio climático y defendiendo que en torno al mismo no hay más confusión que la que siembran quienes se están lucrando con un modelo económico y energético que está haciendo “un daño tremendo”.
Rodeada de piedras de todos los colores y tamaños, la autora de Mercaderes de la duda (2008) ha charlado con EFE en su despacho de la Universidad de Harvard sobre qué podemos hacer para evitar el colapso de la civilización occidental.
‘El colapso de la civilización occidental’... ¿no temen espantar al lector con un título tan catastrofista?
Hemos escrito el libro y le hemos puesto ese título para crear la sensación de urgencia. Queremos ofrecer una foto de futuro del lugar a donde nos van a llevar los impactos del cambio climático. Pero el mensaje es: esto no tiene que suceder. No tenemos por qué continuar por un camino que nos lleva al colapso.
¿Cuánto tiempo necesitamos para desarrollar una solución tecnológica a gran escala para combatir el cambio climático?
Esa es la clave de por qué estamos en un momento crucial, porque si uno mira a lo largo de la historia, siempre que se ha producido un cambio tecnológico a gran escala han hecho falta 20 o 30 años, algunas veces menos, pero eso es lo más normal. La mayoría de los científicos diría que todavía tenemos esos 20 o 30 años, pero no tenemos más que eso. La transición tiene que estar hecha en 2050. Si empezamos con fuerza ahora, hay posibilidades de llegar a tiempo. Hemos perdido dos décadas en las que ya teníamos ciencia y evidencia suficientes para actuar.
Está muy optimista hoy.
(Risas) Va por días, tengo días más optimistas en los que creo que vamos a ser capaces de pasar a la acción y otros más negativos. Depende de como me levante.
¿Cree que será posible desarrollar esa solución tecnológica al cambio climático mientras la mayor parte de la investigación en temas de energía siga financiada por empresas petroleras y gasistas?
Claramente eso es un gran impedimento. Por eso la solución es que esas empresas tomen un camino diferente, y eso se lograría con una tasa de carbono. Así lanzas el mensaje claro de que los combustibles fósiles tienen que reflejar su verdadero costo y ser tan caros que la industria se vea obligada a diversificarse y a cambiar el modelo de negocio. En ausencia de una tasa de carbono y de la acción de los gobiernos, lo único que podemos hacer individualmente es no seguir apoyando una industria que sabemos que está haciendo un daño tremendo.
¿Piensa que va a ser posible instaurar esa tasa de carbono en Estados Unidos?
Sin duda. La razón por la que a veces soy optimista es porque a lo largo de la historia han pasado cosas que la gente nunca hubiera imaginado que fueran a pasar. Hay cosas que cambian más rápido de lo esperado cuando el panorama político cambia. Cada vez tienes a más economistas diciendo que instaurar esa tasa tiene todo el sentido.
¿Tiene la energía nuclear algún papel que desempeñar en la transición energética necesaria para combatir el cambio climático?
Es un tema complicado. Si me formulas la pregunta así, como “desempeñar un papel”, la respuesta es sí. Hay ciertas circunstancias en las que recurrir a la energía nuclear puede ser razonable, como es el caso de Francia. Ahora, ¿es el caso de Francia un modelo de éxito a seguir? Si hubiera solucionado el problema de los residuos, entre otros, quizá, pero en décadas no se ha encontrado esa solución ni parece que se vaya a encontrar pronto.
¿Cuál es su postura respecto a la revolución del gas no convencional?
Hostil. Acabo de concluir un informe para la Academia de Ciencias de Canadá sobre el gas no convencional y opino prácticamente igual que de la energía nuclear. Sobre el papel, podría desempeñar un papel en la transición energética, el problema es que no tenemos hoja de ruta para esa transición. El gas no convencional lleva asociado un incremento de combustibles fósiles y por lo tanto no resuelve el problema que tenemos, a no ser que exista un sistema de captura de emisiones, que hoy no tenemos.
¿Qué dice su informe de los riesgos del fracking?
Hemos analizado principalmente las emisiones que puede generar, la contaminación de acuíferos y el riesgo sísmico. Una conclusión general es que hay evidencia científica sustancial de los problemas que acarrea esta técnica, problemas de los que la industria ha hablado con poca sinceridad.
¿Por qué saben que la industria del fracking no es sincera?
Porque hay pruebas de que en los pozos donde se practica hay filtraciones, y además la industria lo sabe y lo ha sabido durante mucho tiempo, no es ningún secreto. El argumento de las grandes empresas es que llevan más de cien años perforando y saben cómo hacerlo. De acuerdo, pero si llevan un siglo siendo conscientes de un problema técnico y no han sido capaces de solucionarlo, ¿como pretenden que creamos que lo van a resolver mañana?
Hace poco tuvo un encuentro con el papa Francisco. ¿Es que cree que ya solo Dios puede salvarnos de los impactos del cambio climático?
Fue más una foto que un encuentro (risas). La Academia Pontífice de Ciencias reunió a varios científicos para conocer el estado de la ciencia del cambio climático. La ciencia no tiene que ver con la moral, pero el cambio climático tiene unos elementos intergeneracionales y de justicia que interesan a una institución como el Vaticano.
@CatyArevalo
La mayoría de historiadores estudian el pasado, algunos el presente y muy pocos se atreven con el futuro. En este último grupo está la científica americana Naomi Oreskes, quien se ha aventurado a describir cómo será el mundo a finales de siglo si no tomamos otro camino para frenar los impactos del cambio climático.
La geóloga y profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, sitúa en el año 2093 el momento histórico que da nombre a su último libro: El colapso de la civilización occidental, que acaba de publicar junto a Erik Conway, del Instituto Tecnológico de California.
El panorama que presenta es de película de terror: la desintegración de la capa de hielo oeste de la Antártida sumerge gran parte de las capitales del mundo occidental. Eso y los desastres naturales provocan migraciones masivas y una reorganización del orden mundial.
Estados Unidos, por ejemplo, donde se vetaron las energías renovables y se encarceló a los científicos climáticos, está fusionado con Canadá cuando se produce el “Gran Colapso”, en 2093, sus habitantes tienen racionados el agua y la comida, y prohibido por ley tener más de un hijo.
Todos estos detalles los conocemos cuando, trescientos años después, rememora los hechos un erudito en China, la única superpotencia que queda en el mundo, debido a que dio un giro drástico hacia las energías renovables y, eso sí, con controles de población rígidos y un gobierno central autoritario.
¿Provocador? No podíamos esperar menos de una científica sin pelos en la lengua que lleva más de diez años poniendo sobre la mesa el consenso científico en cambio climático y defendiendo que en torno al mismo no hay más confusión que la que siembran quienes se están lucrando con un modelo económico y energético que está haciendo “un daño tremendo”.
Rodeada de piedras de todos los colores y tamaños, la autora de Mercaderes de la duda (2008) ha charlado con EFE en su despacho de la Universidad de Harvard sobre qué podemos hacer para evitar el colapso de la civilización occidental.
‘El colapso de la civilización occidental’... ¿no temen espantar al lector con un título tan catastrofista?
Hemos escrito el libro y le hemos puesto ese título para crear la sensación de urgencia. Queremos ofrecer una foto de futuro del lugar a donde nos van a llevar los impactos del cambio climático. Pero el mensaje es: esto no tiene que suceder. No tenemos por qué continuar por un camino que nos lleva al colapso.
¿Cuánto tiempo necesitamos para desarrollar una solución tecnológica a gran escala para combatir el cambio climático?
Esa es la clave de por qué estamos en un momento crucial, porque si uno mira a lo largo de la historia, siempre que se ha producido un cambio tecnológico a gran escala han hecho falta 20 o 30 años, algunas veces menos, pero eso es lo más normal. La mayoría de los científicos diría que todavía tenemos esos 20 o 30 años, pero no tenemos más que eso. La transición tiene que estar hecha en 2050. Si empezamos con fuerza ahora, hay posibilidades de llegar a tiempo. Hemos perdido dos décadas en las que ya teníamos ciencia y evidencia suficientes para actuar.
Está muy optimista hoy.
(Risas) Va por días, tengo días más optimistas en los que creo que vamos a ser capaces de pasar a la acción y otros más negativos. Depende de como me levante.
¿Cree que será posible desarrollar esa solución tecnológica al cambio climático mientras la mayor parte de la investigación en temas de energía siga financiada por empresas petroleras y gasistas?
Claramente eso es un gran impedimento. Por eso la solución es que esas empresas tomen un camino diferente, y eso se lograría con una tasa de carbono. Así lanzas el mensaje claro de que los combustibles fósiles tienen que reflejar su verdadero costo y ser tan caros que la industria se vea obligada a diversificarse y a cambiar el modelo de negocio. En ausencia de una tasa de carbono y de la acción de los gobiernos, lo único que podemos hacer individualmente es no seguir apoyando una industria que sabemos que está haciendo un daño tremendo.
¿Piensa que va a ser posible instaurar esa tasa de carbono en Estados Unidos?
Sin duda. La razón por la que a veces soy optimista es porque a lo largo de la historia han pasado cosas que la gente nunca hubiera imaginado que fueran a pasar. Hay cosas que cambian más rápido de lo esperado cuando el panorama político cambia. Cada vez tienes a más economistas diciendo que instaurar esa tasa tiene todo el sentido.
¿Tiene la energía nuclear algún papel que desempeñar en la transición energética necesaria para combatir el cambio climático?
Es un tema complicado. Si me formulas la pregunta así, como “desempeñar un papel”, la respuesta es sí. Hay ciertas circunstancias en las que recurrir a la energía nuclear puede ser razonable, como es el caso de Francia. Ahora, ¿es el caso de Francia un modelo de éxito a seguir? Si hubiera solucionado el problema de los residuos, entre otros, quizá, pero en décadas no se ha encontrado esa solución ni parece que se vaya a encontrar pronto.
¿Cuál es su postura respecto a la revolución del gas no convencional?
Hostil. Acabo de concluir un informe para la Academia de Ciencias de Canadá sobre el gas no convencional y opino prácticamente igual que de la energía nuclear. Sobre el papel, podría desempeñar un papel en la transición energética, el problema es que no tenemos hoja de ruta para esa transición. El gas no convencional lleva asociado un incremento de combustibles fósiles y por lo tanto no resuelve el problema que tenemos, a no ser que exista un sistema de captura de emisiones, que hoy no tenemos.
¿Qué dice su informe de los riesgos del fracking?
Hemos analizado principalmente las emisiones que puede generar, la contaminación de acuíferos y el riesgo sísmico. Una conclusión general es que hay evidencia científica sustancial de los problemas que acarrea esta técnica, problemas de los que la industria ha hablado con poca sinceridad.
¿Por qué saben que la industria del fracking no es sincera?
Porque hay pruebas de que en los pozos donde se practica hay filtraciones, y además la industria lo sabe y lo ha sabido durante mucho tiempo, no es ningún secreto. El argumento de las grandes empresas es que llevan más de cien años perforando y saben cómo hacerlo. De acuerdo, pero si llevan un siglo siendo conscientes de un problema técnico y no han sido capaces de solucionarlo, ¿como pretenden que creamos que lo van a resolver mañana?
Hace poco tuvo un encuentro con el papa Francisco. ¿Es que cree que ya solo Dios puede salvarnos de los impactos del cambio climático?
Fue más una foto que un encuentro (risas). La Academia Pontífice de Ciencias reunió a varios científicos para conocer el estado de la ciencia del cambio climático. La ciencia no tiene que ver con la moral, pero el cambio climático tiene unos elementos intergeneracionales y de justicia que interesan a una institución como el Vaticano.
@CatyArevalo