El corazón, la consecuencia de una vida integral
La mala alimentación, el cigarrillo y la falta de ejercicio, principales factores que influyen en las enfermedades cardiovasculares. Expertos hablan sobre el efecto que causa la vida moderna.
marcela díaz sandoval
Las enfermedades del corazón se han vuelto tan comunes que actualmente no solo son tema de conversación en la Organización Mundial de la Salud sino en las reuniones familiares, con amigos y conocidos. Se estima que en la mayoría de los países de las Américas causan 1,9 millones de muertes al año, pero ¿qué ha hecho que esta cifra vaya en aumento día a día?
Para Arturo O’Byrne, médico cirujano y profesor de la cátedra de Medicina Alternativa de la Universidad Javeriana de Cali, el hecho de que las enfermedades crónicas y degenerativas estén azotando al planeta se debe a que la humanidad está en contra de los cuatro principios básicos que proponía la medicina griega como base fundamental de la salud: alimentación correcta, ejercicio, equilibrio entre cuerpo y mente (manejar bien las situaciones de conflicto y estrés) y el entorno ecológico.
“El ADN que tienen nuestras células es del paleolítico no del neolítico, por lo tanto, tendríamos que ubicarnos con lo que el hombre hacía y comía en ese período. La alimentación era lo que le entregaba la naturaleza: sus frutos, sus semillas, sus granos, las raíces y algo de comida animal, pero no éramos prioritariamente carnívoros. Hay que comer paisaje porque nuestro ADN espera que al menos el 70% de la dieta sea de origen vegetal”, agrega.
Por lo que está en desacuerdo con la alimentación del mundo moderno sustentando que no tiene nada que ver con lo que las células del ADN esperan. “Empezamos con cosas catastróficas como los alimentos mentirosos, el jugo de naranja que está lleno de colorantes, aditivos, saborizantes, químicos, y seguimos con una cantidad de cereales y azúcares que el cuerpo nunca pidió. Estamos comiendo cosas que no son comida”.
De acuerdo con O’Byrne “estamos consumiendo tanto cereal y azúcares que se suben los niveles de azúcar en la sangre y cuando esto pasa el páncreas dispara una hormona que se llama insulina, lo que produce los estados de hiperinsulinismo y el hecho de estar produciendo hiperglicemia, hiperinsulinemia tres y cuatro veces al día hace que se empiece a dañar el endotelio de los vasos sanguíneos. De ahí para adelante puede venir toda la cascada de enfermedades y de problemas que terminan en las cardiovasculares, porque lo primero que se daña es la parte interna de las arterias por esos picos de insulina y de glicemia”.
Afirmaciones con las que está de acuerdo Juan Carlos Santacruz, director ejecutivo de la Fundación Colombiana del Corazón al sustentar que “las razones fundamentales por las que el corazón se ha convertido en el primer asesino del mundo tienen que ver con que las personas cambiaron diametralmente su forma de relacionarse con el entorno entendiéndolo como alimentación y movimiento. En los últimos 50 años dejamos de apreciar en los alimentos sus propiedades y empezamos a relacionarnos con ellos de una manera prejuiciosa”.
Se refiere a que hoy la comida genera un montón de desarreglos nacidos del desbalance por la falta de conocimiento y la amplia oferta de comida rápida que ofrece el mercado. Lo que ha generado una importante predisposición de la gente a desarrollar lo que se denominan enfermedades no transmisibles asociadas con los estilos de vida.
“Estamos hablando de un estilo de vida con desbalance en la alimentación y con ausencia de movimiento, este es el principal factor por el que el corazón se enferma al punto de haberse convertido en una pandemia. Adquisición y desarrollo continuo de comportamientos sedentarios se complementan con un impacto muy significativo de humo de cigarrillo, que, en los últimos cincuenta años fue progresando (sólo en Bogotá se consumen diariamente cinco millones de cigarrillos) y estos no solo afectan al consumidor sino a todas las personas que están a su alrededor”, puntualiza.
Ambos expertos coinciden en que además de los factores anteriormente mencionados se suman elementos como la genética, las condiciones económicas y sociales, la manera en cómo nos relacionamos desde lo mental con la vida, con las otras personas y con el entorno. El cúmulo de condiciones y pensamientos negativos y de estrés también hacen que el corazón se enferme.
Alimentación
No existen alimentos buenos y malos, sino buenas y malas decisiones. “Comemos lo que comemos por un tema de afecto. Cuando uno va a algún lugar todo le huele a la abuela, al pueblo, al entorno, al hogar. Sería insensato decir que lo que la gente aprendió a comer tradicionalmente ahora es malo. Lo malo está asociado al desequilibrio: más porciones de las que necesito según mi actividad y no comer todos los grupos de alimentos”: Juan Carlos Santacruz, director ejecutivo de la Fundación Colombiana del Corazón.
Género
Aunque las enfermedades cardiovasculares no distinguen género, el porcentaje de mujeres que enferman y mueren del corazón creció abrumadoramente en los últimos 30 años, en gran parte porque siguieron desarrollando sus roles pero asumieron una carga laboral mucho más grande, además de los estereotipos que les exigen verse bien. Todo esto hace que haya una presión social sobre la mujer muy fuerte, que las ha llevado a desarrollar muchas más enfermedades que antes.
Las enfermedades del corazón se han vuelto tan comunes que actualmente no solo son tema de conversación en la Organización Mundial de la Salud sino en las reuniones familiares, con amigos y conocidos. Se estima que en la mayoría de los países de las Américas causan 1,9 millones de muertes al año, pero ¿qué ha hecho que esta cifra vaya en aumento día a día?
Para Arturo O’Byrne, médico cirujano y profesor de la cátedra de Medicina Alternativa de la Universidad Javeriana de Cali, el hecho de que las enfermedades crónicas y degenerativas estén azotando al planeta se debe a que la humanidad está en contra de los cuatro principios básicos que proponía la medicina griega como base fundamental de la salud: alimentación correcta, ejercicio, equilibrio entre cuerpo y mente (manejar bien las situaciones de conflicto y estrés) y el entorno ecológico.
“El ADN que tienen nuestras células es del paleolítico no del neolítico, por lo tanto, tendríamos que ubicarnos con lo que el hombre hacía y comía en ese período. La alimentación era lo que le entregaba la naturaleza: sus frutos, sus semillas, sus granos, las raíces y algo de comida animal, pero no éramos prioritariamente carnívoros. Hay que comer paisaje porque nuestro ADN espera que al menos el 70% de la dieta sea de origen vegetal”, agrega.
Por lo que está en desacuerdo con la alimentación del mundo moderno sustentando que no tiene nada que ver con lo que las células del ADN esperan. “Empezamos con cosas catastróficas como los alimentos mentirosos, el jugo de naranja que está lleno de colorantes, aditivos, saborizantes, químicos, y seguimos con una cantidad de cereales y azúcares que el cuerpo nunca pidió. Estamos comiendo cosas que no son comida”.
De acuerdo con O’Byrne “estamos consumiendo tanto cereal y azúcares que se suben los niveles de azúcar en la sangre y cuando esto pasa el páncreas dispara una hormona que se llama insulina, lo que produce los estados de hiperinsulinismo y el hecho de estar produciendo hiperglicemia, hiperinsulinemia tres y cuatro veces al día hace que se empiece a dañar el endotelio de los vasos sanguíneos. De ahí para adelante puede venir toda la cascada de enfermedades y de problemas que terminan en las cardiovasculares, porque lo primero que se daña es la parte interna de las arterias por esos picos de insulina y de glicemia”.
Afirmaciones con las que está de acuerdo Juan Carlos Santacruz, director ejecutivo de la Fundación Colombiana del Corazón al sustentar que “las razones fundamentales por las que el corazón se ha convertido en el primer asesino del mundo tienen que ver con que las personas cambiaron diametralmente su forma de relacionarse con el entorno entendiéndolo como alimentación y movimiento. En los últimos 50 años dejamos de apreciar en los alimentos sus propiedades y empezamos a relacionarnos con ellos de una manera prejuiciosa”.
Se refiere a que hoy la comida genera un montón de desarreglos nacidos del desbalance por la falta de conocimiento y la amplia oferta de comida rápida que ofrece el mercado. Lo que ha generado una importante predisposición de la gente a desarrollar lo que se denominan enfermedades no transmisibles asociadas con los estilos de vida.
“Estamos hablando de un estilo de vida con desbalance en la alimentación y con ausencia de movimiento, este es el principal factor por el que el corazón se enferma al punto de haberse convertido en una pandemia. Adquisición y desarrollo continuo de comportamientos sedentarios se complementan con un impacto muy significativo de humo de cigarrillo, que, en los últimos cincuenta años fue progresando (sólo en Bogotá se consumen diariamente cinco millones de cigarrillos) y estos no solo afectan al consumidor sino a todas las personas que están a su alrededor”, puntualiza.
Ambos expertos coinciden en que además de los factores anteriormente mencionados se suman elementos como la genética, las condiciones económicas y sociales, la manera en cómo nos relacionamos desde lo mental con la vida, con las otras personas y con el entorno. El cúmulo de condiciones y pensamientos negativos y de estrés también hacen que el corazón se enferme.
Alimentación
No existen alimentos buenos y malos, sino buenas y malas decisiones. “Comemos lo que comemos por un tema de afecto. Cuando uno va a algún lugar todo le huele a la abuela, al pueblo, al entorno, al hogar. Sería insensato decir que lo que la gente aprendió a comer tradicionalmente ahora es malo. Lo malo está asociado al desequilibrio: más porciones de las que necesito según mi actividad y no comer todos los grupos de alimentos”: Juan Carlos Santacruz, director ejecutivo de la Fundación Colombiana del Corazón.
Género
Aunque las enfermedades cardiovasculares no distinguen género, el porcentaje de mujeres que enferman y mueren del corazón creció abrumadoramente en los últimos 30 años, en gran parte porque siguieron desarrollando sus roles pero asumieron una carga laboral mucho más grande, además de los estereotipos que les exigen verse bien. Todo esto hace que haya una presión social sobre la mujer muy fuerte, que las ha llevado a desarrollar muchas más enfermedades que antes.