El coronavirus y la armonización con la madre tierra: Pensamientos desde casa, día 7
Hoy les comparto el llamado de las comunidades indígenas del mundo para que aprovechemos la cuarentena para preparar nuestra mente y nuestro espíritu pensando en una reconciliación con la naturaleza.
Nelson Fredy Padilla *
Armonía es una palabra que por estos días nos debiera llamar a la reflexión. No la armonía ligada a las pretensiones del mundo desarrollado actual, que tiene como prioridades el dinero, la fama y el bienestar personal como sea y entre más rápido mejor. No. Me refiero a la armonía de nuestra existencia como seres humanos en un planeta cuyo futuro depende, ahora más que nunca, de nuestra relación corporal y espiritual con la naturaleza.
Propongo el tema para esta cuarentena porque llevo bastantes años aprendiendo del significado de armonización para las comunidades indígenas de Colombia y, desde 2017, de todo el mundo. A través del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia) y con el apoyo del Observatorio contra la Discriminación Racial de la Universidad de los Andes, incluso de la Fundación Ford, he tenido el privilegio de conectarme con la sabiduría ancestral de América, África, Asia, Europa y Oceanía. (Le recomendamos otra nota de esta serie: El coronavirus y una clase de literatura).
He participado como profesor de escrituras creativas en tres talleres globales para líderes indígenas, uno en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde los kankuamos nos acogieron y enseñaron, y dos en el corazón del amazonas ecuatoriano, en la selva de Sarayaku, donde la comunidad kichwa nos recibió a orillas del río Bobonaza, ahora desbordado. Armonización es para ellos cumplir el mandato de la madre tierra de valorarla, respetarla y establecer con ella una relación de hijo que permita una subsistencia sostenible en cuerpo y alma personal y comunitaria.
En Colombia la cultura indígena que mejor conozco es la del pueblo Nasa del norte del departamento del Cauca, desde el año 2000 cuando fue exaltada con el Premio Nacional de Paz por su proyecto de vida integral en esas montañas a pesar del conflicto armado entre guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y fuerzas estatales. En medio de ese caos que tantas vidas les ha costado, su subsistencia está garantizada por un plan de desarrollo sostenible en el que cada persona trabaja para sí mismo y para los demás, teniendo como base la explotación básica y original de los recursos naturales no renovables. Armonía no es para ellos estar feliz en mi casa con mi familia. La armonía individual, construida desde el conocimiento de los sabios mayores, trasciende a la acción comunal remarcada en sus leyes como “armonización”. (Lea una crónica de viaje al mundo nasa).
Y en esa definición está la amplitud de su cosmogonía, el conocimiento heredado y compartido del universo, desde cómo sembrar y cosechar hasta la medicina tradicional. Incluye los rituales de diálogo con el sol, la luna, la lluvia, los árboles. Es la convivencia pacífica y constructiva que permite a todos vivir en la misma casa, la madre tierra. Probablemente en el norte del Cauca sea el cuarto taller global a finales de este año.
Trabajando con ellos desde el testimonio y la narrativa, incluido el documental, he entendido la necesidad imperiosa de que volvamos nuestros ojos y nuestra mente a lo que nos pueden enseñar en este trance global las culturas originarias. Los invito a un ejercicio de reconciliación con ellos, para pedirles perdón por el marginamiento, por la discriminación, por la violencia y ofrecerles una reivindicación histórica. Con su ayuda será más fácil y efectiva una reconciliación de la sociedad de consumo y de capitalismo desaforado que representamos con la naturaleza. Ese pacto, según ellos, puede ser parte de la refundación humanitaria de nuestra especie para detener la crisis climática y la aparición de nuevos virus y pandemias mundiales.
Este llamado a nosotros, sus “hermanos menores” como bien nos llaman, me llegó una vez más esta semana desde los colombianos resguardos del pueblo kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde hoy arden parte de sus bosques por un incendio, del Cauca de parte del cabildo indígena de Guambía, y de los cinco continentes a través de los más de 50 miembros de la red global de conexión indígena que nos mantiene informados y dispuestos incidir en la concientización del resto de la humanidad.
@NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com
* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.
Armonía es una palabra que por estos días nos debiera llamar a la reflexión. No la armonía ligada a las pretensiones del mundo desarrollado actual, que tiene como prioridades el dinero, la fama y el bienestar personal como sea y entre más rápido mejor. No. Me refiero a la armonía de nuestra existencia como seres humanos en un planeta cuyo futuro depende, ahora más que nunca, de nuestra relación corporal y espiritual con la naturaleza.
Propongo el tema para esta cuarentena porque llevo bastantes años aprendiendo del significado de armonización para las comunidades indígenas de Colombia y, desde 2017, de todo el mundo. A través del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia) y con el apoyo del Observatorio contra la Discriminación Racial de la Universidad de los Andes, incluso de la Fundación Ford, he tenido el privilegio de conectarme con la sabiduría ancestral de América, África, Asia, Europa y Oceanía. (Le recomendamos otra nota de esta serie: El coronavirus y una clase de literatura).
He participado como profesor de escrituras creativas en tres talleres globales para líderes indígenas, uno en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde los kankuamos nos acogieron y enseñaron, y dos en el corazón del amazonas ecuatoriano, en la selva de Sarayaku, donde la comunidad kichwa nos recibió a orillas del río Bobonaza, ahora desbordado. Armonización es para ellos cumplir el mandato de la madre tierra de valorarla, respetarla y establecer con ella una relación de hijo que permita una subsistencia sostenible en cuerpo y alma personal y comunitaria.
En Colombia la cultura indígena que mejor conozco es la del pueblo Nasa del norte del departamento del Cauca, desde el año 2000 cuando fue exaltada con el Premio Nacional de Paz por su proyecto de vida integral en esas montañas a pesar del conflicto armado entre guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y fuerzas estatales. En medio de ese caos que tantas vidas les ha costado, su subsistencia está garantizada por un plan de desarrollo sostenible en el que cada persona trabaja para sí mismo y para los demás, teniendo como base la explotación básica y original de los recursos naturales no renovables. Armonía no es para ellos estar feliz en mi casa con mi familia. La armonía individual, construida desde el conocimiento de los sabios mayores, trasciende a la acción comunal remarcada en sus leyes como “armonización”. (Lea una crónica de viaje al mundo nasa).
Y en esa definición está la amplitud de su cosmogonía, el conocimiento heredado y compartido del universo, desde cómo sembrar y cosechar hasta la medicina tradicional. Incluye los rituales de diálogo con el sol, la luna, la lluvia, los árboles. Es la convivencia pacífica y constructiva que permite a todos vivir en la misma casa, la madre tierra. Probablemente en el norte del Cauca sea el cuarto taller global a finales de este año.
Trabajando con ellos desde el testimonio y la narrativa, incluido el documental, he entendido la necesidad imperiosa de que volvamos nuestros ojos y nuestra mente a lo que nos pueden enseñar en este trance global las culturas originarias. Los invito a un ejercicio de reconciliación con ellos, para pedirles perdón por el marginamiento, por la discriminación, por la violencia y ofrecerles una reivindicación histórica. Con su ayuda será más fácil y efectiva una reconciliación de la sociedad de consumo y de capitalismo desaforado que representamos con la naturaleza. Ese pacto, según ellos, puede ser parte de la refundación humanitaria de nuestra especie para detener la crisis climática y la aparición de nuevos virus y pandemias mundiales.
Este llamado a nosotros, sus “hermanos menores” como bien nos llaman, me llegó una vez más esta semana desde los colombianos resguardos del pueblo kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde hoy arden parte de sus bosques por un incendio, del Cauca de parte del cabildo indígena de Guambía, y de los cinco continentes a través de los más de 50 miembros de la red global de conexión indígena que nos mantiene informados y dispuestos incidir en la concientización del resto de la humanidad.
@NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com
* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.