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Después de décadas en la medicina forense, en la voz del español Francisco Etxeberria Gabilondo aún se escucha la pasión que siente por su profesión y su compromiso con la construcción de memoria. El Centro Nacional de Memoria Histórica lo invitó a que diera una charla acerca de su trabajo sobre la guerra civil española y la dictadura franquista. En diálogo con El Espectador, el forense habló de algunas de sus investigaciones emblemáticas y de Colombia, país por el que se siente influenciado.
¿Cuál ha sido su trabajo alrededor de la guerra civil española y la dictadura franquista?
Todo empezó por las fosas, a partir del año 2000. La existencia de enterramientos clandestinos en toda la geografía española. Era gente asesinada. Yo estuve en la primera exhumación que se hizo con una metodología científica en España, en Priaranza del Bierzo. Allí encontramos 13 civiles que fueron asesinados en el contexto de la guerra. Desde entonces hemos recuperado 8.500 esqueletos en más de 350 fosas comunes.
¿Qué circunstancias personales lo llevaron a intervenir en el pasado de su país?
En mi familia hubo gente que estuvo en ambos lados de la guerra civil. Tenía familiares que vivían en el exilio en Francia, que era un país libre y progresista, y yo vivía a 16 kilómetros de ellos. La diferencia mental, de organización y visión del mundo que había con mis primos, era abismal. Yo venía de un país con una dictadura, donde se había producido una involución y no un avance como se daba en Europa. Supongo que eso justifica que yo mostrara un interés en ese pasado. Bueno, hay conflictos más recientes que me han afectado, en el País Vasco, sobre todo, donde yo vivo. Han seguido ocurriendo cosas terribles y esas las he vivido en directo, ya no es una cuestión de mis padres, es mi asunto. Cualquiera de los esqueletos que sacamos de una fosa en España... Digo, yo podría haber corrido ese mismo destino desgraciado y trágico.
¿Cómo fue su primera visita a Colombia?
En mí hay una influencia poderosa de Colombia, yo vine hace más de 20 años. En esta misma Universidad Nacional se organizó un congreso internacional que me permitió escuchar a las fuentes implicadas, instituciones, asociaciones de víctimas, el DAS, el Ejército. Yo lo que notaba en aquellas fechas era que había un reproche de unos contra otros. Sin embargo, en el transcurso de estos 20 años veo que la gente se está empezando a poner de acuerdo y que en el punto central están las víctimas, las familias.
¿Y de su trabajo en Chile, sobre la dictadura de Augusto Pinochet?
Chile está dando un ejemplo al mundo, los poderes públicos piensan que hay que revisar su pasado. Está en el honor del país tomárselo en serio. Por eso hoy se reconocen 37.000 torturados, porque hubo una comisión oficial y lo que hizo fue generar información con formalidades. Hay 37.000 torturados, eso no es discutible, el que diga que es mentira es como si negara el nazismo en Alemania.
En el caso del cantante Víctor Jara, asesinado durante la dictadura chilena, ¿qué conclusiones obtuvo su equipo de trabajo?
Algo que quizá se sabía pero que ahora se soporta en una documentación pericial hecha en el siglo XXI, con criterios democráticos. Lo que sabemos es que le dieron un disparo en la cabeza, en la parte posterior, con el que lo mataron después de haber sido torturado, lo ametrallaron y lo dejaron en la calle, tratando de aparentar que podía haber sido un enfrentamiento armado. Una vulgaridad que se hizo con otros casos. Eso, junto a otros elementos de prueba, afianza una verdad que tenemos que creer, frente a lo que quisieron decir, ocultar o engañar las fiscalías militares que eran las que investigaban esto.
¿El presidente de Chile Salvador Allende se suicidó ese 11 de noviembre de 1973?
Yo creo que sí. Lo digo porque participé en el equipo pericial y estábamos todos de acuerdo en una situación que para unos puede aparentar ser muy poco heroica, aunque yo creo lo contrario. Salvador Allende, a lo largo de la mañana del día de su muerte, hace muchas gestiones y se da cuenta de que está bastante solo. Llega un momento en que dice: “Vamos a entregarnos”, y ordena que abandonen el edificio. Se suponía que sería el último en salir. Y se suicidó. Lo hizo porque era el último refugio que le quedaba. En ese momento de la mañana, el único lugar en el que se puede refugiar es en el suicidio. Si se entregaba no sé qué hubiera pasado, pero yo creo que Salvador Allende murió siendo el presidente constitucional de Chile, por lo tanto me molesta cuando en los medios de comunicación se habla de él como el expresidente de Chile. No, fue presidente hasta el último momento de su vida.
¿Para usted qué significa haber investigado casos tan emblemáticos en la historia latinoamericana?
Para mí es un honor, hablando de Salvador Allende y Víctor Jara, y también del poeta Pablo Neruda, caso que estamos estudiando en este momento. Puedo recordar algunas de esas canciones del mismo Jara, algunos de esos títulos de Neruda, algunos de los discursos de Allende. En la parte más simbólica estaría quizás esa canción Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara, donde en un momento dice que la vida es eterna en cinco minutos. Los últimos cinco minutos de Víctor Jara, ¿cómo fueron? ¿Cómo fueron los cinco minutos de Allende, cuando ya los estaban abandonando sus compañeros, su médico personal? ¿Cómo fueron los últimos cinco minutos de Pablo Neruda, cuando estaba en la clínica? ¿Cómo los últimos cinco minutos de cualquier persona que sufre o que tiene un éxito? ¿Cómo, los cinco minutos cuando lloras o cuando amas? Ahí está la canción de Víctor Jara: “La vida es eterna en cinco minutos, para bien y para mal”.
¿En qué va el trabajo que están haciendo sobre la muerte del premio nobel Pablo Neruda?
Ahí existía una hipótesis que era el envenenamiento. Eso lo analizamos y concluimos que no había ninguna razón para pensar en envenenamiento con ningún tóxico. Pero así llegamos a otra hipótesis y es que ese “envenenamiento” fue a base de gérmenes. El próximo año se despejará la duda de si realmente tiene sentido o no la tesis de que Pablo Neruda “fue envenenado” con la inyección de gérmenes –es decir, una infección rápida– y en pocas horas murió. Porque eso es un dato histórico cierto. Entonces eso da motivo para pensar en esta hipótesis, que es la que estamos estudiando.
¿Y sobre su trabajo con base en los restos del autor de “El Quijote”, Miguel de Cervantes?
Ha sido una investigación que no ha salido redonda porque no hemos encontrado el esqueleto individualizado. Pero nosotros sostenemos que hemos encontrado el conjunto de cuerpos en el cual está Cervantes. Él fue una de las primeras personas en morir y ser enterradas en aquella iglesia en 1616. Lo que hicimos fue escarbar en el subsuelo de la iglesia y, a la mayor profundidad, qué nos salió: una caja de madera con un montón de trozos de huesos traídos de otro sitio, donde la distribución del sexo y la edad que sí sabemos de los 16 muertos coincide plenamente. El problema es que están triturados, muy mal conservados, con mucha humedad. De tal manera que decimos que no hemos encontrado a Cervantes sino al conjunto de esqueletos entre los cuales está el de Cervantes. La conclusión puede parecer un poco pobre, pero ha servido también para realzar el valor de Cervantes y su obra.
¿Cómo llegó a uno de los casos de “falsos positivos” de Soacha, en Colombia?
Fui invitado por el grupo Equitas, que trabaja en materia de antropología forense y de derechos humanos. Me exhibieron dos informes de autopsia que hablaban del mismo caso: yo me asombraba de la no coincidencia que había entre un informe y otro, y la no coincidencia con las fotos que estaban aportadas en los informes. Entonces lo que me pidieron fue elaborar un informe, un tercer informe. No fue tan grandioso lo que yo hice, simplemente fue decir: “En un informe se tienen estos datos, en otro informe se tienen estos otros datos, y de las fotografías se derivan también otras opiniones sobre las interpretaciones de las trayectorias de los disparos, etc.”. Así llegué a ese falso positivo y hay más casos así esperando, ya lo sé.
¿Qué tan determinante fue su intervención en ese proceso?
Lo fue. Luego estaba el proceso judicial, la audiencia, el momento en el que hay que exponer las pruebas, y ahí te puedes equivocar, te puede temblar la voz, te pueden salir las cosas bien o mal. Yo, afortunadamente, pude explicarme con toda extensión.
¿Está preparada Colombia en las ciencias forenses frente a lo que se vendría con la firma de una acuerdo de paz?
Está muy bien. El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Bogotá, que yo conocí hace 20 años, es un lugar de referencia y de reconocimiento internacional. Yo puedo decir que es uno de los mejores institutos de Latinoamérica. Al menos en Bogotá tienes toda una infraestructura técnica y humana para hacer lo que se quiera en el campo de la investigación criminal o forense. Los profesionales tienen una experiencia que no tienen en otros lugares del mundo, desgraciadamente quizá, porque han acumulado experiencia con base en las proporciones de los casos que han visto.