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El legado de Agustín Codazzi

El próximo sábado se cumplirán 150 años de la muerte del cartógrafo más importante del país.  Sus aportes fueron vitales para la evolución tecnológica de la geografía colombiana.

Diego Alejandro Alarcón R.
04 de febrero de 2009 - 11:00 p. m.

Quizá Agustín Codazzi nunca imaginó que la cartografía, a la que dedicó los mejores años de su vida y la que lo matriculó en los anales científicos de Colombia, se pudiera hacer a larga distancia.

Hoy los caminos que aquel italiano recorrió a caballo y con instrumentos de medición precarios, pero vanguardistas en la mitad del siglo XIX, han sido reemplazados por cámaras aéreas de alta resolución, esquemas digitales y hasta por información captada desde satélites en el espacio. La cartografía se trasladó de los campos a los cielos, a los laboratorios de procesamiento de imagen y a los computadores.

Sin embargo, su título de pionero no se pone en duda, si Colombia encontró hasta dónde se extienden sus dominios terrestres fue gracias a él. Tanto, que en homenaje a su trabajo ilustre, actualmente el ente que se encarga en forma oficial de todos los asuntos relacionados con la geografía nacional, hace honor a su nombre: Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), un centro al que asisten desde abogados y geógrafos, hasta niños que visitan sus museos.

De la guerra a los mapas

En batalla era un artillero de respeto, había luchado bajo la tutela de Napoleón Bonaparte durante la serie de conflictos e invasiones bélicas con las que se pretendía expandir por toda Europa las consignas de la Revolución Francesa y su naciente imperio.

En ese período de comienzos del siglo XIX, que la historia catalogaría con el nombre de ‘Guerras Napoleónicas’, Agustín Codazzi apenas alcanzaba los 20 años y en su destino todavía no se vislumbraba el promisorio futuro que tendría como cartógrafo. Para entonces, sus expectativas se arrinconaban en las trincheras y se reservaban para el tronar de los cañones.     

La derrota de las ambiciones de Napoleón lo catapultaron hacia otras latitudes. Deambuló por varias ciudades del Viejo Continente y finalmente recaló en Latinoamérica, impulsado por los rastrojos románticos de la revolución y por el olor bélico que se respiraba luego de que la corona española intentara reconquistar la América que habían perdido en las justas por la independencia.

Su gallardía en los campos de batalla lo llevó a codearse con las altas esferas de la milicia criolla, en las que entabló una amistad sólida con el general José Antonio Páez, el mismo que en 1829, cuando iniciaba el proceso de la separación de la Gran Colombia, le ordenara levantar un mapa de la República de Venezuela que permitiera determinar, además de los confines de su jurisdicción, las características físicas del territorio y los datos estadísticos de sus pobladores.


Esta misión, ordenada y pensada desde la lógica militar, paradójicamente fue la que descubrió en Codazzi los talentos que lo llevarían a ocupar un lugar selecto en la historia patria y que lo sacarían de los campos de batalla. Comenzó a destacarse como geógrafo y cartógrafo, y fue justamente su reputación la que hacia 1849 despertó el interés del entonces gobernante de la Nueva Granada (Colombia), Tomás Cipriano de Mosquera, quien lo contactó para concretar una labor similar a la que había llevado a cabo en Venezuela.

Codazzi aceptó y al año siguiente, cuando José Hilario López había asumido la presidencia, emprendió la llamada ‘Expedición Corográfica’, un ambicioso proyecto con el que se pretendía recorrer palmo a palmo el territorio nacional, no sólo para esbozar un mapa, sino para conocer a sus habitantes, su idiosincrasia, los ríos, las montañas, los senderos, los cuarteles militares y, sobre todo, los suelos apropiados para el cultivo.

Lo acompañaron ilustradores, quienes con sus acuarelas plasmaron las memorias de la expedición, y la pluma de Manuel Ancízar: el célebre político y escritor se encargó de relatar para las generaciones futuras los pormenores del viaje.

No fue una tarea sencilla. Recorrer al galope la vastedad de la agreste geografía colombiana era por obligación una tarea proyectada a un plazo tan largo, que la vida no le alcanzaría a Codazzi para culminarla. Murió el 7 de febrero de 1859, nueve años después de partir y de haber delimitado y definido geográficamente la faja central del territorio, justo cuando su itinerario había comenzado a seguir las brújulas hacia el norte del país. Falleció en el departamento del Cesar, en un municipio llamado Espíritu Santo y del Pueblo, rebautizado desde entonces con el nombre de Agustín Codazzi en honor al consagrado cartógrafo.

Para aquella época, el italiano ya había discriminado los suelos de acuerdo a su posibilidad de ser o no cultivados y abierto la puerta para que las cosechas comenzaran a ser parte de la economía nacional, al experimentar alternativas diferentes al tabaco. 

Codazzi tecnológico

Actualmente, en un hangar reservado en la base militar de Catam, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi dispone de un pequeño avión cuya labor consiste en surcar los cielos para fotografiar el suelo. La aeronave ha captado imágenes de todo el país utilizando una cámara digital de alta resolución que es un verdadero monstruo. Fue adquirida en 2007 y su tamaño es parecido al de un computador. La componen ocho lentes, cuatro de ellos registran la imagen en blanco y negro, tres se encargan de colorearla y uno de tomar la vista en modo infrarrojo.

Los lentes confeccionan una imagen capaz de ser ampliada varias veces sin deteriorarse consiguiendo un detalle tan definido, que a partir de una fotografía tomada a varios miles de pies de altura se puede llegar a ver de cerca las fachadas de las zonas urbanas y los reductos montañosos en los campos abiertos.

Por medio de un software y visores de tercera dimensión se calculan las variaciones del terreno y basados en los registros, un equipo de técnicos se encarga de identificar su relieve .


No obstante, las aplicaciones de estos métodos van más allá de mejorar la elaboración de mapas. El hecho de poder supervisar de manera tan detallada el territorio tiene múltiples aplicaciones catastrales relacionadas con el establecimiento de los límites de las propiedades privadas y de estudios de los suelos en los que se planea ejecutar obras de ingeniería.

Pero el uso de herramientas tecnológicas no para aquí. El Estado colombiano paga servicios satelitales a países extranjeros para que capturen diversos puntos del territorio, refuercen la precisión de los datos y ofrezcan además información climática. “Tenemos planeado lanzar al espacio nuestro propio satélite en 2011”, asegura Iván Darío Gómez, director del IGAC, sugiriendo que en cerca de dos años el Instituto podrá tener mejores registros y una información más completa.      

Con estos dispositivos, y los proyectos futuros, las expediciones corográficas de Codazzi podrían lucir como una pérdida exagerada de tiempo, pero ha de tenerse en cuenta que es gracias al legado que dejó el militar italiano que la geografía y la cartografía nacional se encuentran en su punto actual.

Las memorias de Codazzi

El 12 de julio de 1793, en la ciudad de Lugo, Italia, en medio de la convulsión creada por la Revolución Francesa, nació el geógrafo, cartógrafo y general de Colombia y Venezuela Agustín Codazzi.

A pesar de que su padre quería que estudiara leyes, las hazañas de Napoleón Bonaparte hicieron que Codazzi ingresara muy joven a la escuela militar, donde se formó como suboficial de Artillería.

Después de la caída de Napoleón su vida cambió de rumbo y luego de dedicarse por varios años al comercio, siguiendo los pasos de su padre, terminó integrando una Comisión Corográfica que vino a Colombia.

Por Diego Alejandro Alarcón R.

 

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