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El mercurio y sus efectos para la salud

Un estudio reciente muestra que ingerir este metal pesado en pequeñas concentraciones y de manera prolongada puede cambiar la estructura de las arterias.

Redacción Vivir
28 de mayo de 2013 - 10:46 p. m.
La exposición al mercurio de mujeres embarazadas puede llevar a malformaciones del feto. / 123 rf
La exposición al mercurio de mujeres embarazadas puede llevar a malformaciones del feto. / 123 rf

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Lo que hace unos años era rumor de científicos y médicos, cada vez tiene más solidez: ingerir mercurio, principalmente en alimentos contaminados, en el agua e incluso en el aire, tiene graves efectos para la salud.

Expertos de la Red Española de Investigación Cardiovascular acaban de demostrar que la administración prolongada de pequeñas concentraciones de este metal es capaz de cambiar la estructura de las arterias.

De acuerdo con el estudio, publicado en la revista Toxicology and Applied Pharmacology, los cambios arteriales se producirían por la disminución del tamaño y el aumento del número de uno de los principales tipos de células vasculares: las células musculares lisas.

Según constataron los científicos en su estudio, la exposición a bajas dosis de mercurio aumenta los niveles de dos proteínas: la ciclooxigenasa-2 y la NADPH Oxidasa.

La relevancia de los hallazgos reside en el mayor conocimiento de los mecanismos que pudieran ser responsables del efecto que la exposición prolongada a mercurio (incluso en bajas dosis) pueda tener sobre el sistema cardiovascular.

De hecho, apoyados en distintos trabajos epidemiológicos, los autores señalan que el mercurio podría ser un factor de riesgo ambiental para enfermedades cardiovasculares, produciendo hipertensión, enfermedad coronaria, disfunción renal, aterosclerosis e infarto de miocardio.

Pero varias han sido las advertencias que se han lanzado a la comunidad internacional sobre cómo este metal puede afectar al ser humano. En 1997, la Agencia para la Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), alertó al Congreso de su país de que “exposiciones accidentales a altas concentraciones de vapores de mercurio generan efectos en una amplia variedad de funciones cognitivas, sensoriales, motoras y de la personalidad”.

Lo mismo le dijo el Programa Internacional de Seguridad de Sustancias Químicas a Naciones Unidas en 2002 y lo siguió un informe de 2010 del Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en el que se menciona que “el mercurio puede ser mortal en grandes cantidades, pero incluso en dosis relativamente bajas puede afectar gravemente el desarrollo de sistemas nerviosos”. También, que el feto, el recién nacido y los niños pequeños son particularmente vulnerables, que el riñón es un órgano crítico y que la tiroides puede acumular la sustancia tóxica hasta modificar la producción de enzimas.

Al respecto, Jesús Olivero-Verbel, director del doctorado en toxicología ambiental de la Universidad de Cartagena, le dijo a El Espectador que, investigando los efectos del consumo de pescado contaminado por mercurio en tres municipios mineros de Bolívar (La Raya, Montecristo y Achí), encontró que “las personas empiezan a tener temblores en las manos, pierden la memoria, sufren una disminución de su coeficiente intelectual y tienen dificultad para concentrarse. Además, no distinguen colores, su campo visual se reduce, suelen desarrollar alergias y, a veces, experimentan problemas neurológicos severos. También puede causar malformaciones de fetos si las mujeres embarazadas están expuestas a él”.

Recientemente, la OMS (Organización Mundial de la Salud) catalogó al mercurio y a los compuestos mercuriales como uno de los diez grupos de productos químicos con mayores repercusiones en la salud pública, por lo que, según manifiesta el organismo, “son necesarias más medidas para evitar sus repercusiones negativas en la salud”.

Para el caso de Colombia, la legislación apenas está avanzando. El 9 de mayo se llevó a cabo una audiencia pública para aprobar un proyecto de ley que permitiría la regulación del uso del mercurio, sobre todo en la minería. Sin embargo, las medidas son tardías teniendo en cuenta que esta sustancia fue, probablemente, la primera en recibir reconocimiento mundial como contaminante ambiental, después de que entre 1949 y 1953 unas 20 toneladas fueran vertidas en la bahía de Minamata, Japón, y dejaran 111 víctimas mortales, 400 casos de problemas neurológicos y decenas de niños recién nacidos con malformaciones.

Con información de Agencia SINC

Por Redacción Vivir

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