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El Opus Dei en Colombia

Más de dos mil colombianos pertenecen a esta congregación, que busca acercar a las personas a Dios. Su radicalismo espiritual  es criticado por algunos, sin embargo, sus miembros se enorgullecen de la obra social  que realizan.

Mariana Suárez Rueda
27 de septiembre de 2008 - 12:53 a. m.
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Sergio González, un respetado arquitecto bogotano egresado de la Universidad Nacional y padre de 12 hijos, ingresó al Opus Dei cuando apenas era un adolescente. Su madre le enseñó las bondades que ella había encontrado en esta institución de la Iglesia y le insistió tanto en que asistiera a las actividades de la obra, que Sergio terminó enamorándose de la congregación y enviando una carta al Vaticano, al prelado en Roma, solicitando su ingreso. Seis meses tuvo que esperar para que le notificaran formalmente que había sido aceptado.

Aunque se sentía orgulloso de haber encontrado un camino para entablar una relación más cercana con Dios, prefería no mencionar, a menos de que se lo preguntaran, que era miembro del Opus Dei, una institución que trajo al país en 1951 el sacerdote y abogado Teodoro Ruiz. La razón: los comentarios que se escuchaban en contra de la congregación, considerada por muchos la extrema derecha de la Iglesia Católica, y los rumores que existían sobre prácticas secretas de los miembros del Opus, al que algunos incluso calificaron de secta. De hecho Sergio tuvo que vivir de cerca el rechazo de uno de sus colegas cuando era profesor de la Nacional, quien tan pronto se enteró que pertenecía al Opus, dejó de hablarle.

Sin embargo, Sergio asegura que él y su familia respetan las opiniones y posiciones de otros que no comparten su forma de vivir, actuando bajo los principios del Santo Padre y de la Iglesia. Al punto que ha optado, junto a su esposa Graciela, por darles libertad a sus hijos para que pertenezcan o no a la obra. “Sólo Isabel, la mayor, quiso ser numeraria”, cuenta Sergio. Esta categoría, a lo que sólo pertenecen aquellas personas que demuestran tener una vocación de servicio a Dios, significa renunciar a la vida ordinaria y dedicarse por completo al Opus Dei.

Los numerarios viven en las casas que tiene la congregación, deben donar todos sus ingresos y estar dispuestos a trasladarse a diferentes ciudades y a ejercer funciones de acuerdo con las necesidades del Opus. Los hombres y las mujeres numerarios no comparten nunca el mismo espacio, pues aunque no lleven hábito son célibes y “deben evitar las tentaciones”. Además, algunos numerarios aseguran que no necesitan estar juntos, pues están unidos en la figura de monseñor Hernán Salcedo, vicario regional del Opus. Con el paso del tiempo algunos han descubierto que su vocación es otra y se han visto obligados a salirse. Después de un tiempo prudencial, aquellos que así lo deseen pueden regresar, esta vez como supernumerarios.

Se trata de otra de las categorías del Opus Dei, conformada por personas casadas y con hijos, como Sergio y su esposa, que deciden seguir las directrices de esta institución y llevar una vida cristiana. Esto significa que asisten por lo menos una vez al año a una convivencia y a retiros espirituales. Además, deben ir a misa todos los domingos y los días en los que conmemoran una fecha especial y comulgar. Algunos supernumerarios, como los González, rezan el rosario después de almorzar; otros lo hacen antes de acostarse o por la mañana. Adicionalmente cuentan con la asesoría de un sacerdote, que los confiesa y guía en la educación de sus hijos y en su relación de pareja.

Generalmente las familias que pertenecen al Opus son numerosas, pues no utilizan métodos de planificación, tal como lo establece la Iglesia. Sin embargo, Graciela confiesa con picardía que siempre había soñado con ser madre de 12 hijos, antes de siquiera ingresar a la congregación.


Los jóvenes del Opus

Desde pequeños, los hijos de los supernumerarios pueden asistir a la programación social, cultural y espiritual. Para ello hay destinadas diferentes casas, de acuerdo con el género y la edad, en las que reciben asesoría espiritual, asisten a jornadas de estudio y a clases de pintura, manualidades y cocina, entre otras. Cada una de estas actividades es guiada por las numerarias, que están en constante interacción con los padres de familia, quienes también asisten periódicamente a charlas sobre valores y formación espiritual en el hogar.

Aunque usualmente a estas casas asisten quienes estudian en los colegios del Opus Dei, como los  Gimnasios Iragua o los  Cerros, también hay niños de instituciones como el Liceo Francés, en donde no se enseña religión, que se vinculan a estas actividades motivados por el deseo de sus padres. Algunos de estos jóvenes deciden dedicar su vida a esta congregación y enviar, desde muy jóvenes, su solicitud de ingreso al Vaticano. Otros, en cambio, sienten que no están preparados para vivir de una forma tan disciplinada y siguiendo parámetros muchas veces demasiado estrictos.

Lo cierto es que un gran número de padres del Opus Dei han terminado comprobando, como los González, que el mejor camino para que sus niños se vinculen con esta institución es dándoles la libertad de decidir qué tanta importancia debe tener Dios en sus vidas. Una fórmula que casi nunca les falla.

Instituciones y programas sociales

Universidad de la Sabana

Instituto de Alta Dirección Empresarial en Chía, Cundinamarca.

Centro de Encuentros Sacerdotales con actividades en Medellín, Manizales, Cartagena, Barranquilla y Cali.

Colegios: Gimnasios de los Cerros e Iragua en Bogotá, Colegio Tacurrí para niñas y Juanambú para varones en Cali, Gimnasio Los Alcázares y Pinares en Medellín, Secretariado Social de Soacha y Tundama en el barrio La Estrada en Bogotá, entre otros.

Clubes Juveniles: Delta, Yari y Monte Verde en Bogotá, Timonel en Medellín y Quimbaya en Manizales.

Para obreros y empleados: Centro Deportivo La Cantera en Bogotá, brigadas de promoción social en Navarro (Cali) y Lomarena (Barranquilla) entre otros.

Para campesinos y mujeres: la Asociación para la Promoción Rural en Machetá (Cundinamarca), la Escuela Familiar Agropecuaria del Valle de Tenza, el Centro de Formación para la Mujer La Casona en Silvania (Cundinamarca) y el Alto en La Ceja (Antioquia).

Para mujeres del servicio doméstico: Centro de Formación Norte en Bogotá, la Cuest en Medellín, Guicarí en Barranquilla, Piedralar en Manizales y Sué en Cali.

Por Mariana Suárez Rueda

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