"Estamos ante un nuevo ser humano"
Tras 15 años de investigación, el psiquiatra Guillermo Carvajal concluyó que la mente de niños y adolescentes sufrió un cambio estructural. Sus relaciones afectivas se transformaron y ahora son más arriesgados y vulnerables. ¿Qué está sucediendo?
Mariana Suárez Rueda
Jean Paul, de ocho años, entra entusiasmado al consultorio. No ve la hora de mostrarle a su psiquiatra el nuevo video de internet que circula entre sus amigos. Se trata del cuento de Ricitos de Oro, pero totalmente modificado. Los diálogos están llenos de palabras y expresiones soeces y en una de las escenas un castor abusa sexualmente de la pequeña niña.
Karla, de once años, acude al mismo lugar porque fue expulsada del colegio y sus padres no saben qué hacer. Con picardía mira al psiquiatra y le dice que no entiende por qué tanto alboroto, si lo único que hizo fue revender unas pastillas de éxtasis entre sus compañeras, pero jamás se atrevió a consumir ninguna.
Contrario a los casos anteriores, Alicia, de 12 años, llega preocupada. No sabe cómo resolver el problema que la aqueja. Su novio se peleó con su novia y está en el dilema de a cuál de los dos elegir, si a él o a ella. Brenda, de 13 años, abre la puerta del mismo consultorio con una sonrisa. Está feliz porque el día anterior le dio derechos sexuales especiales a un amigo cercano. No son novios y no tienen ningún compromiso salvo el mutuo acuerdo de satisfacer los deseos del otro.
Durante casi dos décadas el psiquiatra y psicoanalista Guillermo Carvajal ha escuchado en su consultorio casos como estos, pero en los últimos cinco años ha notado un cambio estructural en la mente de niños y adolescentes. ¿Qué está sucediendo? Para encontrar respuestas repasó las historias clínicas de sus pacientes y comenzó una investigación que concluyó con la publicación del libro Prioridad: pervertir a los niños, que se lanza este jueves en Bogotá y que busca poner a reflexionar a padres, maestros, autoridades y a los mismos menores de edad.
Lo que encontró este profesor universitario, fundador del Instituto Colombiano de Psicoterapia Integral, “es que los infantes y jóvenes están cada vez más desprovistos de las cosas que consideramos importantes en nuestra crianza. Son más rebeldes, incrédulos, curiosos, sin límites en su conocimiento, con una percepción compleja que les permite realizar con éxito varias actividades al mismo tiempo”.
Sin embargo, dice con preocupación, asimismo han desarrollado una tendencia brutal a la acción sin pensamiento, con gran osadía y sin medir las consecuencias. Su mente, asegura, “es una especie de mezcla entre máquina y persona y la computadora juega un papel primordial”. Además han encontrado nuevas maneras de mirar la realidad y la sexualidad. Todo está permitido.
Aunque de lo descrito se desprenden aspectos maravillosos, como su habilidad para desenvolverse, aprovechar la tecnología y aprender cualquier cosa con facilidad, también puede llevarlos a situaciones peligrosas de no retorno. Carvajal llegó a la conclusión de que estamos ante un nuevo ser humano, que se caracteriza por su bajo nivel de frustración y por estar propenso a autodestruirse. Es egoísta, abandonó cualquier forma de espiritualidad y su manera de relacionarse con otros es diferente.
No busca el compromiso, sino la satisfacción inmediata de los deseos, la sexualidad cruda y desafectada y por eso los noviazgos, por ejemplo, están siendo reemplazados por relaciones espontáneas basadas en el sexo. “A esto se suma un marcado rechazo a la escuela, un constante aburrimiento e infelicidad. Y, advierte Carvajal, como experto en la conducta humana no puedo quedarme callado ante estos fenómenos”.
La explicación a lo que está sucediendo es compleja, pero principalmente se basa en el consumismo desmedido, en la sobreestimulación que están recibiendo constantemente de la publicidad, la internet y la televisión, en la ansiedad que experimentan de tener que comprar cosas y poseer el último dispositivo, celular o atuendo, de estar conectados todo el tiempo sin ningún límite.
La llamada generación net es brillante, pero terriblemente vulnerable, influenciable. La escuela ha hecho bien en transformar sus modelos represivos por una educación amorosa, que no frustra. Pero es vital que padres y maestros tomen conciencia del impacto del consumismo desmedido y se vuelvan más prácticos. Finalmente, concluye Carvajal, “que no olviden que hoy a nuestros niños y jóvenes les sobra la información, lo que hace imperativo organizarla para que les sea útil y productiva y encuentren en ella valores agregados que aporten a su formación como seres humanos”.
Jean Paul, de ocho años, entra entusiasmado al consultorio. No ve la hora de mostrarle a su psiquiatra el nuevo video de internet que circula entre sus amigos. Se trata del cuento de Ricitos de Oro, pero totalmente modificado. Los diálogos están llenos de palabras y expresiones soeces y en una de las escenas un castor abusa sexualmente de la pequeña niña.
Karla, de once años, acude al mismo lugar porque fue expulsada del colegio y sus padres no saben qué hacer. Con picardía mira al psiquiatra y le dice que no entiende por qué tanto alboroto, si lo único que hizo fue revender unas pastillas de éxtasis entre sus compañeras, pero jamás se atrevió a consumir ninguna.
Contrario a los casos anteriores, Alicia, de 12 años, llega preocupada. No sabe cómo resolver el problema que la aqueja. Su novio se peleó con su novia y está en el dilema de a cuál de los dos elegir, si a él o a ella. Brenda, de 13 años, abre la puerta del mismo consultorio con una sonrisa. Está feliz porque el día anterior le dio derechos sexuales especiales a un amigo cercano. No son novios y no tienen ningún compromiso salvo el mutuo acuerdo de satisfacer los deseos del otro.
Durante casi dos décadas el psiquiatra y psicoanalista Guillermo Carvajal ha escuchado en su consultorio casos como estos, pero en los últimos cinco años ha notado un cambio estructural en la mente de niños y adolescentes. ¿Qué está sucediendo? Para encontrar respuestas repasó las historias clínicas de sus pacientes y comenzó una investigación que concluyó con la publicación del libro Prioridad: pervertir a los niños, que se lanza este jueves en Bogotá y que busca poner a reflexionar a padres, maestros, autoridades y a los mismos menores de edad.
Lo que encontró este profesor universitario, fundador del Instituto Colombiano de Psicoterapia Integral, “es que los infantes y jóvenes están cada vez más desprovistos de las cosas que consideramos importantes en nuestra crianza. Son más rebeldes, incrédulos, curiosos, sin límites en su conocimiento, con una percepción compleja que les permite realizar con éxito varias actividades al mismo tiempo”.
Sin embargo, dice con preocupación, asimismo han desarrollado una tendencia brutal a la acción sin pensamiento, con gran osadía y sin medir las consecuencias. Su mente, asegura, “es una especie de mezcla entre máquina y persona y la computadora juega un papel primordial”. Además han encontrado nuevas maneras de mirar la realidad y la sexualidad. Todo está permitido.
Aunque de lo descrito se desprenden aspectos maravillosos, como su habilidad para desenvolverse, aprovechar la tecnología y aprender cualquier cosa con facilidad, también puede llevarlos a situaciones peligrosas de no retorno. Carvajal llegó a la conclusión de que estamos ante un nuevo ser humano, que se caracteriza por su bajo nivel de frustración y por estar propenso a autodestruirse. Es egoísta, abandonó cualquier forma de espiritualidad y su manera de relacionarse con otros es diferente.
No busca el compromiso, sino la satisfacción inmediata de los deseos, la sexualidad cruda y desafectada y por eso los noviazgos, por ejemplo, están siendo reemplazados por relaciones espontáneas basadas en el sexo. “A esto se suma un marcado rechazo a la escuela, un constante aburrimiento e infelicidad. Y, advierte Carvajal, como experto en la conducta humana no puedo quedarme callado ante estos fenómenos”.
La explicación a lo que está sucediendo es compleja, pero principalmente se basa en el consumismo desmedido, en la sobreestimulación que están recibiendo constantemente de la publicidad, la internet y la televisión, en la ansiedad que experimentan de tener que comprar cosas y poseer el último dispositivo, celular o atuendo, de estar conectados todo el tiempo sin ningún límite.
La llamada generación net es brillante, pero terriblemente vulnerable, influenciable. La escuela ha hecho bien en transformar sus modelos represivos por una educación amorosa, que no frustra. Pero es vital que padres y maestros tomen conciencia del impacto del consumismo desmedido y se vuelvan más prácticos. Finalmente, concluye Carvajal, “que no olviden que hoy a nuestros niños y jóvenes les sobra la información, lo que hace imperativo organizarla para que les sea útil y productiva y encuentren en ella valores agregados que aporten a su formación como seres humanos”.