Europa pone a prueba un salario básico universal
Esta semana, Finlandia y Escocia le dieron luz verde a un experimento que busca hacer que los ciudadanos ganen lo mismo, independientemente del trabajo que tengan.
Redacción Economía y Negocios
Esta semana, Finlandia y Escocia decidieron experimentar un nuevo sistema con el que se podría combatir la pobreza. Se trata de darles a los ciudadanos un ingreso básico universal, independientemente del empleo que tengan.
El programa piloto de Finlandia, por ejemplo, durará dos años y proporcionará a 2.000 ciudadanos finlandeses, con edades comprendidas entre los 25 y 58 años, un salario mensual de 600 euros. Esa suma está diseñada para cubrir vivienda, alimentación y servicios como agua y electricidad.
En Escocia, por su parte, una concejal respaldó la introducción de esta renta básica universal, a la que aún no se le ha fijado el monto, para que sea piloteada durante dos períodos políticos.
El ingreso básico universal tiene una historia larga y compleja. La idea, en su forma más simple, consiste en darles a todos los ciudadanos el mismo dinero para cubrir necesidades humanas básicas –alimentos, casa y ropa–. Sus defensores citan una serie de ventajas, incluyendo un mayor empleo, una mejor cohesión de la comunidad y una mejor salud. Otros lo ven como una excusa para esquivar el trabajo.
Sin embargo, a medida que el debate aumenta, varios experimentos sociales podrían resolver estas diferencias. Por ejemplo, en Alaska un dividendo, surgido de los ingresos del petróleo del estado, se paga a los ciudadanos cada año, esto equivalió a una ganancia inesperada de 2.072 dólares por persona en 2015.
Existen varias razones de peso para evaluar este sistema de ganancia universal única. Los sistemas de bienestar convencionales no son sólo burocráticos, sino también costosos. Como explicó la revista Scientific American para ilustrar este tema, durante cuatro años a partir de 1975, a los 10.000 ciudadanos de Dauphin en Manitoba, Canadá, se les garantizó un nivel básico de seguridad financiera: si su ingreso mensual caía por debajo de cierto nivel, el gobierno lo aumentaría.
No obstante, el experimento nunca fue rastreado, sólo hasta que Evelyn Forget, en la Universidad de Manitoba en Winnipeg lo revisó recientemente, comparando los registros públicos de Dauphin con los de pequeñas ciudades similares. Forget encontró que los únicos grupos que pasaron menos tiempo en el trabajo durante la prueba fueron los adolescentes y las nuevas madres. Los niños se quedaban en la escuela en lugar de inclinarse a la presión de tomar trabajos agrícolas y las madres estaban amamantando. Dauphin tenía tasas de hospitalización más bajas y menos enfermedades relacionadas con la depresión.
Ese fue el análisis para una pequeña ciudad. Pero en Alaska, por ejemplo, la experiencia sugiere que un ingreso básico podría ayudar a reducir la desigualdad que ha obstaculizado las economías mundiales. El economista Scott Goldsmith de la Universidad de Alaska Anchorage señaló que este estado fue el único en los Estados Unidos en el que los ingresos del 20 % más pobre de la población crecieron más rápido que el del 20 % más rico entre 1980 y 2000.
En los Países Bajos también se hará un experimento que comenzará el próximo año. Diecinueve municipios están cambiando la forma en que administran los pagos en el bienestar de sus ciudadanos. Entonces, cada uno probará diferentes beneficios que trae un ingreso básico. En la ciudad de Eindhoven, por ejemplo, la atención se centrará en observar si este cambio ayudará a construir barrios fuertes, mientras que en otros municipios se observará cómo se comportan los individuos.
Los argumentos más importantes a favor del ingreso básico son la mejora de la salud y el bienestar, dice Louise Haagh, economista social de la Universidad de York, Reino Unido. De hecho, un estudio de la Universidad de Columbia de Nueva York demostró que existe una correlación positiva entre el ingreso familiar y el desarrollo cerebral de los niños, dado que los recursos extras son destinados para los más pequeños.
Aunque el ingreso básico universal podría disolver la brecha entre ricos y pobres, no es la panacea porque, como aseguró para Scientific American Silvia Avram, de la Universidad de Essex, Reino Unido, estamos programados para minimizar las pérdidas en lo que ya tenemos y maximizar las ganancias sobre lo que tenemos, lo que podría conducir a hacer trabajos mediocres.
Esta semana, Finlandia y Escocia decidieron experimentar un nuevo sistema con el que se podría combatir la pobreza. Se trata de darles a los ciudadanos un ingreso básico universal, independientemente del empleo que tengan.
El programa piloto de Finlandia, por ejemplo, durará dos años y proporcionará a 2.000 ciudadanos finlandeses, con edades comprendidas entre los 25 y 58 años, un salario mensual de 600 euros. Esa suma está diseñada para cubrir vivienda, alimentación y servicios como agua y electricidad.
En Escocia, por su parte, una concejal respaldó la introducción de esta renta básica universal, a la que aún no se le ha fijado el monto, para que sea piloteada durante dos períodos políticos.
El ingreso básico universal tiene una historia larga y compleja. La idea, en su forma más simple, consiste en darles a todos los ciudadanos el mismo dinero para cubrir necesidades humanas básicas –alimentos, casa y ropa–. Sus defensores citan una serie de ventajas, incluyendo un mayor empleo, una mejor cohesión de la comunidad y una mejor salud. Otros lo ven como una excusa para esquivar el trabajo.
Sin embargo, a medida que el debate aumenta, varios experimentos sociales podrían resolver estas diferencias. Por ejemplo, en Alaska un dividendo, surgido de los ingresos del petróleo del estado, se paga a los ciudadanos cada año, esto equivalió a una ganancia inesperada de 2.072 dólares por persona en 2015.
Existen varias razones de peso para evaluar este sistema de ganancia universal única. Los sistemas de bienestar convencionales no son sólo burocráticos, sino también costosos. Como explicó la revista Scientific American para ilustrar este tema, durante cuatro años a partir de 1975, a los 10.000 ciudadanos de Dauphin en Manitoba, Canadá, se les garantizó un nivel básico de seguridad financiera: si su ingreso mensual caía por debajo de cierto nivel, el gobierno lo aumentaría.
No obstante, el experimento nunca fue rastreado, sólo hasta que Evelyn Forget, en la Universidad de Manitoba en Winnipeg lo revisó recientemente, comparando los registros públicos de Dauphin con los de pequeñas ciudades similares. Forget encontró que los únicos grupos que pasaron menos tiempo en el trabajo durante la prueba fueron los adolescentes y las nuevas madres. Los niños se quedaban en la escuela en lugar de inclinarse a la presión de tomar trabajos agrícolas y las madres estaban amamantando. Dauphin tenía tasas de hospitalización más bajas y menos enfermedades relacionadas con la depresión.
Ese fue el análisis para una pequeña ciudad. Pero en Alaska, por ejemplo, la experiencia sugiere que un ingreso básico podría ayudar a reducir la desigualdad que ha obstaculizado las economías mundiales. El economista Scott Goldsmith de la Universidad de Alaska Anchorage señaló que este estado fue el único en los Estados Unidos en el que los ingresos del 20 % más pobre de la población crecieron más rápido que el del 20 % más rico entre 1980 y 2000.
En los Países Bajos también se hará un experimento que comenzará el próximo año. Diecinueve municipios están cambiando la forma en que administran los pagos en el bienestar de sus ciudadanos. Entonces, cada uno probará diferentes beneficios que trae un ingreso básico. En la ciudad de Eindhoven, por ejemplo, la atención se centrará en observar si este cambio ayudará a construir barrios fuertes, mientras que en otros municipios se observará cómo se comportan los individuos.
Los argumentos más importantes a favor del ingreso básico son la mejora de la salud y el bienestar, dice Louise Haagh, economista social de la Universidad de York, Reino Unido. De hecho, un estudio de la Universidad de Columbia de Nueva York demostró que existe una correlación positiva entre el ingreso familiar y el desarrollo cerebral de los niños, dado que los recursos extras son destinados para los más pequeños.
Aunque el ingreso básico universal podría disolver la brecha entre ricos y pobres, no es la panacea porque, como aseguró para Scientific American Silvia Avram, de la Universidad de Essex, Reino Unido, estamos programados para minimizar las pérdidas en lo que ya tenemos y maximizar las ganancias sobre lo que tenemos, lo que podría conducir a hacer trabajos mediocres.