Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En Colombia comienza un debate al parecer similar. El pasado 18 de julio, el profesor Oyuela-Caicedo presentó en Viena una conferencia sobre quien ha sido considerado el padre de la antropología colombiana, Gerardo Reichel-Dolmatoff. Oyuela-Caicedo afirmó que “por primera vez hay un cuestionamiento de una posible relación de Gerardo Reichel-Dolmatoff con el Partido Nazi durante sus años tempranos”, haciendo referencia a una investigación que realicé hace varios años, como parte de una tesis de doctorado para la Universidad de Viena. A partir de esta hipótesis Oyuela-Caicedo investigó en el Archivo Federal Alemán y en diversas bibliotecas. Varios documentos que encontró, especialmente uno publicado en la revista Die Deutsche Revolution bajo el título de “Confesiones de un asesino”, lo han llevado a afirmar que Reichel-Dolmatoff fue miembro de la SS hitleriana, en la cual habría sido Scharführer —líder de escuadra de operaciones especiales— y participado en, por lo menos, un asesinato.
Efectivamente, yo encontré varios indicios que conducían hacia una relación de la familia Reichel con círculos simpatizantes del proyecto nazi, en auge entre los años veinte y treinta en Alemania y Austria. El pintor Carl Anton Reichel, padre de Reichel-Dolmatoff, sostenía estrechas relaciones con altos mandos del Partido Nacionalsocialista alemán. El propio Reichel-Dolmatoff fue cercano a las asociaciones estudiantiles, señaladas de ser organizaciones de extrema derecha. Estos hechos, sumados al silencio hermético que mantuvo el antropólogo hasta sus últimos días acerca de sus años de juventud en el Gimnasio Benedictino de Kremsmünster, su vida en Múnich y su llegada a París, en 1937, si bien no constituían evidencia alguna, sí los consideré indicios dignos de estudio. Hoy, a la luz del hallazgo de documentos que podrían probar tal relación, éstos deben ser verificados, sin asumir posiciones ligeras a favor o en contra.
La vida de todo ser humano debe ser considerada en su compleja totalidad. ¿Cómo releer entonces la obra del antropólogo bajo esta nueva perspectiva? De ser cierto, resultaría cuando menos paradójico que algunos de los fundadores de la teología de la liberación, como el obispo Samuel Ruiz, muy influyente en el levantamiento zapatista, sostengan que Reichel-Dolmatoff, con su conferencia “El misionero ante las comunidades indígenas”, transformó esencialmente su forma de entender el trabajo de la Iglesia con los pobres.
“Los viejos estereotipos del ‘indio primitivo’, del ‘buen salvaje’, del ‘indiecito’ infantil o del troglodita embrutecido, se han derrumbado y en su lugar nos encontramos frente a un hombre como nosotros”. ¿Podría afirmarse con ligereza que alguien que escribió algo así fue un afecto a la ideología nazi?