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A sus 18 años Hunter Patch Adams, reconocido en el mundo como el doctor que descubrió el valor medicinal de la risa, ya había estado hospitalizado en tres oportunidades debido a sus repetidos intentos por quitarse la vida. Su tristeza y desilusión eran fruto del dolor que le produjo la pérdida de su padre, un soldado profesional, de las constantes golpizas que recibía, prácticamente todos los días, por cuenta de la molestia que les causaba su presencia a sus compañeros de colegio, y de la decisión que había tomado de no ser feliz.
Después de pasar por un sinnúmero de tratamientos médicos, Adams resolvió un día cualquiera cambiar radicalmente su actitud y crear lo que él bautizó como una revolución. “Me iba a dedicar a ser un instrumento de paz y de justicia, para ello decidí ser feliz durante toda mi vida”, recordó con una sonrisa mientras dictaba una conferencia en Bogotá en el marco del lanzamiento de la nueva campaña de Coca Cola, “Destapa la Felicidad”.
En este recinto atiborrado de personas, que albergaban la esperanza de poder encontrar en las palabras de Adams el secreto para atraer la alegría a sus vidas, este médico de 66 años reveló que no existe una fórmula para alcanzar la felicidad. “Simplemente se trata de una elección, de escoger un estilo de vida”. El problema, explicó, es que a lo largo de la historia se ha optado por vivir de acuerdo con el paradigma del sufrimiento y del dolor que se centran en tres aspectos: la soledad, la aburrición y el temor.
Para Adams éstos se han convertido en los grandes karmas de la sociedad, en los culpables de que nos sintamos tan desdichados. Después de trabajar durante más de la mitad de su vida con pacientes, descubrió que la felicidad no sólo puede llegar a ser curativa (algunos estudios incluso hablan de que sus beneficios pueden llegar a ser mayores que los del ejercicio), sino que es el secreto para abolir la violencia y la desigualdad social. Pero para lograrlo, Adams advierte que hay que tener claro que la felicidad no puede depender de un acontecimiento o ser una especie de recompensa.
“No podemos insultar el privilegio de haber nacido. Tenemos el deber de sonreír”. Con estas palabras y luego de confesar que gracias a su madre, una maestra de escuela, nunca supo lo que era el aburrimiento o la soledad, Adams invita a los asistentes a romper el protocolo de la seriedad que parece habernos impuesto la sociedad, para comenzar a sonreír, a librarnos de la vergüenza que nos hace sentir conversar con extraños. Para ello asegura que ya dio el primer paso al vestirse como si fuera un payaso. “Sólo así hago que la gente se sienta tranquila y sin prevenciones cuando está a mi lado”. Y sentencia: “Si todos hiciéramos lo mismo, viviríamos en un mundo más feliz”.