Juan Manuel Santos, personaje del año
Por encima de cualquiera de los acontecimientos que sacudieron a Colombia en el período que está por terminar, tres sucesos identifican 2008 como el año de las Fuerzas Armadas, con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, a la cabeza.
Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
En efecto, nadie a estas alturas del calendario se atrevería a discutir que los protagonistas de estos doce meses fueron, tanto los uniformados como su jefe civil, quien cabalgó sobre ellos para apuntalar una candidatura presidencial que antes de su ministerio era sólo una ilusión personal. Paradójicamente, nadie podría negar tampoco que el estamento armado osciló entre dos ejes opuestos: el de los triunfos contundentes de un lado y el de las acciones inconfesables, del otro.
En el escenario de los triunfos se destacaron dos operativos brillantes desde el punto de vista netamente militar: en el primero, Raúl Reyes fue dado de baja; en el segundo, fueron liberados de las garras de las Farc 15 secuestrados. Tres de ellos eran los rehenes más importantes del mundo occidental. En el otro escenario, el del lado oscuro de la leyenda, los héroes que reconquistaron el corazón de la gente hasta llegar al 90% de popularidad, no contentos con lo obtenido quisieron más gloria. Tal vez eso explica que buena parte de ellos se haya introducido en el laberinto de los denominados falsos positivos, cuyo término correcto es el de ejecuciones extrajudiciales.
La dicotomía de este panorama agridulce que se les presentó al Ministro y a sus tropas va todavía más lejos: el resultado de cada una de las acciones en sí misma fue contradictorio. Si surgía un impresionante apoyo popular en el nivel nacional, en seguida se levantaba una polvareda de críticas internacionales. Si internamente un golpe se percibía como una gran victoria, en el marco de la diplomacia quedaban grandes dudas sobre los procedimientos empleados.
‘Operación Fénix’ y Ecuador
Así pasó, por ejemplo, con el primero de los tres grandes hechos de guerra de esta temporada anual. La ‘Operación Fénix’ significó el quiebre del incuestionable poderío de los ‘ejércitos’ de Manuel Marulanda. Recién iniciado el mes de marzo, tropas de combate se tomaron el campamento del ‘canciller’ de las Farc, Raúl Reyes. ‘Fénix’ se desarrolló tal cual se había planeado. El campamento fue arrasado en minutos, y 12 insurgentes murieron sin ni siquiera despertarse, entre ellos Reyes.
Pronto la noticia le dio la vuelta al mundo. Las imágenes que se repartieron eran francamente morbosas. Un video en que se mostraba en primer plano el cadáver semidesnudo del jefe guerrillero fue exhibido una y otra vez, y lo mismo aconteció con los cuerpos de unas mujeres en ropa interior. Pero lo verdaderamente grave se produjo horas después, cuando el presidente ecuatoriano Rafael Correa, indignado, denunció a Colombia por violar su territorio, y al presidente Uribe por haberle mentido, según aseguró.
El mandatario colombiano se defendió, acusando a Correa. Venezuela se puso del lado de Ecuador. México se quejó, y Nicaragua también. El lío creció tanto que sepultó la noticia de la derrota de las Farc. La OEA se reunió de emergencia y aunque al final no hubo condena para Colombia, la marcaron con el rótulo de “agresora”. Las relaciones con Ecuador aún no se restablecen.
‘Operación Jaque’ y Cruz Roja
En el mes de julio el Ejército volvió a actuar. La que se llamó ‘Operación Jaque’ pasará a la historia por su brillantez. El rescate de 15 secuestrados realizado por un grupo pequeño de soldados fue cinematográfico. Cuando hombres que simulaban ser funcionarios de un organismo de socorro descendieron de un helicóptero, saludaron con cordialidad a unos guerrilleros e hicieron subir a la nave a los rehenes y a dos de los secuestradores, nada en esas escenas parecía denotar la
existencia de un grave peligro. En pocos minutos, quienes habían vivido años en cautiverio, recuperaron la libertad. Allí estaba la ‘joya’ de la negociación política de las Farc: Íngrid Betancourt. Las Fuerzas Militares colombianas llegaron a ser un ejemplo mundial y las Farc quedaron en ridículo. Repentinamente resaltó, sin embargo, un lunar: alguien descubrió una imagen en la que se evidenciaba el uso indebido del símbolo de la Cruz Roja Internacional en el pecho de uno de los agentes.
El debate se contuvo unos días por la hábil intervención del presidente Uribe, quien se apresuró a ofrecer disculpas. Pero la contundencia de los hechos provocó una protesta de la institución. Luego empezaron a rodar otros rumores. Hubo aclaraciones, excusas y no pocas mentiras. Hoy nadie duda de que la ‘Operación Jaque’ constituye el trofeo mayor de la política de seguridad democrática. No obstante, la mancha por el irrespeto a los sagrados distintivos humanitarios no se borrará nunca.
El escándalo: ejecuciones extrajudiciales
No se puede hablar de 2008 sin mencionar el escándalo de las ejecuciones extrajudiciales cometidas por uniformados, al parecer en todo el país: civiles inermes eran reclutados en los barrios populares para ofrecerles presuntos trabajos agrícolas. En realidad los trasladaban a regiones diferentes para asesinarlos. Sus cadáveres se “legalizaban” después en los batallones, cuando los presentaban como bajas guerrilleras ocurridas en combate. Hoy la Fiscalía investiga cerca de mil casos. Pero fue tan hondo y generalizado el tétrico plan, que la comunidad internacional protestó por la ola criminal y exigió correctivos inmediatos. El presidente Uribe y el ministro Santos, muy a su pesar, tuvieron que destituir a 24 oficiales de alto rango y a tres generales de División. El propio comandante del Ejército, general Mario Montoya, terminó yéndose, pese a haber sido el artífice de la ‘Operación Jaque’. El deshonor cubrió al Ejército que meses atrás había alcanzado la corona de laureles.
En cuanto a Santos, esa gravísima conducta de sus hombres pareció no haberlo afectado. Hoy es recordado por los electores gracias a su cargo y ellos lo ubican en el primer lugar de la lista de precandidatos presidenciales. Hay que decirlo: no hubiera conseguido ese milagro de popularidad de no haber sido por los resonantes operativos militares de mitad de año. Tampoco se puede desconocer su habilidad política: cobra los triunfos con deleite y se distancia con prudencia cuando le conviene. Se rumora que renunciará en marzo de 2009. En el instante en que abandone su despacho se sabrá cuán consistente fue su fría estrategia.
Adelante en la lista de sucesión a Uribe
Miembro de una de las familias más influyentes y poderosas del país, el periodista y economista Juan Manuel Santos, de 57 años de edad, lleva cerca de dos décadas de trayectoria política. Su estreno en el alto Gobierno fue como Ministro de Comercio Exterior en la administración de César Gaviria, cargo al que llegó luego de dejar la subdirección del diario El Tiempo.
Entre 1995 y 1997 estuvo en la dirección del Partido Liberal, pero se hizo a un lado cuando estalló el Proceso 8.000, convirtiéndose en uno de los más duros críticos del entonces presidente Ernesto Samper. Luego, durante el gobierno de Andrés Pastrana, ejerció como Ministro de Hacienda y Crédito Público.
Tras un tiempo refugiado en su fundación Buen Gobierno, regresó a la arena política en 2005 para fundar el Partido de la U, movimiento creado con la pretensión de agrupar todas las corrientes partidarias del presidente Uribe, quien una vez reelegido en 2006 lo nombró Ministro de Defensa. Hoy, Santos es uno de los primeros en la fila para sucederlo.
En efecto, nadie a estas alturas del calendario se atrevería a discutir que los protagonistas de estos doce meses fueron, tanto los uniformados como su jefe civil, quien cabalgó sobre ellos para apuntalar una candidatura presidencial que antes de su ministerio era sólo una ilusión personal. Paradójicamente, nadie podría negar tampoco que el estamento armado osciló entre dos ejes opuestos: el de los triunfos contundentes de un lado y el de las acciones inconfesables, del otro.
En el escenario de los triunfos se destacaron dos operativos brillantes desde el punto de vista netamente militar: en el primero, Raúl Reyes fue dado de baja; en el segundo, fueron liberados de las garras de las Farc 15 secuestrados. Tres de ellos eran los rehenes más importantes del mundo occidental. En el otro escenario, el del lado oscuro de la leyenda, los héroes que reconquistaron el corazón de la gente hasta llegar al 90% de popularidad, no contentos con lo obtenido quisieron más gloria. Tal vez eso explica que buena parte de ellos se haya introducido en el laberinto de los denominados falsos positivos, cuyo término correcto es el de ejecuciones extrajudiciales.
La dicotomía de este panorama agridulce que se les presentó al Ministro y a sus tropas va todavía más lejos: el resultado de cada una de las acciones en sí misma fue contradictorio. Si surgía un impresionante apoyo popular en el nivel nacional, en seguida se levantaba una polvareda de críticas internacionales. Si internamente un golpe se percibía como una gran victoria, en el marco de la diplomacia quedaban grandes dudas sobre los procedimientos empleados.
‘Operación Fénix’ y Ecuador
Así pasó, por ejemplo, con el primero de los tres grandes hechos de guerra de esta temporada anual. La ‘Operación Fénix’ significó el quiebre del incuestionable poderío de los ‘ejércitos’ de Manuel Marulanda. Recién iniciado el mes de marzo, tropas de combate se tomaron el campamento del ‘canciller’ de las Farc, Raúl Reyes. ‘Fénix’ se desarrolló tal cual se había planeado. El campamento fue arrasado en minutos, y 12 insurgentes murieron sin ni siquiera despertarse, entre ellos Reyes.
Pronto la noticia le dio la vuelta al mundo. Las imágenes que se repartieron eran francamente morbosas. Un video en que se mostraba en primer plano el cadáver semidesnudo del jefe guerrillero fue exhibido una y otra vez, y lo mismo aconteció con los cuerpos de unas mujeres en ropa interior. Pero lo verdaderamente grave se produjo horas después, cuando el presidente ecuatoriano Rafael Correa, indignado, denunció a Colombia por violar su territorio, y al presidente Uribe por haberle mentido, según aseguró.
El mandatario colombiano se defendió, acusando a Correa. Venezuela se puso del lado de Ecuador. México se quejó, y Nicaragua también. El lío creció tanto que sepultó la noticia de la derrota de las Farc. La OEA se reunió de emergencia y aunque al final no hubo condena para Colombia, la marcaron con el rótulo de “agresora”. Las relaciones con Ecuador aún no se restablecen.
‘Operación Jaque’ y Cruz Roja
En el mes de julio el Ejército volvió a actuar. La que se llamó ‘Operación Jaque’ pasará a la historia por su brillantez. El rescate de 15 secuestrados realizado por un grupo pequeño de soldados fue cinematográfico. Cuando hombres que simulaban ser funcionarios de un organismo de socorro descendieron de un helicóptero, saludaron con cordialidad a unos guerrilleros e hicieron subir a la nave a los rehenes y a dos de los secuestradores, nada en esas escenas parecía denotar la
existencia de un grave peligro. En pocos minutos, quienes habían vivido años en cautiverio, recuperaron la libertad. Allí estaba la ‘joya’ de la negociación política de las Farc: Íngrid Betancourt. Las Fuerzas Militares colombianas llegaron a ser un ejemplo mundial y las Farc quedaron en ridículo. Repentinamente resaltó, sin embargo, un lunar: alguien descubrió una imagen en la que se evidenciaba el uso indebido del símbolo de la Cruz Roja Internacional en el pecho de uno de los agentes.
El debate se contuvo unos días por la hábil intervención del presidente Uribe, quien se apresuró a ofrecer disculpas. Pero la contundencia de los hechos provocó una protesta de la institución. Luego empezaron a rodar otros rumores. Hubo aclaraciones, excusas y no pocas mentiras. Hoy nadie duda de que la ‘Operación Jaque’ constituye el trofeo mayor de la política de seguridad democrática. No obstante, la mancha por el irrespeto a los sagrados distintivos humanitarios no se borrará nunca.
El escándalo: ejecuciones extrajudiciales
No se puede hablar de 2008 sin mencionar el escándalo de las ejecuciones extrajudiciales cometidas por uniformados, al parecer en todo el país: civiles inermes eran reclutados en los barrios populares para ofrecerles presuntos trabajos agrícolas. En realidad los trasladaban a regiones diferentes para asesinarlos. Sus cadáveres se “legalizaban” después en los batallones, cuando los presentaban como bajas guerrilleras ocurridas en combate. Hoy la Fiscalía investiga cerca de mil casos. Pero fue tan hondo y generalizado el tétrico plan, que la comunidad internacional protestó por la ola criminal y exigió correctivos inmediatos. El presidente Uribe y el ministro Santos, muy a su pesar, tuvieron que destituir a 24 oficiales de alto rango y a tres generales de División. El propio comandante del Ejército, general Mario Montoya, terminó yéndose, pese a haber sido el artífice de la ‘Operación Jaque’. El deshonor cubrió al Ejército que meses atrás había alcanzado la corona de laureles.
En cuanto a Santos, esa gravísima conducta de sus hombres pareció no haberlo afectado. Hoy es recordado por los electores gracias a su cargo y ellos lo ubican en el primer lugar de la lista de precandidatos presidenciales. Hay que decirlo: no hubiera conseguido ese milagro de popularidad de no haber sido por los resonantes operativos militares de mitad de año. Tampoco se puede desconocer su habilidad política: cobra los triunfos con deleite y se distancia con prudencia cuando le conviene. Se rumora que renunciará en marzo de 2009. En el instante en que abandone su despacho se sabrá cuán consistente fue su fría estrategia.
Adelante en la lista de sucesión a Uribe
Miembro de una de las familias más influyentes y poderosas del país, el periodista y economista Juan Manuel Santos, de 57 años de edad, lleva cerca de dos décadas de trayectoria política. Su estreno en el alto Gobierno fue como Ministro de Comercio Exterior en la administración de César Gaviria, cargo al que llegó luego de dejar la subdirección del diario El Tiempo.
Entre 1995 y 1997 estuvo en la dirección del Partido Liberal, pero se hizo a un lado cuando estalló el Proceso 8.000, convirtiéndose en uno de los más duros críticos del entonces presidente Ernesto Samper. Luego, durante el gobierno de Andrés Pastrana, ejerció como Ministro de Hacienda y Crédito Público.
Tras un tiempo refugiado en su fundación Buen Gobierno, regresó a la arena política en 2005 para fundar el Partido de la U, movimiento creado con la pretensión de agrupar todas las corrientes partidarias del presidente Uribe, quien una vez reelegido en 2006 lo nombró Ministro de Defensa. Hoy, Santos es uno de los primeros en la fila para sucederlo.