La vida de Orly: Armero, Bronx y coronavirus
Orly Schneider deambula en el centro de Bogotá como muchas más víctimas del conflicto, desplazados por la pobreza o engañados por las drogas. El coronavirus podría volverse contra ellos si dejamos que la indiferencia social crezca durante esta cuarentena.
Stephan Kroener
Conocí a Orly en la calle. No me acuerdo quién me lo presentó ni cuándo fue exactamente. No le di mucha importancia al principio, era uno de estos transeúntes efímeros del centro de Bogotá que aparecen y desaparecen en un dos por tres. Empecé a interesarme por él, por sus apellidos europeos – Orly Schneider – por sus cuentos fantásticos y su vida trágica. Poco a poco me sumergí en una historia y una investigación que emergería en un libro sobre la memoria de Colombia.
Una memoria que cuenta la tragedia de un niño huérfano del desastre de Armero quien creció en El Cartucho y trabajó en El Bronx. La historia de un ex drogadicto y habitante de la calle que fue desplazado por el Parque Tercer Milenio para vivir del día a día en las calles de Bogotá. Una víctima del conflicto armado y de muchas tragedias más en un país ciego, amnésico e indiferente.
En la crónica sobre su vida y en la búsqueda de sus familiares me dejó entrar al edificio de su memoria. Un edificio que constituye su identidad y que él construyó a base de sus tragedias. Con un trabajo minucioso en archivos, con peticiones a instituciones estatales y con testigos de su vida logré comprobar partes de su historia y desmentir otras. Al final, Orly se quedó como un colombiano cualquiera, como un sobreviviente del conflicto armado, como un ejemplo de resistencia.
Ver más: Coronavirus en Bogotá, ayudas para pagar el arriendo
Ahora, esta persona y su historia están en peligro de caer en el olvido de nuevo. Una importante editorial estaba evaluando la posibilidad de publicar un libro sobre él en el marco del aniversario 35 de Armero el próximo noviembre. Pero la matriz internacional tuvo que congelar el proyecto a causa de la crisis mundial del COVID-19. La Pandemia no solo le quitó a Orly la oportunidad de contar su vida, sino le afectó económicamente. Ya desde antes de la crisis estaba al borde de la miseria y ahora se quedó sin ingresos. Los turistas que le acompañaron en sus toures guiados por el antropólogo social José Hernando Bandera no volvieron. Tampoco encuentra trabajo como empleado doméstico ni como cuidador de niños y ancianos. Las casas de amigos donde antes halló ayuda o un abrazo se cerraron por miedo a la pandemia.
Orly vive en Las Cruces, paga $5.000 diarios para un cuarto en un inquilinato donde 20 personas comparten dos baños precarios. Sin ingresos se fueron acumulando las deudas de los días no pagados, hasta que su arrendador le puso un candado en su puerta. Desde este momento deambula por las calles vacías del centro, ayudando voluntariamente en el comedor comunitario del barrio Egipto a llevar la comida a personas de la tercera edad en situaciones vulnerables. Bajo la alcaldía de Peñalosa fue “resocializado” y apoyó a otros desde que se alejó de las drogas y la vida de la calle. Con esta nueva crisis su proceso de “resocialización” se ve afectado por una sociedad que se encuentra en un proceso peligroso de perder su solidaridad con los más débiles.
Colombia no salvó a Orly después de Armero, lo perdió y lo olvidó en El Cartucho y en El Bronx. Entre los vecinos buscamos pagarle el arriendo, pero no sabemos cuántos meses seguirá esta cuarentena, cuántos meses faltarán para el regreso de los turistas y cuántos meses Orly seguirá sin ingresos. Hay muchos como él deambulando en el centro. Víctimas del conflicto, desplazados por la pobreza, engañados por las drogas. Son los olvidados del Estado y la sociedad. Ellos hacen parte de nosotros y de la memoria colectiva de Colombia, son fuentes de historias y hasta protagonistas de libros. No olvidemos las tragedias que sufrieron y no dejemos que esta crisis se vuelve otra más para ellos. La indiferencia social es peor que cualquier virus. Es una epidemia que dejó heridas profundas en la historia de Colombia.
* Historiador alemán y periodista independiente radicado en Colombia.
La crónica “Orly, como el aeropuerto de París” fue su tesis de maestría en la Universidad de los Andes.
Conocí a Orly en la calle. No me acuerdo quién me lo presentó ni cuándo fue exactamente. No le di mucha importancia al principio, era uno de estos transeúntes efímeros del centro de Bogotá que aparecen y desaparecen en un dos por tres. Empecé a interesarme por él, por sus apellidos europeos – Orly Schneider – por sus cuentos fantásticos y su vida trágica. Poco a poco me sumergí en una historia y una investigación que emergería en un libro sobre la memoria de Colombia.
Una memoria que cuenta la tragedia de un niño huérfano del desastre de Armero quien creció en El Cartucho y trabajó en El Bronx. La historia de un ex drogadicto y habitante de la calle que fue desplazado por el Parque Tercer Milenio para vivir del día a día en las calles de Bogotá. Una víctima del conflicto armado y de muchas tragedias más en un país ciego, amnésico e indiferente.
En la crónica sobre su vida y en la búsqueda de sus familiares me dejó entrar al edificio de su memoria. Un edificio que constituye su identidad y que él construyó a base de sus tragedias. Con un trabajo minucioso en archivos, con peticiones a instituciones estatales y con testigos de su vida logré comprobar partes de su historia y desmentir otras. Al final, Orly se quedó como un colombiano cualquiera, como un sobreviviente del conflicto armado, como un ejemplo de resistencia.
Ver más: Coronavirus en Bogotá, ayudas para pagar el arriendo
Ahora, esta persona y su historia están en peligro de caer en el olvido de nuevo. Una importante editorial estaba evaluando la posibilidad de publicar un libro sobre él en el marco del aniversario 35 de Armero el próximo noviembre. Pero la matriz internacional tuvo que congelar el proyecto a causa de la crisis mundial del COVID-19. La Pandemia no solo le quitó a Orly la oportunidad de contar su vida, sino le afectó económicamente. Ya desde antes de la crisis estaba al borde de la miseria y ahora se quedó sin ingresos. Los turistas que le acompañaron en sus toures guiados por el antropólogo social José Hernando Bandera no volvieron. Tampoco encuentra trabajo como empleado doméstico ni como cuidador de niños y ancianos. Las casas de amigos donde antes halló ayuda o un abrazo se cerraron por miedo a la pandemia.
Orly vive en Las Cruces, paga $5.000 diarios para un cuarto en un inquilinato donde 20 personas comparten dos baños precarios. Sin ingresos se fueron acumulando las deudas de los días no pagados, hasta que su arrendador le puso un candado en su puerta. Desde este momento deambula por las calles vacías del centro, ayudando voluntariamente en el comedor comunitario del barrio Egipto a llevar la comida a personas de la tercera edad en situaciones vulnerables. Bajo la alcaldía de Peñalosa fue “resocializado” y apoyó a otros desde que se alejó de las drogas y la vida de la calle. Con esta nueva crisis su proceso de “resocialización” se ve afectado por una sociedad que se encuentra en un proceso peligroso de perder su solidaridad con los más débiles.
Colombia no salvó a Orly después de Armero, lo perdió y lo olvidó en El Cartucho y en El Bronx. Entre los vecinos buscamos pagarle el arriendo, pero no sabemos cuántos meses seguirá esta cuarentena, cuántos meses faltarán para el regreso de los turistas y cuántos meses Orly seguirá sin ingresos. Hay muchos como él deambulando en el centro. Víctimas del conflicto, desplazados por la pobreza, engañados por las drogas. Son los olvidados del Estado y la sociedad. Ellos hacen parte de nosotros y de la memoria colectiva de Colombia, son fuentes de historias y hasta protagonistas de libros. No olvidemos las tragedias que sufrieron y no dejemos que esta crisis se vuelve otra más para ellos. La indiferencia social es peor que cualquier virus. Es una epidemia que dejó heridas profundas en la historia de Colombia.
* Historiador alemán y periodista independiente radicado en Colombia.
La crónica “Orly, como el aeropuerto de París” fue su tesis de maestría en la Universidad de los Andes.