Las luchas de Guillermo Cano
Su última cruzada fue advertir al país sobre la amenaza del narcotráfico, razón por la cual fue asesinado hace 25 años. Además, fue un aguerrido enemigo del autoritarismo, las maniobras especulativas de la banca y la censura de prensa.
Redacción Judicial
Periodismo libre
Apenas comenzaba su vida periodística cuando Guillermo Cano tuvo que enfrentar la censura de prensa. En 1952 vio cómo incendiaban el diario. Días después asumió como director de El Espectador y desde ese día como defensor del periodismo libre. Lo demostró en los días de la dictadura de Rojas, cuando integró la Comisión de Prensa para reclamar la abolición de la censura. Lo encarnó desde las páginas de El Independiente cuando El Espectador fue forzado al cierre en 1956. Y varias veces invocó la defensa de la libertad de expresión, por encima de sesgos ideológicos, bajo la convicción de que “cuando un periódico pierde su credibilidad, desaparece su prestigio”.
Los derechos
“En eso de la defensa de los derechos humanos se es o no es partidario de ellos. Las medias tintas no sirven”. Palabras escritas por Guillermo Cano que resumen su postura en favor de las garantías fundamentales. Y el ejemplo más contundente de esa verdad tuvo lugar cuando el gobierno de Julio César Turbay expidió el Estatuto de Seguridad que rigió a partir de 1978. Sin dudarlo, Cano rechazó al que denominó “el lobo de las torturas” y se opuso a un modelo de Estado policial o militar y a sus prácticas de allanamiento a gentes ajenas al delito y cuya única sindicación era pertenecer a una u otra ideología. Por buen tiempo estuvo solo en esa tarea, pero después al mismo gobierno Turbay le quedó claro que el orden y la autoridad no se logran atropellando los derechos de la gente.
Contra la ‘tenaza’ publicitaria, por los ahorradores
A mediados de 1978, el entonces exministro de Hacienda Hernando Agudelo denunció maniobras abusivas en la banca y el mercado bursátil. Las denuncias fueron ratificadas en 1980 por la Comisión Nacional de Valores.
Los hallazgos dieron pie a la crisis financiera de los años 80, de la que el principal protagonista fue el Grupo Grancolombiano, en cabeza de Jaime Michelsen Uribe, con sus equivocados manejos a través de dos fondos de inversión.
En respuesta a las publicaciones de El Espectador, el Grupo Grancolombiano ordenó un veto publicitario al periódico. Guillermo Cano lo denominó la ‘tenaza’ y asumió como abanderado de las distintas denuncias.
Al frente de un grupo de investigación periodística, el diario inició una campaña de información sobre la crisis, que terminó en indagaciones de la justicia y la comprobación de cómo se habían cometido las defraudaciones.
El narcotráfico
En 1983, el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla inició su lucha contra los carteles de la droga. Cuando el Congreso vacilaba y la justicia no sabía cómo encarar a los capos del narcotráfico, Guillermo Cano lo hizo. Primero demostró los antecedentes del entonces congresista Pablo Escobar en el mundo del tráfico de estupefacientes y después emprendió una campaña sistemática contra los carteles de la droga desde su columna Libreta de Apuntes. “¿Dónde están que no los ven?”, se preguntaba semanalmente, al tiempo que advertía al país cómo los capos se burlaban de la justicia y se paseaban con sus sicarios sin que el Estado los enfrentara. Esta lucha solitaria y desigual lo hizo visionario de un delito que desfiguró la historia de Colombia, y él mismo fue blanco de los capos de la droga. Fue asesinado por ellos en diciembre de 1986.
El deporte
Desde sus comienzos en el periodismo, Guillermo Cano tuvo un interés particular: los deportes. No sólo como periodista, destacándose en la cobertura de varios eventos internacionales, sino también como promotor de la actividad física. El premio al Deportista del Año, creado en 1960, o el patrocinio a la Vuelta a la Juventud en la misma década, prueban su vocación deportiva. Hincha declarado del Independiente Santa Fe y gran animador de una sana competencia entre su afición y la de sus rivales, siempre otorgó muchas páginas del periódico para el ciclismo, el béisbol, el fútbol, el atletismo y hasta el ajedrez. Sólo el narcotráfico en los equipos lo alejó de los estadios.
La orden de asesinar a Guillermo Cano
Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, jefe de sicarios de Pablo Escobar, le relató a Francisco Santos, de RCN Radio, cómo decidieron asesinar a Guillermo Cano, director de El Espectador.
“La orden la dieron Jorge Luis Ochoa Vásquez, Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar. Estábamos en una finca, celebrando que se había caído la extradición. La fiesta era porque ninguno tenía orden de captura en el país, pese a haber matado a medio Colombia, algo que lograron asesinando a los jueces que les abrían investigación”.
“En medio de la fiesta llegó la noticia de que el presidente Virgilio Barco habría reactivado la extradición por vía administrativa. Eso bajó los ánimos de la fiesta. Al día siguiente, en El Espectador, don Guillermo Cano sacó un editorial que decía: ‘Se le aguó la fiesta a los mafiosos’. Fue cómo si él hubiera estado con nosotros. Fue ahí donde tomaron la decisión de asesinarlo. La inteligencia de Guillermo Cano ya estaba hecha y matarlo era muy fácil. Él tenía una rutina y hombre que tiene una rutina es hombre muerto”, relató.
Periodismo libre
Apenas comenzaba su vida periodística cuando Guillermo Cano tuvo que enfrentar la censura de prensa. En 1952 vio cómo incendiaban el diario. Días después asumió como director de El Espectador y desde ese día como defensor del periodismo libre. Lo demostró en los días de la dictadura de Rojas, cuando integró la Comisión de Prensa para reclamar la abolición de la censura. Lo encarnó desde las páginas de El Independiente cuando El Espectador fue forzado al cierre en 1956. Y varias veces invocó la defensa de la libertad de expresión, por encima de sesgos ideológicos, bajo la convicción de que “cuando un periódico pierde su credibilidad, desaparece su prestigio”.
Los derechos
“En eso de la defensa de los derechos humanos se es o no es partidario de ellos. Las medias tintas no sirven”. Palabras escritas por Guillermo Cano que resumen su postura en favor de las garantías fundamentales. Y el ejemplo más contundente de esa verdad tuvo lugar cuando el gobierno de Julio César Turbay expidió el Estatuto de Seguridad que rigió a partir de 1978. Sin dudarlo, Cano rechazó al que denominó “el lobo de las torturas” y se opuso a un modelo de Estado policial o militar y a sus prácticas de allanamiento a gentes ajenas al delito y cuya única sindicación era pertenecer a una u otra ideología. Por buen tiempo estuvo solo en esa tarea, pero después al mismo gobierno Turbay le quedó claro que el orden y la autoridad no se logran atropellando los derechos de la gente.
Contra la ‘tenaza’ publicitaria, por los ahorradores
A mediados de 1978, el entonces exministro de Hacienda Hernando Agudelo denunció maniobras abusivas en la banca y el mercado bursátil. Las denuncias fueron ratificadas en 1980 por la Comisión Nacional de Valores.
Los hallazgos dieron pie a la crisis financiera de los años 80, de la que el principal protagonista fue el Grupo Grancolombiano, en cabeza de Jaime Michelsen Uribe, con sus equivocados manejos a través de dos fondos de inversión.
En respuesta a las publicaciones de El Espectador, el Grupo Grancolombiano ordenó un veto publicitario al periódico. Guillermo Cano lo denominó la ‘tenaza’ y asumió como abanderado de las distintas denuncias.
Al frente de un grupo de investigación periodística, el diario inició una campaña de información sobre la crisis, que terminó en indagaciones de la justicia y la comprobación de cómo se habían cometido las defraudaciones.
El narcotráfico
En 1983, el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla inició su lucha contra los carteles de la droga. Cuando el Congreso vacilaba y la justicia no sabía cómo encarar a los capos del narcotráfico, Guillermo Cano lo hizo. Primero demostró los antecedentes del entonces congresista Pablo Escobar en el mundo del tráfico de estupefacientes y después emprendió una campaña sistemática contra los carteles de la droga desde su columna Libreta de Apuntes. “¿Dónde están que no los ven?”, se preguntaba semanalmente, al tiempo que advertía al país cómo los capos se burlaban de la justicia y se paseaban con sus sicarios sin que el Estado los enfrentara. Esta lucha solitaria y desigual lo hizo visionario de un delito que desfiguró la historia de Colombia, y él mismo fue blanco de los capos de la droga. Fue asesinado por ellos en diciembre de 1986.
El deporte
Desde sus comienzos en el periodismo, Guillermo Cano tuvo un interés particular: los deportes. No sólo como periodista, destacándose en la cobertura de varios eventos internacionales, sino también como promotor de la actividad física. El premio al Deportista del Año, creado en 1960, o el patrocinio a la Vuelta a la Juventud en la misma década, prueban su vocación deportiva. Hincha declarado del Independiente Santa Fe y gran animador de una sana competencia entre su afición y la de sus rivales, siempre otorgó muchas páginas del periódico para el ciclismo, el béisbol, el fútbol, el atletismo y hasta el ajedrez. Sólo el narcotráfico en los equipos lo alejó de los estadios.
La orden de asesinar a Guillermo Cano
Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, jefe de sicarios de Pablo Escobar, le relató a Francisco Santos, de RCN Radio, cómo decidieron asesinar a Guillermo Cano, director de El Espectador.
“La orden la dieron Jorge Luis Ochoa Vásquez, Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar. Estábamos en una finca, celebrando que se había caído la extradición. La fiesta era porque ninguno tenía orden de captura en el país, pese a haber matado a medio Colombia, algo que lograron asesinando a los jueces que les abrían investigación”.
“En medio de la fiesta llegó la noticia de que el presidente Virgilio Barco habría reactivado la extradición por vía administrativa. Eso bajó los ánimos de la fiesta. Al día siguiente, en El Espectador, don Guillermo Cano sacó un editorial que decía: ‘Se le aguó la fiesta a los mafiosos’. Fue cómo si él hubiera estado con nosotros. Fue ahí donde tomaron la decisión de asesinarlo. La inteligencia de Guillermo Cano ya estaba hecha y matarlo era muy fácil. Él tenía una rutina y hombre que tiene una rutina es hombre muerto”, relató.